La guerra de egos entre Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, que contagió a sus respectivos partidos hasta desorientar al independentismo desde 2017, amenaza ahora las negociaciones para investir presidente a Pedro Sánchez. ERC y Junts necesitan capitalizar los unos frente a los otros las concesiones del PSOE aún antes de materializarse, e incluso de concretarse. Desde hace unas semanas, Puigdemont ha tomado la delantera, de ahí que ERC se haya visto obligada a encomendarse de nuevo al verbo encendido de Junqueras para recuperar un protagonismo que Pere Aragonés, desde la presidencia de la Generalitat, no les garantiza.

Oriol Junqueras ha entrado en escena dando por descontada la amnistía gracias a los acuerdos de los republicanos con los socialistas, cerrados en agosto a cuenta de la elección de la Mesa del Congreso. El primer secretario del PSC, Salvador Illa, lo negó de inmediato y el ministro de Cultura, Miquel Iceta, aseguró que aquellos acuerdos “dicen lo que dicen y no dicen lo que no dicen”, para subrayar que en aquel documento no aparece la amnistía. En realidad, a Junqueras el desmentido le da igual, porque lo que buscaba, precisamente, es reemplazar a Puigdemont en el tira y afloja permanente con el PSOE, al menos en la crónica de actualidad.

ERC, sus portavoces oficiales y sus actores en las redes sociales, se muestran especialmente dolidos por el cambio de actitud de Junts. El partido de Puigdemont ha pasado de recriminar y descualificar a los republicanos durante tres largos años por su diálogo con Pedro Sánchez a liderar (como mínimo públicamente) las negociaciones para la investidura del presidente en funciones. Puigdemont acapara todo el protagonismo desde que los diputados de Junts (el mismo número que los de ERC) se convirtieron en indispensables para Sánchez y especialmente desde que s acordó la utilización del catalán, el euskera y el gallego en el Congreso de los Diputados y la petición del gobierno español para que estas lenguas fueran también oficiales en las instituciones europeas.

Waterloo se presenta como lo más parecido a un gobierno independentista en el exilio, el legítimo representante del 1-O, por supuesto. Por allí pasó la líder de Sumar, Yolanda Díaz, y el presidente del PNV, Andoni Ortuzar y se espera, también, que alguien del entono de Pedro Sánchez se persone por allí. Por el contrario, el papel de ERC y del gobierno de la Generalitat ha disminuido de forma alarmante, de tal forma que se ven en la obligación de recordar que ellos también son imprescindibles, aunque no lo parezca por la capacidad de Puigdemont de ocupar el centro de la política. Incluso es posible que Yolanda Díaz también sea recibida por Oriol Junqueras en cuanto vuelva a aterrizar en Barcelona.

El gallego, el euskera y el catalán ya son oficiales en el Congreso. En Europa se necesitará algo más de tiempo, aunque tanto el gobierno central como Puigdemont han subrayado el hecho de que ningún estado miembro haya presentado ningún veto, además, el gobierno Sánchez ha mostrado su predisposición a empezar el proceso de reconocimiento europeo por el catalán, para no atosigar a los gobiernos socios. El estado de ánimo de ERC y Junts sobre el desarrollo de los acontecimientos y el papel de cada uno en los mismos quedó retratado por las reacciones expresadas. Puigdemont y Junts agradecieron los esfuerzos del gobierno Sánchez, mientras que ERC exigió a los socialistas “que espabilen” y la portavoz del gobierno de la Generalitat criticó al gobierno Sánchez por haber actuado “tarde y mal”.

La aspiración de la utilización del catalán en el Congreso y en las instituciones europeas era compartida desde hace años por los nacionalistas catalanes, los independentistas e incluso por el catalanismo político, sin embargo, Puigdemont les ganó la mano a ERC, en términos de comunicación, y a los republicanos les sentó fatal. Con la reclamación de la amnistía, sucede prácticamente lo mismo. Pere Aragonés acabó utilizando el sucedáneo de una acción “con los efectos asimilables a una amnistía” y ahora descubre que todo el mundo, incluido el gobierno Sánchez, hablan de la amnistía sin manías.

La competencia entre ERC y Junts, personalizada en la guerra de egos entre Junqueras y Puigdemont, ya desmanteló la precaria unidad con la que ambos partidos intentaron proclamar la república catalana en 2017. Las desavenencias entre ambos también impidieron acordar una salida airosa al callejón sin salida de la declaración unilateral tras el 1-O. ERC boicoteó las elecciones autonómicas que Puigdemont pretendió convocar y que hubieran evitado el pleno del Parlament que llevó a unos dirigentes a la huida y a los otros a la cárcel. Posteriormente, las discrepancias entre uno y otro liquidaron los tenues esfuerzos para elaborar una nueva hoja de ruta del independentismo y de sus relaciones con el gobierno central.

La reedición de la disputa Puigdemont-Junqueras por capitalizar las exigencias compartidas a Pedro Sánchez suponen una dificultad añadida a la complejidad de respetar la legalidad vigente para aceptar la figura de la amnistía. En esta disputa, los dos protagonistas independentistas tienen el mismo as en la manga para acabar torpedeando cualquier avance que uno de ellos pueda alcanzar con el PSOE sin tener en cuenta al otro: la proclamación de la unilateralidad como una renuncia innegociable. Tal línea roja limitaría mucho el catálogo de contraprestaciones que Sánchez puede incorporar en la eventual ley de amnistía. Junqueras ya ha movido pieza. En su afán por recuperar la iniciativa política ha afirmado: la unilateralidad (o sea la convocatoria de otro 1-O) es un derecho democrático que no puede verse afectado por las vías legales vigentes ahora o en adelante.