Esta noche llega la gran estrella de las campañas, el debate electoral entre los candidatos números uno. Argumentos, contraargumentos, ideas fuerza, golpes de efecto, láminas y cartulinas, gráficas y dibujos. En este momento y desde hace días, los aspirantes a presidir la Comunidad de Madrid tras el 4 de mayo andan reunidos con sus equipos de asesores. Con toda seguridad andan ensayando frases y propuestas, corrigiendo rictus y entonaciones y simulando tener enfrente al rival con una pegunta incómoda o con una dura acusación ¿Qué contestar? ¿Cómo evadirse de un supuesto acorralamiento? ¿Qué hacer y cómo salir de algo imprevisto y de un hachazo en forma de ataque directo?

¿Qué se busca en los debates electorales?

El debate no solo importante por la dos horas en escena, es fundamental el pos debate y como recojan los medios, los corrillos y las conversaciones del día siguiente lo sucedido y a quien atribuya victoria, errores o éxito y fracaso. Está en el objetivo inicial la activación, es decir el impulso ejercido sobre los votantes dudosos para ir o no a votar. También el refuerzo como fortalecimiento de las intenciones iniciales y que permitan mantener lo que las tendencias y encuestan señalan ahora. Importante es la búsqueda en un debate del efecto conversión traducido en votar por una formación distinta a la optada en un inicio. Por último, la desactivación, es decir el daño a intención de voto decidido pero que pudiese engrosar la abstención.

Los otrora “emergentes” devaluaron el impacto de los debates

Es cierto que los medios tendemos a calificar este tipo de evento electoral con el calificativo generalizado de “decisivo” a lo que añadimos crucial, vital o fundamental para el resultado final ¿es así? ¿tan determinantes para el resultado final son los debates electorales? Pues sí y pues no y, aunque esta aseveración parezca contradictoria, no lo es tanto ¿o sí? Los debates eran determinantes de toda determinación hasta la llegada de los entonces denominados “emergentes”. Tras las elecciones del 20D de 2015, Podemos y Ciudadanos aterrizan por primera vez en la Carrera de San Jerónimo y más tarde, en 2019, se incorpora a al abanico de ofertas electorales importantes la ultraderecha. La Junta electoral acordó no realizar el debate a cinco propuesto por Atresmedia en 2015 en el que se incluía a Vox ya que en los últimos comicios generales logró un 0,2% de votos (46.781), muy lejos del 5% necesario.

Los otrora emergentes (Podemos y Ciudadanos) más Vox, han transformado los debates y han convertido estos encuentros al aumentar hasta cinco el número de participantes en escenarios más propios para el espectáculo y el golpe de efecto (la muestra de ladrillos, rollos interminables de papel, lo gestual sobre la exposición oral…) La defensa de programas e ideas, la concreción de la idea fuerza que se pretende vender, se ha hecho mucha más compleja y difícil. El tiempo, que es oro en el medio televisivo, también es cruel y atenazante. La expresión coral y de batiburrillos con trucos de interrupción constante desvirtúan los debates como tales y los convierten en batiburrillos donde es difícil enviar al electorado nítidos mensajes.

Ayuso, ganar perdiendo aunque arriesga mucho en el debate

En este contexto y con este formato el debate de Telemadrid que veremos hoy miércoles a las 21,30 en distintas televisiones nacionales puede ser clave si algunos de los candidatos y candidatas esquivan este muro coral, destaca per se o si por el contrario, también será podría convertirse en decisivo si alguno, en especial Isabel Díaz Ayuso, comete errores que además deberían ser reiterados y graves. De ahí que sí pueda ser fundamental en el resultado final de las elecciones del 4M. Pero con ese mismo formato, estrecho y colectivo, si Díaz Ayuso no se sale del guión de sus frases simples, cortas y contundentes de ideas fijas y poco complejas, le permitiría salir “sin pena ni gloria” y eso hoy sería ganar y salir victoriosa. Cuando las encuestas le otorgan un número de escaños en torno a 60 salir al campo del plató televisivo a empatar, o incluso perder por la mínima, es llevarse los tres puntos a casa. En todo caso, como cualquier candidato que lidere claramente las encuestas, será la que más se juega.

Gabilondo versus Iglesias: Que parezca accidente y solo con arañazos

Las formaciones de la izquierda, PSOE, Más Madrid y Unidas Podemos deberán tejer una estrategia común con el objetivo -el único que les permitiría desalojar al PP de la Puerta del Sol- de lograr motivar a cerca de los más  600.000 indecisos acudan a las urnas y depositan una papeleta a alguna formación de este tridente. No hay de otra, o movilizan hasta un 70 por ciento a las grandes zonas obreras que se suelen quedar al límite del 60 % de participación, o no hay partido. Pero no es tan sencillo. Por un lado no es nada fácil movilizar a un electorado tradicionalmente abstencionista y que no asume la importancia de estas elecciones. Y además otro elemento en contra juega especialmente para la izquierda y en concreto para el PSOE de Gabilondo. Un excesivo preacuerdo para el debate entre las tres fuerzas progresistas, una visión de acuerdo global rompería ese espacio más moderado, más centrista en el que el PSM y Moncloa tienen puestas sus esperanzas de obtener y/o mantener. Un sector de los votantes socialistas, el sector más socialdemócrata, huye de la tentación de identificarse con la formación de Pablo Iglesias. Si así fuere, si así se visualizara esta noche, parte de ese voto podría ir a la abstención o incluso a Ayuso. En menor medida por la deriva naranja podría tener como destino a Ciudadanos, aunque alguno podría residenciarse ahí. Por tanto la estrategia socialista en el debate es muy difícil por el espacio que ocupa. Además de ello, Ángel Gabilondo no es un candidato de verbo radical, de confrontación dura y de ataque cruel. Cuando, en muy pocas ocasiones, escasísimas, lo ha intentado en campaña, se le ve impostado e incómodo y eso, en un debate televisivo se capta y es letal. Que Pablo Iglesias lance pullas “ma non troppo”, contenidas, medidas y breves contra el PSOE, sería incluso de agradecer y efectivo tanto para el electorado potencial de socialistas y morados. Y al revés, de Gabilondo a Iglesias, pareciendo que sea accidente, también es recíprocamente positivo. Por contra la solvencia moral y política del candidato socialista y la calidad y modo de mostrar sus argumentos son envidiables. Ahí está su baza pero la duda es si en este tipo de actos electorales y con la crispación política existente, el “necesitamos tensión, más tensión” de la “pillada” televisiva a Zapatero en la previa de la entrevista con Gabilondo, en este caso con su hermano Iñaki, es no solo recomendable sino interesa a la estrategia de los socialistas.

Pablo Iglesias tiene todas las papeletas para ganar esta noche. Tiene los recursos, habilidad para el golpe de efecto y el truco sin reservas ni moralinas para poner a la candidata Ayuso al borde del precipicio. Se esperan denuncias políticas duras contra el PP y ataques frontales a Ayuso por parte del candidato morado. Ahí estará una de las claves del debate, en el cómo responderá Ayuso o si ira la presidenta de Madrid irá solo a pasar el trámite y el cáliz de la amargura. En definitiva, como decíamos antes, si sale al campo a perder por la mínima avalada por los goles del partido de ida, de las encuestas.

La candidata Mónica García de Más Madrid puede, en mi opinión, quien más allá de que salga victoriosa o no, rentabilizar más el debate en pro de sus intereses. La precampaña ha demostrado como por ser quien más debía de ganar en visibilidad y conocimiento, este proceso la está catapultando día a día. Cae bien, es respetuosa pero también crítica, tiene una oferta fresca y el espacio de la moderación a la derecha de Iglesias y a la par de izquierda-izquierda a la diestra del PSOE atrae a un electorado importante.

El candidato de Ciudadanos, Edmundo Bal, lo tiene muy difícil. Sale a la desesperada: o sube al 5 % o al abismo y a una más que segura desaparición de su partido. Es quien más atenazado estará por las consecuencias perversas para el futuro naranja en clave nacional. El peso de las encuestas, la centralidad que en Madrid parece que hoy vende poco, el síndrome de Estocolmo con respecto al PP que le hace decir que a pesar de las humillaciones y opas recibidas, apoyará a Ayuso para que sea presidenta… todo eso configura una red que le ahoga y de la que será difícil que salga bien parado, a pesar de la cualificación política, alta, y de sus discurso, serio y con contenido, que mantiene Bal.

Monasterio, sin espacio y desdibujada en pre campaña

Por último Rocío Monasterio, la candidata de Vox. Puede ser la gran perjudicada, ella y su formación. Durante la precampaña ha defraudado mucho. Ha decepcionado pues ha evidenciado que una cosa es hablar desde la tribuna de la Asamblea de Madrid (hablar o disparatar, según se mire) o en entrevistas o atriles sin campaña por medio y otra, muy diferente, es hacerlo haciendo pedagogía electoral. Floja, muy floja en entrevistas y mítines, Monasterio y su formación han sido fagocitadas por Ayuso y su discurso derechista. Se ha quedado sin nada que ofrecer que la distinga de Ayuso y en ese caso el electorado apuesta por yegua ganadora. Puede caer en la tentación de ir a por la burrada más grande, a medir quien la tiene más grande, si ella o la presidenta, a mostrarse más extremista que nunca. Eso encierra el peligro de pasarse tanto de frenada que ahuyente y asuste a parte de su electorado que busque refugio en derecha dura pero no tanto como el PP. Ese escenario es ansiado por la izquierda que cree en el milagro de que la formación de Abascal caiga por debajo del 5 %, eso y sin diputados de Ciudadanos, le daría la mayoría a las fuerzas progresistas. Pero siendo posible es poco probable, este último escenario.

Así las cosas y con un 20% de indecisos y con diferencias entre bloques de1, 2 ó 3 diputados, el debate promete. Puede ser decisivo, puede ser determinante, puede ser vital, podría ser crucial o como diría M. Rajoy “…o no”. Alea jacta est.