Esta semana se ha cumplido un año de la terrible DANA que azotó la Comunidad Valenciana dejando tras de sí 229 fallecidos y daños inconmensurables, una efeméride que ha servido para llamar la atención sobre dos aspectos: la necesidad de depurar responsabilidades por la negligente gestión de la Generalitat Valenciana y la importancia de aprender de lo sucedido para que algo así no vuelva a ocurrir. 

Sobre este último punto ha alertado Acción contra el Hambre, cuyo equipo de emergencias tuvo que desplegarse por vez primera en territorio español en esa ocasión.  "Fuimos una de las primeras organizaciones en llegar a la zona cero y, un año después, seguimos allí”, recuerda Noelia Monge, responsable de este grupo de la ONG, que narra que mucho de lo que aprendieron en otros países donde han intervenido por desastres naturales como terremotos, huracanes o inundaciones lo han podido aplicar en la región valenciana. 

La entidad, que ha publicado un informe detallado sobre su intervención en esta catátrofe, llama la atención sobre las medidas que pueden adoptarse para que esto no pase nunca más. 

En este sentido, subraya la importancia de los sistemas de alerta temprana (SATs). Según Naciones Unidas, estos pueden reducir hasta en un 30% el impacto de fenómenos extremos, por lo que se ha fijado el objetivo de que en 2027 todas las personas del planeta estén protegidas por este tipo de alarmas. La inversión prevista para ello ronda los 3.100 millones de dólares en cinco años, lo que supone apenas 50 céntimos por persona.

Que los SATs salvan vidas lo corrobora esta organización no gubernamental, que cuenta con una amplia experiencia en preparación ante desastres desarrollada a lo largo de 30 años de trabajo, durante los cuales han puesto en marcha múltiples proyectos orientados a fortalecer la resiliencia y reducir la vulnerabilidad frente a amenazas naturales y climáticas. En este contexto, recuerdan desde la organización, su experiencia con el Pastoral Early Warning System (PEWS), operativo en el Sahel desde 2007, y cuyo fin se basa en anticipar déficits de agua y pastos, emitir alertas y movilizar recursos antes de que las sequías o con el sistema de monitoreo y alerta frente a inundaciones en la cuenta del río Achiguate de Guatemala. 

Sin embargo, para lograr que los sistemas de alerta sean eficaces, Acción contra el Hambre advierte de que hay que tener en cuenta cuatro aspectos clave:

1. Comprender los riesgos: No basta con saber que puede llover, aseguran, sino que hay que saber dónde, cómo y a quién afecta más. Esto implica, dicen, actualizar mapas de inundación, usar índices de vulnerabilidad que incluyan factores sociales y económicos, y reforzar la colaboración entre instituciones, en especial aquellas de carácter científico y académico. “Los escenarios de riesgo deben actualizarse de manera periódica, y ser comprensibles para autoridades y ciudadanía”, subraya la responsable de emergencias de esta ONG. 

2. Monitoreo y predicción: Es preciso una mayor y mejor distribución de sensores de caudales y altura de agua. Asimismo, la entidad recalca que son claves los modelos de pronóstico, inteligencia artificial y herramientas de geolocalización en tiempo real de las llamadas de emergencias. “La DANA nos enseñó que las alertas tempranas salvan vidas, pero solo si detrás hay un proceso claro: quién monitorea, con qué frecuencia, qué indicadores se usan y qué umbrales activan una acción”, enfatiza Monge. Es importante, por tanto, implementar un intercambio de datos mucho más ágil entre la AEMET, las Confederaciones Hidrográficas, Protección Civil y los municipios, además de fomentar entre la ciudadanía una cultura de seguimiento directo de indicadores de riesgo a través de fuentes de información rigurosas y que se actualicen de forma permanentemente. 

3. Difusión y comunicación. Desde Acción contra el Hambre resaltan que se necesitan protocolos que distingan avisos meteorológicos de alertas de emergencia. Los mensajes han de ser progresivos y han de distribuirse a través de múltiples canales: SMS, radio, redes sociales, e, incluso, puerta a puerta. En este contexto, la responsable de Emergencia de esta organización indica que de la DANA "aprendimos también que cada alerta debe ir acompañada de pautas prácticas: qué hacer, dónde refugiarse, qué ruta tomar, ..." De ahí, que aconseje "realizar campañas educativas y simulacros periódicos con población, escuelas y empresas; y capacitar a autoridades locales y cuerpos de emergencia en interpretación de alertas”.

4. Preparación y respuesta. Por último, esta ONG incide en la necesidad de tener protocolos claros por fases, que recojan qué hacemos en las primeras 24, 48 o 72 horas; de contar con unidades municipales de emergencia; y de coordinarse, tanto entre instituciones, como con el sector privado. "Esto marca la diferencia en el terreno", apunta Monge, añadiendo que de la DANA "nos quedó una enseñanza muy concreta: la de que la coordinación es determinante". "Cuando los roles y recursos están definidos, la respuesta es más rápida y más eficaz”, expone. 

Desde este equipo especialista en Emergencias insisten en que la preparación no es un lujo, sino una necesidad. "Prepararse es responder y ha de hacerse con mapas claros, diagnósticos completos y escenarios realistas", resumen, insistiendo en que las alertas deben ser claras y prácticas. "No bastan los avisos, tiene que haber instrucciones y estas han de ir acompañadas de simulacros periódicos que involucren de forma general a la ciudadanía", aclaran, antes de concluir: Los protocolos han de estar definidos, debe haber unidades locales y colaboración público-privada, pues la coordinación lo cambia todo".

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