F5. F5 es lo que ven cada día los vecinos de un edificio de Benetússer cuando pasan frente a su ascensor. El pasado 29 de octubre de 2024 la DANA, ese tsunami de agua y lodo que segó la vida de 229 personas, destruyó todo lo que encontró a su paso en L’Horta. Coches, garajes, mobiliario urbano, casas y edificios sucumbían ante la imparable fuerza del agua. En todos esos edificios, los ascensores se estropearon. Ha pasado un año, y miles de vecinos de los municipios afectados sigue sin poder utilizarlos.

Para alguien joven el subir escaleras puede parecer que no es para tanto, pero en esos edificios vive gente anciana, padres con bebés y los consiguientes carritos, gente con falta de movilidad o simplemente alguien que se ha hecho un esguince. Miles de personas que tienen que subir tramos y tramos de escaleras cargados como burros para hacer algo tan cotidiano como subir la compra.

Y mientras los ciudadanos apechugan, en la Generalitat Valenciana se les llena la boca a sus dirigentes hablando de reconstrucción. Una reconstrucción, por cierto, a la que el presidente valenciano, Carlos Mazón, fió su continuidad. Pues bien, ElPlural.com se ha centrado en los ascensores, como podía haberlo hecho en las calles que sigue sin asfaltar, los semáforos que no funcionan o los negocios que no han podido reabrir. Esta es la realidad que viven diariamente miles de valencianos:

Susana Pons es vecina de la localidad de Benetússer, junto a su ascensor, con el famoso F5 parpadeando sin cesar no explica: “Llevamos sin ascensor desde el 29 de octubre del año pasado. Desde el día de la DANA. Nuestro ascensor estaba en el primer piso, y el otro ascensor de esta comunidad estaba en el menos uno. Los dos ascensores estaban para cambiar enteros. Vinieron y los pusieron nuevos en agosto, el 8 de octubre vinieron a hacer una revisión, y ahora estamos esperando a una segunda revisión para la puesta en marcha”. Y lo peor, es que no saben cuándo harán la segunda revisión.

En el día a día, Pons explica que no tener ascensor supone, en su caso que tiene dos hijos, “todos los días subir y bajar. La compra, no puedes hacer una compra semanal porque tienes que subirla. En nuestro caso más o menos bien, pero en este edificio hay gente que tiene bebés que no pueden subir el carro, hay gente con movilidad reducida. Hay una mujer que le dio un ictus en pandemia y casi no baja. Somos 32 vecinos, imagina todas las casuísticas”.

Nos cuenta la historia de uno de los vecinos que padecía Alzheimer y que tras la DANA, además, se rompió el coxis, lo que supuso un punto de inflexión para su familia que ha tenido que ingresarlo en una residencia porque, entre otras cosas, sin ascensor no podía salir para nada de su casa.

Algo en lo que nadie se fija en estos casos es en las mujeres de la limpieza. “Poco se habla de eso”, afirma Susana Pons, quien nos explica que en su edificio “las chicas pidieron que si nos acordábamos sacásemos todos los martes un cubo de agua en cada rellano para que ellas no tuvieran que estar subiendo cargadas con los cubos los cuatro pisos para limpiar tanto la escalera como los rellanos. Y quien se acuerda lo saca”.

Preguntada por la cara que se le queda cuando escucha a Gan Pampols y a Mazón hablar de la reconstrucción, Susana Pons afirma tajante: “Realmente no estamos viviendo la misma realidad. Yo lo veo en el camino al colegio de mis hijos. Lo que yo veo es miseria, que nos están dando muchas ayudas, pero no dejan de ser ayudas porque yo tenía un coche pagado y ahora tengo un crédito por mi coche. No dejan de ser ayudas porque ahora tengo una deuda que no tenía. Y luego, además, todo lo que se ve… personas rotas, bajos que no han entrado todavía que se ve por debajo el lodo y la basura, y no han entrado, bajos que no tienen persianas y se pueden meter los niños donde hay cristales. Todo eso es lo que veo yo de camino al colegio, las calles sino asfaltar. Veo mi realidad y ellos ven la suya.

Otra vecina de un edificio cercano cuenta que tras la DANA sus hijos tenían mes y medio el pequeño, y no llega a dos años la mayor. Ambos se pusieron enfermos de broquiolitis a los 15 días de la barrancà. No tenían coche, se lo había llevado el agua. Ella no podía bajar porque le daba pecho al bebé, y éste demandaba pecho cada media hora, y con las calles llenas de barro era peligroso. Ante la pregunta de cómo lo ha llevado, la respuesta es clara: “Sobreviviendo”. Al menos en su edificio, a diferencia del de Susana Pons, tienen un patio grande donde podían dejar los carros, ya que en el de Pons llevan un año teniendo que subirlos a las casas por las escaleras porque no caben en el patio.

Esta vecina se enfada cuando escucha a la gente decir que todo está bien porque los comercios han reabierto. “Vive así, sin ascensor y con dos bebés un año viviendo en un tercero. Es muy cansado. Es agotador. Cuando sonó el EsAlert la última vez tenía las sillas de los niños en el coche y me las subí. Es más, la última vez como era el puente del Pilar no fuimos de aquí pitando. Tenemos miedo cada vez que truena. Supongo que no volverá a pasar, pero es que ha sido duro, duro”.

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