El abandono momentáneo de ERC de la mayoría parlamentaria que habitualmente sostiene a Pedro Sánchez en la Moncloa no tuvo efectos prácticos y el decreto de medidas económicas fue validado sin necesidad de contar con sus votos. No es la primera vez que los republicanos escenifican su distancia con el Gobierno PSOE-Podemos, ya sucedió con su voto negativo a la reforma laboral, ni presumiblemente será la última. Estas decisiones tienen un elevado coste político para su posición como partido de izquierdas, pero son imprescindibles para defender su credibilidad como fuerza independentista, puesta en entredicho permanentemente por sus adversarios del mismo campo. La práctica de esta política, que exige el reequilibrio al día siguiente de la descompensación, convierte a Pere Aragonés en Sísifo, cumpliendo pena por sus contradicciones. 

El amago continuo de romper con Sánchez es el ejercicio político ideado por ERC para disponer de un mínimo margen de maniobra y defender así su política diferencial respecto de Junts, que no es otra que la relación crítica con el gobierno central para justificar su apuesta del diálogo institucional como vía alternativa a la unilateralidad y la desobediencia. De perder esta posición, solo la historia del siglo pasado separaría a ERC de Junts. Los sondeos avalan hasta la fecha esta maniobra de doble sentido de Pere Aragonés y su partido. Por otra parte, la inestabilidad es asumida resignadamente por Pedro Sánchez, muy necesitado de un independentismo dividido para mejor contemporizar con el paso del tiempo y sus limitaciones constitucionales ante el reto catalán.

El debate se repite en Cataluña al día siguiente de cada mini ruptura con Sánchez. ¿Es este el aviso definitivo de ERC a Sánchez o es una simple reafirmación de su permanente disgusto por la parsimonia del PSOE en la mesa de negociación? La negociación, presunta o real, es la gran esperanza de Aragonés para la avalar la singularidad política de su posición y es, también, la bandera de Sánchez para demostrar ante la comunidad internacional que su posición es claramente diferente a la del PP. Uno y otro, con perspectivas muy diferentes y casi contradictorias, han abrazado el concepto del diálogo y han comprometido tal vez sus carreras o buena parte de ellas en la habilidad propia y la del otro para no romper el cántaro. Aun sin saber ni compartir de qué esperanza van a rellenar dicho cántaro, llegado el momento.

El otro interrogante del debate es comparativo. ¿Cuál de los dos tiene menos margen de maniobra o quien está más peligrosamente en manos del otro? Lo que busca Aragonés (algún avance en la negociación) solo se lo puede dar Sánchez, mientras que el interés de Sánchez en esta ecuación (mantener vivo su gobierno) puede obtenerlo sin ERC, como ha quedado demostrado, con todas las peripecias y sudores imaginables. Y los dos coinciden en tener el factor de mayor inestabilidad en casa. Podemos por razones ideológicas y Junts por simple animadversión personal y colectiva con los republicanos constituyen sus quebraderos de cabeza más relevantes, aun disponiendo de cuotas de poder muy diferente en los respectivos gobiernos.

En el caso del gobierno de la Generalitat, la discrepancia entre los socios y la profundidad de la misma, ha llegado al extremo de haber contratado a un mediador externo para evitar paliar la tensión interna. Según ha publicado Crónica Global, el departamento de Presidencia contrató en febrero los servicios de la Associació per a la Promoció de l’Acció i la Psicología Comunitària, empresa especializada en mejorar el ambiente entre los empleados. Difícilmente estos asesores podrán suavizar la presión que van a ejercer Junts, la CUP y las entidades independentistas sobre ERC de no obtener la cabeza de la ministra de Defensa, Margarita Robles, por el espionaje sufrido por decenas de dirigentes del movimiento soberanista.

El gobierno Sánchez ha negado hasta ahora esta contrapartida personalizada exigida por los republicanos para satisfacer su irritación con el Estado, ofreciendo como alternativa la información y la investigación de los hechos. Superada la votación del decreto económico, las prisas de Sánchez por restablecer el equilibrio se atenúan, pero no las de Sísifo por empujar cada día hasta el balcón de la Generalitat la piedra de su arriesgada política de amenaza de ruptura con el gobierno central para salvar el diálogo con este mismo gobierno.