Tras los últimos disturbios en Barcelona, el PSOE ha hecho llegar de manera discreta un mensaje al PSC: o controlan a la alcaldesa de Barcelona o el actual pacto de gobierno deberá romperse. En las filas socialistas catalanas ha empezado a escucharse un uy uy uy sordo, pero constante.

Cuando Jaume Collboni era secretario general de la AJEC (Asociación de Jóvenes Estudiantes de Cataluña) fue descubierto por dos de los socialistas más importantes en aquellos años. Nos referimos a Pepe Álvarez, por entonces Secretario General de la UGT en Cataluña y actual secretario general de la UGT de España, y Miquel Iceta, que no ha dejado nunca de ser el poder en la sombra en el partido hasta llegar a su actual situación como primer secretario.

En aquellos tiempos, Collboni destacó por dos cosas: su militancia activa en el llamado lobby rosa del PSC y su capacidad para saber llegar a acuerdos. Forma parte de la generación BlackBerry, los herederos de aquellos Young Lions de los que formara parte Iceta y que han dado no pocos dirigentes al socialismo catalán. Tras el fiasco que supuso para el PSC la pérdida de la alcaldía de Barcelona a manos del convergente Xavier Trías, la estrategia socialista de cara a la recuperación de la capital catalana se vio complicada por los malos resultados que el partido obtuvo en todos los frentes.

El chico de la UGT y la antisistema

Delante de ellos se levantaban dos muros en apariencia insalvables: el de un debate independentista que, prácticamente, no dejaba resquicio para otra cosa y, no menos importante, el auge de nuevas formaciones que, más allá del PSC, surgían a su izquierda. Ahí destacaba Ada Colau, heredera de aquella Iniciativa que pactaba como el hermano pequeño de los socialistas y a la que se le daban algunas migajas del pastel para que no protestase. Colau, que llegó a enfrentarse a tótems iniciativeros potentes como Imma Mayol, concejal barcelonesa y esposa del conceller de interior Joan Saura, reivindicaba una nueva versión comunista, un aggiornamento de las viejas tesis del PSUC, que nunca asimiló que el socialismo de Felipe González y Alfonso Guerra pasara por delante en votos y apoyos al comunismo de Santiago Carrillo y López Raimundo.

Las viejas heridas no estaban cicatrizadas y, así pues, cuando Colau obtuvo la alcaldía de Barcelona, más por demérito de los otros que no por votos y mérito propio, los puentes parecían estar prácticamente rotos entre el partido de Iceta y la formación de Colau. La alcaldesa se había despachado a gusto antes de acceder al cargo contra el PSC. Los tildó de mafia, de vieja política, de corruptos, les afeó el referéndum de la OTAN, su alianza con el capital y la banca, el GAL. Dijo, en fin, todo lo que Julio Anguita et altri habían estado mascullando acerca de los “rojos pálidos” en los últimos cuarenta años. ¡Quién les iba a decir a Collboni y Colau que acabarían haciendo un mariàge de raison al cabo de solo doce meses!

Pactar por pactar, es tontería

Colau ha tenido que rendirse a que lo suyo no es gestionar un ayuntamiento como el de Barcelona. No cuenta más que con gente que no va más allá de la provocación, el escándalo o las malas prácticas (Véase el caso de Jaume Asens y sus presuntas llamadas a una abogada para que no pidiera la cárcel a un mantero acusado de agresión a un policía local). Por otra parte, las CUP han resultado un aliado incomodísimo. Uno no puede estar pidiendo que les corten el cuello a los empresarios por la mañana para, por la noche, asistir a una cena con un grupo de empresarios que vienen a invertir en Barcelona. Cuando se es alcalde, o se hace lo uno o se hace lo otro.

Por todas ésas razones y debido a la habilidad de Collboni a la hora de tejer acuerdos, la alcaldesa ha llegado a un pacto de mínimos con los socialistas. No será un camino de rosas, dicen algunos dirigentes socialistas, como bien se ha visto en los últimos días. La postura ambigua de Colau acerca de los manteros, del orden público o de los ocupas ha causado una profunda inquietud en el PSC y en la calle Ferraz, donde observan con preocupación la deriva que está tomando el recién nacido pacto con la marca blanca de Pablo Iglesias en Barcelona. “Pactar por pactar no, y menos si esto desgasta al partido en campaña”, decía severamente un dirigente próximo a Pedro Sánchez. Miquel Iceta, imperturbable, respondió con la vieja frase de Andreotti: “Gobernar desgasta, pero desgasta mucho más estar en la oposición”.

De momento, Collboni y su equipo gozan del apoyo por parte del PSC y el PSOE, aunque a éste último le rechinan los dientes cada vez que Colau se descuelga con una de sus ocurrencias. Dicen que el vicealcalde barcelonés se muestra tranquilo y confiado. “Barcelona será el punto de partida para relanzar al partido en Cataluña, y cuando las cosas nos van bien aquí, al PSOE, también”, afirma. Algunos de sus partidarios lo comparan con aquel Pasqual Maragall al que el propio Felipe definió como la gota malaya.

Hay una notable diferencia, sin embargo. Cuando se pronunció la célebre frase, Felipe era presidente del gobierno y Pasqual alcalde de Barcelona. Ambos indiscutidos y sin rival ni dentro ni fuera de sus partidos. Va a ser que ahora no es lo mismo, así que ya se verá como acaba el sainete. ¿Habrá divorcio a la italiana?