El presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy Brey, suele ser un hombre puntual. Que alguien como él llegase con tanto retraso a su despacho con el rey Felipe VI en el mallorquín palacio de Marivent fue debido a una lumbalgia.

Aunque es evidente que nada nos lleva a pensar ni tan siquiera en la posibilidad remota de que debamos recorrer a ningún “equipo médico habitual” para que nos informe sobre el estado de salud de Mariano Rajoy, conviene recordar que la lumbalgia es una enfermedad conocida también como lumbago, dolor lumbar o dolor lumbosacro, consistente en un dolor en la parte inferior de la espalda, correspondiente a la zona lumbar de la columna vertebral y que afecta alguna parte de la zona que se extiende desde la parte más baja de las costillas posteriores hasta la zona más baja de los glúteos, con o sin compromiso de las extremidades posteriores.

Su causa u origen suele derivarse de raíces nerviosas, músculos, ligamentos, estructuras fasciales, vértebras y discos intervertebrales, así como de los órganos de la cavidad abdominal. Se suele deber a causas biodinámicas, como traumatismos, esguinces o torceduras por estiramientos excesivos, capacidad muscular disminuida o falta de flexibilidad, mal uso o control muscular, mala postura, degeneración, hernia o rotura de discos intervertebrales, ciática, exceso de peso; también puede tener su origen en las enfermedades inflamatorias de las articulaciones, las fracturas por osteoroposis y los trastornos gastrointestinales.

Rajoy: “En este momento yo me dedico a gobernar, que es mi obligación, y cuando llegue la hora de hacer política, la haremos”

Dicho todo esto, tal vez con la intención de evitar en el futuro más inmediato cualquier riesgo de una nueva lumbalgia por falta de flexibilidad, el propio Rajoy declaró, a su salida de su habitual encuentro estival con el rey y a modo de respuesta a qué medidas políticas tenía previstas antes de la convocatoria y celebración del referéndum secesionista catalán del próximo día 1 de octubre, dijo que “antes no soy partidario de hacer nada”, para a continuación pasar a añadir algo tan obvio como difícilmente interpretable: “En este momento –dijo Rajoy- yo me dedico a gobernar, que es mi obligación, y cuando llegue la hora de hacer política, la haremos”.

Nada de nuevo, por tanto, a falta tan solo de un par de meses para el día 1 de octubre. Sin duda alguna Mariano Rajoy espera y desea que el conjunto del movimiento secesionista catalán se cueza en su propia salsa y que con ello se extinga, ya sea de forma definitiva o temporal, de manera total o parcial.

Mucho me temo que nada será como Rajoy espera y desea. “La hora de hacer política” llegó hace ya mucho tiempo y por desgracia fue desaprovechada por unos y otros. Antes que el actual conflicto institucional y político se convierta o derive de verdad en un conflicto social y ciudadano, de fractura y confrontación interna de la sociedad catalana y de enfrentamiento entre una parte de ella y el resto de la ciudadanía española, antes que los extremistas de un signo u otro puedan prender la llama de la violencia y ya no quede lugar ni hora para la política, un verdadero responsable político con noción y responsabilidad de Estado –y cualquier presidente del Gobierno lo es o al menos debería intentar serlo- está obligado a actuar políticamente. Aunque tenga lumbalgia, posiblemente por falta de flexibilidad, o su inacción política pueda provocársela.