No, no es simplemente cansancio o fatiga. Tampoco aburrimiento. Es hastío. Es disgusto, tedio. Es hartazgo. Así nos disponemos a iniciar el nuevo curso político, que amenaza con ser un interminable día de la marmota. Tanto en el conjunto de España como en especial en Cataluña.

Los de mi edad nos pasamos tantos años ansiando poder votar que resulta extraño que ahora nos rebelemos ante las más que probables nuevas convocatorias electorales.

En Cataluña comenzamos a estar ya habituados a estas cosas, tras la celebración de diversos comicios anticipados con los que finalmente Artur Mas tuvo que retirarse –o “echarse a un lado”, como de forma un tanto eufemística dijeron y dicen aún algunos de sus seguidores, que sigue habiéndolos por muy raro que me parezca.

Pero es que lo de Mariano Rajoy es ya de traca: es el primer presidente en funciones de nuestro actual sistema democrático que ha sido derrotado en su intento de investidura, lleva más de ocho meses como presidente funciones y mucho me temo que puede seguir así algunos meses más, en una prolongación de su mandato presidencial que podría incluso llegar a superar un año, si finalmente se convocan terceras elecciones generales el próximo diciembre, esto es un año después de las primeras, las del 20D, y casi cinco meses después de las segundas, las del 26J.

Rajoy es elprimer presidente en funciones de nuestro actual sistema democrático que ha sido derrotado en su intento de investidura

El nuevo curso político catalán se inicia con la Diada. Una Diada que este año se presenta más embrollada aún que las de estos últimos años. También entre los sectores independentistas cunde el hastío, el cansancio, la fatiga, el aburrimiento, el tedio, el disgusto y sobre todo el hartazgo. Son ya muchos, demasiados años de promesas cortoplacistas reiteradamente incumplidas, este utópico viaje a Ítaca se ha convertido en una ruta tan impracticable como interminable, y en cualquier caso la ilusión puede convertirse no solo en decepción y frustración sino también en ira contra aquellos que les han conducido a este callejón sin salida.

Mientras, en el conjunto de España, y con mayor intensidad en el País Vasco y en Galicia por obvias razones electorales propias, seguimos a la espera de saber si existe una fórmula viable para que se pueda proceder a una investidura presidencial sin tener que recurrir a la convocatoria de nuevas elecciones generales. Parece esto algo no ya difícil sino poco menos que imposible, muy poco probable. Son consecuencias de pasar de repente del imperfecto sistema bipartidista vigente en España desde un nuevo mapa político más plural, con mayor número de formaciones de peso en las Cortes y, por tanto, con muchas más dificultades para que se puedan alcanzar pactos que garanticen estabilidad y gobernabilidad sino incluso para lograr simples acuerdos de investidura presidencial.

El hastío posvacacional que sufrimos, esta explosiva mezcla de tedio, fatiga, cansancio, aburrimiento, disgusto, saturación y hartazgo, solo tiene un remedio, que pasa por asumir, cada cual desde su posición y en la medida de sus posibilidades, que para pactar o acordar no basta con negociar, ya que es imprescindible dialogar y transaccionar. Es lo que, en circunstancias sin duda alguna mucho más adversas que las actuales, todos cuantos hicieron posible la transición de la dictadura a la democracia. Una transición imperfecta, como todo, pero que nos ha permitido vivir casi cuarenta años no solo en paz y en libertad sino con evidentes progresos de todo tipo.