Les invito al señorito Carles Puigdemont y al caballero Artur Mas a que lean a Nicolás Maquiavelo para refrescar su memoria .

Hete aquí lo escrito por el político y filósofo nacido en Florencia (1469-1527), en el capítulo de “El Príncipe” dedicado al modo en qué deben gobernarse las ciudades o principados que, antes de ser ocupados por un nuevo Príncipe, gobernaban con sus leyes particulares.

Son tres las propuestas de Maquiavelo para subsistir en ese empeño: arruinar a los otros, ponerse a vivir entre ellos o mantener sus leyes, pero con la obligación de pagar una contribución anual, creando a la vez un Tribunal que los mantenga a raya.

¡Qué curioso! Hoy, casi quinientos años después, con leyes muy particulares del Parlament de Catalunya es como ahora quisieran gobernar los independentistas. Recuerden los que ignoran a los Tribunales, como hacen los independentistas catalanes, que su objetivo es quedare con el santo y la limosna. Y a vivir que son dos días.

Pero lo único que han conseguido por ahora es que las empresas catalanas más potentes tengan que huir de su patria chica. Los casos de las dos principales compañías del cava, que aún no han tomado la decisión de abandonar, Freixenet y Codorniu, son de libro.

Lo único que han conseguido por ahora es que las empresas catalanas más potentes tengan que huir de su patria chica

Sufrieron el duro boicot que se dictó contra los productos catalanes instigado por Esperanza Aguirre, provocando un descenso en sus ventas, rechazo a su publicidad, botellas retiradas de los escaparates… Y ahora vuelven a tener una incómoda situación que además puede acabar siendo un castigo para sus trabajadores, como puede ocurrir en otros sectores del mundo laboral.

Por cierto, Jordi Pujol escribió el 10 de octubre de 2013, en el subvencionado periódico independentista El Punt Avui, que Cataluña con España tiene un problema de poder político y de identidad y, sobre todo, de respeto. “Hace falta que los catalanes nos hagamos dignos de respeto y que sepamos también respetar.” Unas frases muy bonitas. Pero, ¿cómo puede reclamar Pujol esta actitud, sin preguntarse si él mismo ha respetado también a todos sus conciudadanos?