Mediapro se está convirtiendo en la empresa de referencia del soberanismo. Para ser más precisos, Jaume Roures y Tatxo Benet, dos de los tres fundadores de esta potente empresa audiovisual, actualmente con mayoría de capital chino, se están convirtiendo en los ángeles de la guarda de las últimas iniciativas del soberanismo, tanto el oficial como el de izquierdas. Benet es uno de los treinta sabios que están repensando la Cataluña de 2022 por encargo del gobierno de la Generalitat y Roures brilla como uno de los  apoyos del Institut Soberanies, un think tank creado por gentes de los Comunes y la CUP, la mayoría ex dirigentes de estas formaciones.

El activismo personal de los propietarios de Mediapro es paralelo al de su influencia en TV3, en la que gozan de un respeto reverencial tanto por sus orígenes como por su actual potencia empresarial, redondeada, recientemente, con su adquisición de El Terrat, la productora de FAQS, el programa de mayor sesgo independentista de la televisión catalana, que es mucho decir dados los estándares medios de esta deriva en la cadena. El nuevo conglomerado también tiene una enorme influencia en la producción televisiva de las grandes cadenas privadas españolas, pero ahí no ejercen de militantes independentistas.

El conglomerado Mediapro-Imagina ha rondado siempre el poder político en busca de proyectos, como la mayoría de las empresas del sector. Desde Media Park, un centro de producción audiovisual donde se mezclaba los nombres de Aznar, Pujol y Telefónica; a la gran operación de La Sexta, con los socialistas en La Moncloa; pasando por su interés frustrado por la cabecera del Avui, con el tripartito catalán; o los múltiples acuerdos con el Ayuntamiento de Barcelona sea cual fuere el nombre del alcalde, siendo el último ejemplo el concierto de los balcones durante el confinamiento, anulado antes de nacer por Ada Colau por temor al escándalo.

La participación de Benet en la comisión de expertos creada por Quim Torra para repensar Cataluña por enésima vez; y la presencia de Roures en el proyecto Soberanies, liderado por Xavier Domènech, ex diputado de los Comunes y Quim Arrufat, ex diputado de la CUP, para impulsar el proyecto siempre pendiente de tender puentes entre las fuerzas de la izquierda soberanista, culmina el proceso de alineación personal de ambos. Tatxo Benet complementa esta actividad con su faceta de mecenas cultural, invirtiendo como socio mayoritario en el relanzamiento de Ona, un librería inaugurada en 1962 por Espar Ticó, un nacionalista de la vieja escuela pujolista, ahora recuperada en una impresionante sede pensada como centro cultural para la oferta en catalán.

La empresa que les ha convertido en millonarios, y de la que todavía disponen de un 12% por cabeza, ya venía siendo la productora preferida por TV3 a la hora de encargar sus temas preferidos y más delicados. La trilogía documental sobre el Procés quedará para la historia como la versión oficial del independentismo sobre lo ocurrido en Cataluña a partir de septiembre de 2017 hasta el juicio de los dirigentes independentistas en el Tribunal Supremo. Mediapro ha compaginado su potencia de fuego financiera con la práctica benéfica de ofrecer refugio laboral directo o indirecto a algunos directivos de los medios públicos catalanes cuando han abandonado sus responsabilidades en la corporación. Ahora también, ha contratado como abogado al ex consejero de Interior, Quim Forn, para que pueda salir de la cárcel donde cumple condena.

Roures y Benet fraguaron su negocio desde las áreas de producción y deportes de TV3, allí descubrieron las posibilidades de las retransmisiones deportivas para terceros y el enorme océano de los derechos televisivos en el que zambullirse. En 1994 fundaron su empresa, convertida actualmente en uno de los gigantes audiovisuales europeos, presente en numerosos países y en cientos de cadenas de televisión, especialmente dominante en el sector de los derechos de retrasmisión deportiva. Su protagonismo individual ha aumentado tras la toma de control de Mediapro por parte de Orient Hontai Capital, tanto en el mecenazgo político y cultural, como en su activismo político interviniendo personalmente sus plataformas mediáticas para defender sus posiciones u ofreciéndolas a sus proyectos protegidos.

Mediapro arrastra desde el primer día la sombra holandesa, en la que se pierde el rastro de tantas sociedades. Desde hace unos años, les viene pisando los talones el departamento de Justicia de los Estados Unidos por diversos casos de corrupción en el mundo de los derechos de televisión del fútbol. El tercer fundador de la empresa, Gerard Romy, ya jubilado, tiene pendiente una acusación de 20 años por sobornos en un juzgado de Nueva York, y en 2018, el propio Tatxo Benet tuvo que firmar un documento asumiendo entramados corruptos vinculados con el Fifagate, pagando una multa de 20 millones de dólares para evitar males mayores. El caso judicial sigue vivo y de seguirse con la actual tradición de la política independentista, pronto podría convertirse en un ataque de la justicia americana a Cataluña.

También está pendiente de verse como se traducirá el interés empresarial de Mediapro y el interés político de Roures y Benet por el Barça. Benet ensayó durante once años como primer accionista en la UE Lleida, hasta que en 2011 abandonó el club que al poco entró en concurso de acreedores. De conseguir materializar su presencia en el Barça, solo les quedaría obtener influencia en La Caixa para cerrar el círculo del poder en Cataluña. Este déficit en Caixabank (y también su decantamiento por el independentismo) explican uno de sus últimos fracasos en el mundo de los medios de comunicación (que nunca les ha sido propicio), la adquisición del Grupo Zeta.