La Comunidad de Madrid ha desatado una fuerte polémica en el ámbito educativo tras ordenar a colegios públicos y concertados que eliminen cualquier símbolo de apoyo a Gaza. La instrucción, transmitida de manera verbal por la inspección de Educación, ha generado malestar entre docentes y colectivos sociales que consideran la medida una forma de censura en las aulas. La decisión, que afecta tanto a carteles como a murales o iniciativas impulsadas por el alumnado, contrasta con la postura adoptada en 2022, cuando el Gobierno regional no solo permitió sino que promovió activamente la solidaridad con Ucrania tras la invasión rusa.

Tal y como informa ‘El País’, fuentes del sector educativo confirman que las llamadas comenzaron la semana pasada y que se realizan directamente a los equipos directivos, con el objetivo de que desaparezca cualquier referencia visual o pedagógica al conflicto en Palestina. Una notificación que, siempre según el citado medio, se estaría produciendo de forma verbal, sin dejar constancia escrita, lo que incrementa la sensación de opacidad y arbitrariedad entre los afectados.

Asimismo, tras conocerse la noticia, Marea Palestina no ha tardado en reaccionar y convocar a todos los docentes que forman parte de la asociación a una reunión este miércoles a las 17.00 horas para tratar el tema y las posibles medidas que tomarán.

Por su parte, desde la Consejería que lidera Emilio Viciana han negado que se haya dado alguna instrucción general sobre banderas o cualquier otro aspecto. "Únicamente cuando las Direcciones de Área Territorial (DAT) conocen que algún centro quiere organizar actividades que pudieran tener relación con alguna cuestión política, recuerdan a los directores que los centros educativos deben ser absolutamente apolíticos", han insistido a Europa Press.

La doble vara de medir de la Comunidad: Palestina, no; Ucrania, sí

La polémica se agudiza por el contraste con la respuesta institucional que se dio tras la invasión rusa de Ucrania. En febrero de 2022, Isabel Díaz Ayuso proclamó públicamente que “Ucrania nos necesita” y su Ejecutivo impulsó campañas solidarias en los colegios madrileños. Solo unos meses después, en junio de ese año, la Comunidad organizó una recogida de alimentos y productos de higiene en 1.580 centros educativos públicos y concertados. El entonces vicepresidente y consejero de Educación, Enrique Ossorio, visitó incluso el CEIP Eduardo Rojo de Madrid para respaldar la campaña y felicitar a los alumnos por su participación.

En aquellos meses también se alentó a los escolares a expresar su solidaridad mediante murales y actividades simbólicas. Niños de apenas siete años pintaron mensajes de apoyo que decoraron los pasillos de sus colegios, y el profesorado respondió en clase a las dudas que planteaban los pequeños sobre la guerra. Ahora, en cambio, la instrucción de eliminar cualquier referencia a Gaza impide incluso gestos básicos de apoyo a las víctimas del conflicto.

Ayuso y Almeida blanquean el genocidio israelí pese al clamor social

El debate no se limita al ámbito escolar. Tanto la Comunidad como el Ayuntamiento de Madrid han exhibido en las últimas semanas un respaldo explícito a Israel que ha chocado con el creciente clamor social contra la ofensiva sobre Gaza. Ayuso acudió a la última etapa de la Vuelta Ciclista a España para saludar al equipo Israel Premier-Tech, en plena oleada de protestas pro-palestinas. Y el alcalde José Luis Martínez-Almeida negó que exista un genocidio en Gaza: “Para mí no hay un genocidio en Gaza… porque genocidio fue el del pueblo judío en la Segunda Guerra Mundial”. Sus palabras provocaron la reacción inmediata de la oposición, que desplegó pancartas en Cibeles con lemas como “Sí, es un genocidio” y “Stop al genocidio en Gaza”.

La estrategia de ambos dirigentes, coincidente en el apoyo sin fisuras a Israel, busca marcar perfil político en un momento de máxima tensión internacional. Sin embargo, colectivos sociales y organizaciones de derechos humanos insisten en que la ofensiva israelí ha dejado cerca de 65.000 muertos en menos de dos años, lo que justifica el uso del término genocidio. Además, critican lo que consideran una doble vara de medir: mientras se fomentó la empatía con Ucrania, se reprime cualquier expresión de solidaridad con Palestina en los colegios y en el espacio público.

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