Por fin la presidenta Susana Díaz despejaba ayer la incógnita del adelanto electoral. Ya era hora, le reprochaba la misma oposición que ha venido acusándola alternativamente tanto de querer adelantar como de no querer hacerlo.

El lejano tamtam de hace unas semanas era desde hace unos días un cercano y fastidioso tictac que retumbaba por todas partes. La política andaluza estaba abducida por el omnipresente tictac de un gigantesco reloj electoral cuyas agujas indicaban que la décima legislatura había llegado a su fin. Lo hizo a primeros de septiembre, cuando Ciudadanos anunció la ruptura aduciendo que el PSOE se negaba a cumplir el paquete de regeneración institucional incluido en el pacto de investidura firmado en 2015.

La primera vuelta

Serán, como tantas veces ha repetido Díaz, unas elecciones “con acento andaluz”, sí, pero con un fuerte aroma de elecciones generales, pues las autonómicas del próximo mes de diciembre tendrán mucho de primera vuelta de unas legislativas que, en función de los resultados andaluces, bien podrían adelantarse al primer trimestre de 2019.

Y es que lo que suceda en el sur el 2 de diciembre será interpretado como una premonición o un avance de lo que pueda ocurrir en las municipales, autonómicas y europeas de mayo, pero si al Partido Socialista le va bien puede que ello anime a Pedro Sánchez a interrumpir su maltrecho mandato y abrir las urnas en primavera.

De momento, el adelanto garantiza que las andaluzas no coincidrán con las generales y que aquellas no se verán absorbidas por el torbellino catalán, como sí habría sucedido de haber coincidencia, dado que la política de apaciguamiento de Sánchez con el independentismo es el flanco de ataque preferido por el PP y Ciudadanos y que el grueso del electorado andaluz es fuertemente españolista.

Todos se la juegan

Todos se la juegan en estas elecciones: el PSOE porque gobierna, y todo el que gobierna se la juega en unas elecciones.

Ciudadanos porque si no se empareja o adelanta al PP, se habrá derechizado en vano.

El PP porque tiene nuevo líder nacional y Andalucía será su primer gran combate oficial, con su público de toda España muy atento a la jugada.

Y, finalmente, Podemos e Izquierda Unida se la juegan porque estrenan confluencia y todo estreno es, por definición, arriesgado.

Las razones del adelanto

Lunes 8 de octubre. Seis y media de la tarde. Palacio de San Telmo. Hay más curiosidad que expectación entre los periodistas. La presidenta está a punto de comparecer ante los medios para confirmarles lo que en realidad todos saben casi al cien por cien desde el fin de semana y sospechan al ciento uno por cien desde hace semanas: el 2 de diciembre, elecciones. La campaña arrancará el 16 de noviembre y el Parlamento se constituirá el 27 de diciembre, víspera del día de los Inocentes.

Las razones aducidas por la presidenta tampoco fueron nuevas; si acaso, lo fue algún matiz por lo demás bastante obvio, como el de querer evitarle a Andalucía el trago de la inestabilidad que sufre España. Estas son, resumidamente a partir de sus palabras textuales, las razones expuestas ayer por Díaz:

“Andalucía debe seguir teniendo estabilidad y un horizonte despejado. Andalucía, no merece tener la inestabilidad del resto de España”.

“En estas últimas semanas se ha constatado la imposibilidad de iniciar un diálogo que pudiera garantizar la aprobación de los Presupuestos para 2019”.

“No he querido hacer nada [como adelantar antes] que pudiera poner en peligro la aprobación de leyes fundamentales como la de Igualdad o la de Cambio Climático”.

“Andalucía no puede someterse a una campaña electoral de cinco o seis meses [dado que las elecciones tocarían en marzo]. Considero un acto de responsabilidad esta convocatoria, que garantiza unas elecciones centradas en Andalucía, con acento andaluz”.

La sombra del pasado

Entre esas razones la presidenta no citó, obviamente, la futura sentencia de los ERE o la investigación parlamentaria sobre los –por ahora– 32.000 euros gastados entre 2005 y 2009 en prostíbulos andaluces con tarjetas oficiales por los responsables de la hoy extinta fundación Faffe de la Junta, creada para promover el empleo. La justicia está juzgando el primer caso e investigando el segundo.

Díaz no estaba en el Gobierno andaluz cuando sucedieron tales hechos del caso ERE y el caso Faffe, pero la oposición, como también es obvio, va a pasar por alto ese detalle que para la presidenta es el principal argumento exculpatorio.

La oposición, al ataque

La reacción de ayer del PP y Ciudadanos a la convocatoria ya anticipa el que será uno de sus ejes de campaña: la corrupción andaluza después de 40 años sin alternancia política.

También en Adelante Andalucía mencionarán la corrupción, pero –aunque solo sea porque Izquierda Unida gobernó de 2012 a 2015 en coalición con los socialistas– no pondrán el acento en el pasado, sino que lo harán más bien en la propia Susana Díaz, a la que atribuyen lo que Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo denominan despectivamente “el susanismo”. Ambos están convencidos de que hay una bolsa significativa de votantes socialistas desencantados a los que pueden seducir con su nueva marca electoral.