Del mismo modo que un equipo que va ganando por goleada el partido decisivo de la temporada baja prudentemente el ritmo de sus revoluciones y evita estériles encontronazos con el adversario que pueden ocasionarle alguna grave lesión, Juan Manuel Moreno afrontó el debate de anoche con la firme determinación de no correr riesgos. Si la estrategia ha sido la más acertada no se sabrá hasta el domingo 19, día en que 6,6 millones de andaluces están llamados a votar.

De los seis candidatos con opciones de lograr representación en el Parlamento andaluz que participaron este lunes por la noche en el debate de Canal Sur, quien con toda seguridad hubiera preferido prescindir de él era Juan Manuel Moreno Bonilla. No en vano, este segundo y último duelo dialéctico venía precedido de un aluvión de encuestas con un denominador común: el actual presidente es con diferencia el favorito de los andaluces para ocupar de nuevo el palacio de San Telmo. 

Órdago y silencio

El presidente supo eludir los reiterados embates de sus adversarios, empeñados en que desvelara si pactará con la extrema derecha en caso de necesitar sus votos para ser investido. Nada confesó al respecto el candidato del PP, que ni siquiera se inmutó cuando la intempestiva Macarena Olona se comprometió solemnemente a que “si Moreno necesita un solo escaño de Vox para ser presidente, no lo tendrá si Vox no está en el Gobierno”. 

El gran mérito de Moreno en el debate fue saber camuflarse y ocultar con gran pericia sus intenciones para después del 19-J. La reiterada pregunta de si pactará con Vox quedó sin respuesta. Y eso que es la pregunta clave de esta campaña y la incógnita más trascendental de la próxima legislatura, pero no tendrá respuesta antes del domingo.

La mejor actuación de la noche fue seguramente la de la candidata de Por Andalucía. Sería exagerado decir que ha nacido una estrella, pero no que este segundo debate ha catapultado a una Inmaculada Nieto que fue quien con más acierto puso en solfa la supuesta moderación de Moreno: “Usted es educado pero no moderado: ha hecho polvo los servicios públicos y ha puesto una alfombra roja a universidades privadas con menos papeles que una liebre”.

Mucho menos que en el debate anterior brilló en este Teresa Rodríguez, aunque tuvo su momento de mayor intensidad televisiva en el cuerpo a cuerpo con Macarena Olona, quien por momentos pareció decidida a arrebatar la bandera obrerista a las izquierdas, a las que reprochó nada menos que haberse “alineado con los poderosos” y hacer “el mismo discurso que la banquera Patricia Botín”. Rodríguez no debía dar crédito a lo que escuchaba.

El debate retrató a la candidata de la extrema derecha, que exhibió su perfil más descarnadamente populista y faltón. Resultaba inquietante, sobrecogedor el contraste entre el rostro agraciado y la sonrisa monjil de Olona y las palabras terribles que salían de su boca: “Sus políticas [de la izquierda] son tanquetas que van contra los más débiles”; “ustedes quieren mujeres colectivizadas”; “indultan a una madre secuestradora [en referencia a María Salmerón] que con Vox cumpliría hasta el último día de cárcel a que ha sido condenada”; “los políticos progres son los nuevos señoritos”.

Y cuando Espadas le recordó que el grueso del dinero de los ERE lo han seguido cobrando varios miles trabajadores con el presupuesto autonómico que Vox aprobaba el en el Parlamento, Olona se revolvió preguntando y respondiendo: "¿Y prostitutas? También prostitutas", en alusión al caso FAFFE, que nada tiene que ver con el caso ERE.

Paga Sánchez, gasta Moreno

Por su parte, Espadas mejoró con respecto al anterior debate. Exhibió mejores reflejos y argumentos más enérgicos, aunque las encuestas lo sitúan tan lejos de Juan Manuel Moreno que los puntos de simpatía que pudiera haber sumado anoche nunca serán bastantes para revertir la tendencia de voto. Su insistencia en recordar que el gasto en educación y sanidad del que tanto presume Moreno había sido gracias a los fondos enviados por el Gobierno de España llegó a desarmar al presidente, que se defendió malamente al replicar que Andalucía había recibido “lo que nos merecíamos”.

Finalmente, la actuación de Juan Marín sobrepasó con holgura el aprobado, pero en el ambiente quedó la desoladora sensación de que ninguno de los contendientes le echaba cuentas verdaderamente al líder de Cs. Apenas fue interpelado por ellos, como si hubieran dado por sentado que no valía la pena gastar energías con alguien a quien, ciertamente, las encuestas han desahuciado, aunque quién sabe si prematuramente.

El debate de Canal Sur fue más vivo y con mejores momentos televisivos que el protagonizado por los mismos candidatos hace una semana en el plató de Televisión Española. Sin embargo, suele suceder que lo que es bueno para los telespectadores no necesariamente lo es para los ciudadanos. Hubo más espectáculo pero no más respuestas. Los candidatos desgranaron con mayor o peor fortuna algunas de sus propuestas programáticas, pero lo que un televidente -incluso un televidente interesado por la política- quiere es ante todo entretenimiento y, salvo que sean decididamente demagógicas, las promesas electorales no suelen mantener amarrado al sillón a quien las escucha.