Con una reunión de trabajo de dos horas, una declaración institucional conjunta de tres folios, una foto estrechándose las manos y una distendida rueda, el presidente andaluz Juan Manuel Moreno (PP) y el valenciano Ximo Puig (PSOE) han sellado esta mañana en Sevilla su particular ‘grosse koalition’ para acabar con la infrafinanciación que padecen las dos comunidades, cifrada en los 110 y los 200 euros menos que, respectivamente, recibe cada andaluz y cada valenciano al año en relación a la media española.

Una aclaración tal vez innecesaria: la expresión “gran coalición” (en alemán: Große Koalition) se emplea en Alemania para referirse a los gobiernos de coalición formados por democristianos y socialistas. Por extensión, es un tipo de acuerdo que alcanzan dos o más grandes partidos de ideologías políticas opuestas.

La alianza de Sevilla entre Andalucía y la Comunitat Valenciana quiere ser mucho más que una foto o un mero ejercicio de propaganda política. Prueba de ello es que, previamente al encuentro de hoy, los consejeros de Hacienda de ambas comunidades y sus equipos han mantenido encuentros de trabajo preparatorios de la reunión de sus presidentes en el palacio de San Telmo.

La petición

Además de los mensajes de unidad y coincidencia en el diagnóstico de la situación financiera de ambas comunidades, el popular Moreno y el socialista Puig han hecho una petición concreta al Gobierno de Pedro Sánchez: la creación de un fondo transitorio, para compensar la infrafinanciación de Valencia y Andalucía, que se renovaría anualmente hasta tanto no se pacte un nuevo sistema de financiación autonómica.

Sin entrar en detalles, a preguntas de los periodistas Moreno llegó a cifrar ese fondo en unos 1.700 millones aunque sin precisar de dónde saldrían. El reconocido experto en cuentas autonómicas Ángel de la Fuente sí ha llegado acconcretar de dónde podría venir el dinero: "Simplemente repartiendo parte de los fondos extraordinarios para el covid de una forma diferente para mejorar la financiación de las comunidades peor tratadas; bastaría con algo más de 2.500 millones para subir hasta la media de financiación por habitante ajustado a las comunidades que ahora están por debajo de esta referencia”.

Expectación satisfecha

Había gran expectación tanto en la prensa valenciana como en la andaluza para pulsar el clima de las conversaciones y el alcance de unos acuerdos que Puig y Moreno insistieron en denominar como “alianza” y no como “frente”. A fin de cuentas, en la vida política nacional, entre adversarios políticos la crispación es la norma y la cordialidad la excepción.

De sus respuestas siempre coincidentes a las preguntas de los periodistas se deducía que la entente territorial va en serio y merecería, de entrada, una calificación no inferior a notable. Donde, en cambio, Puig y Moreno suspenden es en sus respuestas a la pregunta sobre de dónde deberían salir esos 16.400 millones de euros de infrafinanciación que tiene el sistema en su conjunto y de los que, según las cuentas del Parlamento andaluz, alrededor de 4.000 corresponderían a la comunidad que preside Moreno.

Los dos presidentes descartaron explícitamente incrementar la presión fiscal para financiar la “hemorragia” que soportan sus cuentas, aunque en el punto cuatro de su declaración institucional se muestran “partidarios” de mejorar su capacidad tributaria y su corresponsabilidad fiscal “en el necesario escenario de modernización de nuestra estructura fiscal y especialmente en materia de imposición medioambiental”.

De las declaraciones escuchadas en la rueda de prensa, sólo muy entre líneas cabía observar discrepancias entre el conservador y el socialista. En todo caso, Puig sí reiteró que es imprescindible la “armonización y progresividad fiscal”, como se propugna desde Europa o el Fondo Monetario Internacional, pues solo así se podrá blindar el estado del bienestar, asuntos a los que el mandatario andaluz no da la misma prioridad que su homólogo valenciano.

Ciertas contraindicaciones

Por lo demás, a los dos presidentes se les ha visto cómodos en su comparecencia conjunta, aunque quizá el rostro de Moreno era más proclive a la sonrisa. No le faltaban razones: su entendimiento con un dirigente socialista del peso institucional y la solera política de Ximo Puig afianza el perfil de líder moderado y dialogante que, con éxito notable, viene labrándose Moreno desde que tomó posesión de su cargo. El hecho embarazoso de haber logrado la Presidencia de la Junta gracias a los votos de la ultraderecha ha sido bien neutralizado por la propaganda gubernamental y por el propio talante templado de Moreno.

Para Puig, en cambio, la alianza con un presidente autonómico del PP no deja de tener ciertas contraindicaciones orgánicas: a fin de cuentas el Gobierno deudor lo preside un socialista. El PSOE andaluz no es precisamente entusiasta de esta ‘grosse koalition’ de un socialista con un popular que inevitablemente desplazaa  un lugar marginal a su líder.

Juan Espadas ha intentado endulzar el mal trago con un comunicado en el que se declara “firme defensor de las alianzas entre territorios” y subraya que a Puig “le honra” haber visitado San Telmo. El problema es que la visita también "honra" al anfitrión.