El PP posa de moderado y Vox de radical. La apuesta del partido de Alberto Núñez Feijóo y Juan Manuel Moreno Bonilla es la contención verbal, la moderación y el respeto al adversario. La apuesta del partido de Santiago Abascal es el órdago, el ruido, la bravuconada. Es lo que gusta a su parroquia.

En el cuartel general de los ultras españoles parecen haber llegado a la conclusión de que no hicieron un buen negocio político en la Comunidad de Madrid al dar gratuitamente sus votos a Isabel Díaz Ayuso para ser investida presidenta. Ésta quedó, como se sabe, a solo cuatro escaños de la mayoría absoluta; Vox obtuvo 12 diputados que votaron a favor, aunque su abstención habría bastado ya que Ayuso sumó ella sola más escaños que toda la izquierda, cuyo rechazo habría sido insuficiente para bloquearle el acceso a la Puerta del Sol.

En Andalucía, según algunas encuestas, podría darse una aritmética similar a la de hace un año en Madrid, pero, de ser así, la estrategia de Vox no va a ser la misma. Ni mucho menos. A los de Santiago Abascal no les faltan razones para imprimir ese nuevo giro a su estrategia: no olvidan que hoy en Madrid Vox está casi desaparecido porque todo el espacio político de la derecha lo ha acaparado la Ayuso a la que regalaron sus síes.

De las palabras de ayer del portavoz de Comité de Acción Política de Vox, Jorge Buxadé, se desprende que están decididos a que Macarena Olona sea la vicepresidenta de la Junta si Moreno necesita sus votos: “El PP tendrá que decidir, no vamos a dar ni un voto gratis, ni siquiera una abstención. Vamos y queremos decidir las políticas del Gobierno de la Junta en los próximos cuatro años, ya no nos conformamos con que haya un nuevo Gobierno con caras y siglas nuevas. Si el PP -añadía taxativo- sigue insistiendo en esa idea de que va a desarrollar políticas distintas a las de Vox, se va a encontrar con un no rotundo cada vez que lleve una iniciativa al Parlamento andaluz, incluida la de proponerse a sí mismos para la Presidencia”.

Lo que se preguntan, aunque en vano, en el Partido Popular es si el órdago de Vox es una promesa en firme o una merca bravuconada táctica. Santiago Abascal no va, obviamente, a revelar sus cartas. La obsesión de Moreno y su equipo es dar la campanada el 19 de junio con un ‘ayusazo’: están persuadidos de que si se quedan a un tiro de piedra de la mayoría absoluta, Vox no se atreverá forzar una repetición electoral en caso de vetarle el PP la entrada en San Telmo.

De situarse en el entorno de los 50 diputados, a solo cinco de la mayoría absoluta, el PP podría jugar con dos barajas la partida de la investidura: la baraja de Vox y la baraja de las izquierdas. Si los ultras votan en contra de la investidura de Moreno, este podría activar la baza de negociar la abstención con el PSOE y también con Por Andalucía. Juan Espadas ha sido claro al proclamar que su grupo no le dará la abstención al PP, mientras que Inmaculada Nieto ha dejado, quizá imprudentemente, la puerta abierta a hacerlo.