El PP querría siempre volver a perder como en 2018 y nunca volver a ganar como en 2012. Hace dos años la derrota lo llevó a San Telmo y hace ocho lo sumió en una profunda depresión cuya milagrosa curación vendría de la mano de una extraña terapia: los peores resultados de su historia.

Este miércoles se cumplen dos años de aquellas elecciones. El PSOE las vivió primero con estupor, luego con pánico y a la postre con resignación. Amarga resignación: la misma de Adelante Andalucía, que había nacido seis meses antes, empezó a morir aquel 2 de diciembre y acaban de enterrarla hace unos días.

La ‘decepción’ de Vox

Las esperanzas de la izquierda estaban puestas en Vox, pero Vox no ha estado a la altura de lo esperado. Ciertamente, el Gobierno andaluz depende de la ultraderecha, pero sus políticas no han estado impregnadas del hedor neofranquista que auguraba el Partido Socialista.

En estos primeros 23 meses del nuevo Gobierno, Vox ha demostrado no tener prisa: su guerra es "cultural" y las guerras culturales no se ganan con vistosas victorias, como la de Napoleón tomando Moscú, sino conquistando terreno enemigo metro a metro y más bien sigilosamente.

Los temores de la derecha civilizada a lo que pudiera exigirle la derecha ultramontana a cambio de sus votos se vieron pronto desmentidos: en estos dos años, el precio de Vox por sostener al Gobierno no ha sido de ganga, pero sí perfectamente asequible para las bien provistas arcas de San Telmo.

Los amigos del presidente

Prueba de ello es que el presidente Juan Manuel Moreno no ha encontrado, desde el lado de Vox, demasiadas dificultades para consolidar su imagen de político dialogante y moderado.

Los medios nacionales suelen citarlo cuando mencionan al gallego Alberto Núñez Feijóo, pese a que a este sí se le conocen pronunciamientos públicos capaces de incomodar a Génova, mientras que Moreno nunca ha marcado territorio ideológico propio. El andaluz es un presidente líquido.

A esa imagen de moderación ha ayudado sin duda Vox apretando no ya sin ahogar, sino sin dificultar siquiera el riego sanguíneo del presidente, pero también han sido de no poca ayuda el cariño y la comprensión de la mayoría de los medios locales y regionales de referencia.

Como en todas partes, en Andalucía hay tres clases de medios: de derechas, de izquierdas y de sí mismos, entendiendo por estos últimos aquellos que se mimetizan con el entorno político adaptándose lenta pero reconociblemente a los cambios de color del mismo. Son los aliados más valiosos de cualquier gobierno porque amplían su radio de influencia al atraer a nuevos simpatizantes que hasta entonces habían quedado fuera de la órbita gubernamental.

Qué ser de mayor

Pero, pese a todas esas ayudas, el mérito de que esté calando la imagen moderada de un presidente que lo es gracias a la ultraderecha es en primer lugar del propio Moreno, en segundo lugar de su vicepresidente de hecho Elías Bendodo y en tercer lugar de su vicepresidente de derecho Juan Marín.

Limpiamente y sin hacer ruido aunque con el valioso consejo de su consejero de Presidencia y portavoz, el presidente azul le arrebatado al vicepresidente naranja el papel de político centrista que parecía estar reservado a éste. La foto fija del Gobierno de coalición vendría, pues, a ser ésta: Moreno reina, Bendodo gobierna, Vox vigila y Marín acompaña.

Partido posmoderno y encarnación misma del pensamiento débil, la formación naranja, como su líder en Andalucía, no acaba de saber qué quiere ser de mayor: hoy es una tierra de nadie que Juan Marín transita al volante de una deslumbrante berlina en cuya carrocería está grabada en letras de oro la divisa ‘Vicepresidente y consejero de Turismo, Regeneración, Justicia y Administración Local’, pero bajo la cual se disimula un motor de cilindrada más bien anodina.

Vicepresidente de todo, consejero de mucho y líder de nada, la percepción más generalizada y menos indulgente es que el en otro tiempo flemático liberal Juan Marín hoy tiene más el pie derecho en el PP que el izquierdo en Cs. Como diría el evangelista Mateo, ¿qué beneficio obtienes, oh Juan, si ganas el mundo entero pero pierdes tu propia alma?