La disyuntiva era éticamente endiablada pero políticamente sencilla: había que decidir entre 400 bombas que pueden matar a gente lejana y 6.000 empleos que han de ocupar a gente cercana, y el Gobierno, naturalmente, ha optado por lo segundo.

Los trabajadores de Navantia en la Bahía de Cádiz respiran tranquilos después de que el ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, confirmara este jueves que el Gobierno enviará a Arabia Saudí las bombas láser que le vendió el anterior Gobierno en 2015.

En realidad, la rectificación debiera haberla hecho la ministra de Defensa, que es quien la semana pasada se puso estupenda al dejar en suspenso, con mejor voluntad que cabeza, la aplicación de este contrato con los saudíes.

Se equivocó Margarita Robles al actuar como lo habría hecho la presidenta de una ONG y no como debe hacerlo una ministra. Para una ONG rige la ética de la convicción, pero para una ministra rige la ética de la responsabilidad.

Ciertamente, los gobiernos suelen decir que si traicionan la pureza de sus convicciones es para salvar a su país, pero lo cierto es que muchas veces lo hacen para salvarse a sí mismos, y de ahí que sospechemos tanto de ellos.

Una ONG sí se debe poner estupenda porque de no hacerlo no sería una ONG responsable, pero un Gobierno no puede hacer lo mismo porque entones no sería un Gobierno responsable.

Pero no olvidemos una advertencia final: ¡cuidado!, no santifiquemos la ‘realpolitik’ en todas las circunstancias, porque entonces estaremos perdidos. El mejor Gobierno no es el que gobierna siempre en prosa, sino el que de vez en cuando lo hace también en verso, como hizo el de Pedro Sánchez al acoger en puerto español el buque errante Aquarius.

Conviene subrayar que son los Gobiernos que de vez en cuando se ponen estupendos los que de verdad mejoran la política. Lo único que tienen que medir bien, eso sí, es cuándo ponerse estupendos y cuándo no. Obviamente, esta vez la ministra Robles no midió bien.