El fiasco de las encuestas. Los sondeos auguraban un empate entre la izquierda socialdemócrata y la derecha templada: ninguno de ellos previó el triunfo arrollador del socialista António Costa. ¿Ese fiasco es una mala noticia para Juan Manuel Moreno y el PP andaluz, en la medida en que las encuestas otorgaban a la derecha un resultado mucho mejor del conseguido finalmente o es, por el contrario, una buena noticia porque las urnas han mejorado muy significativamente el resultado que los sondeos otorgaban al Gobierno? Con el baremo de la ideología, malo para Moreno lo sucedido en Portugal; con el baremo institucional, bueno para el presidente andaluz lo sucedido en el país vecino.

El precio de la traición. En Portugal los electores han castigado a los partidos de la izquierda impaciente que bloquearon los presupuestos del Gobierno socialista; en Andalucía, en cambio, lo previsible es que Vox mejore sus resultados pese a haber bloqueado los presupuestos autonómicos. Los exsocios parlamentarios de Costa ha pagado un alto precio por su defección; los exsocios parlamentarios de Juan Manuel Moreno no temen ese castigo.

La gestión de las culpas. En Portugal ha habido elecciones anticipadas porque el Gobierno de la izquierda socialdemócrata se quedó en minoría al perder el apoyo de la izquierda izquierdista. La celeridad con que Costa convocó las elecciones no dejaba dudas sobre quiénes habían provocado el adelanto: el Bloco de Esquerda y la coalición de comunistas y verdes. En Andalucía habrá elecciones anticipadas porque el Gobierno de la derecha derechista se ha quedado en minoría al perder el apoyo de la derecha ultraderechista. Sin embargo, los estrategas de San Telmo ha apostado por el relato de la pinza, según el cual la culpa del inminente adelanto electoral es del Partido Socialista y de Vox a partes iguales. Tenían buenas razones para hacerlo: atribuir la inestabilidad a Vox en solitario equivalía a reconocer que los ultras han sido los garantes de la estabilidad de la que tanto ha presumido el Ejecutivo.    

La estabilidad cotiza al alza. La mayoría absoluta de Costa está siendo leída como una apuesta del electorado portugués por la estabilidad, de modo que el Gobierno no quedara de nuevo al albur de unas minorías que no habrían sabido dosificar su presión: se les fue la mano y han sido castigadas por ello. Votantes andaluces de Vox podrían pensarse su voto y devolvérselo de nuevo al PP: mejor un Moreno libre de la soga amenazante de Vox que sometido al albur de los cálculos y caprichos de Santiago Abascal. La extrema derecha portuguesa podrá presumir de haberse convertido en la tercera fuerza, pero también deberá lamentar la esterilidad de su triunfo.

El color del poder. Los portugueses tal vez no hayan premiado tanto el color político del Gobierno socialista como las políticas llevadas a cabo por éste y la ausencia de errores de bulto. Puede que los andaluces actúen igual cuando se abran las urnas: no tanto mirando el color político de Moreno como el hecho de que único gran error –que mañana se propone rectificar en el Consejo de Gobierno– ha sido no fortalecer suficientemente la atención sanitaria. Ni siquiera parece que vaya a pasarle factura el regalo fiscal a los millonarios andaluces, quizá porque la supresión prácticamente total del impuesto de sucesiones y donaciones a los ricos se decidió en el arranque de la legislatura y desde entonces parece haber transcurrido una eternidad.

La lucha por la centralidad. En Portugal, la centralidad política la ocupan los socialistas de Costa. En Andalucía ,se la ha apropiado Juan Manuel Moreno, sin que hasta ahora –al menos según las encuestas– el socialista Juan Espadas haya sido capaz de arrebatársela. El PSOE no ha conseguido rasgar la túnica de la moderación con que Moreno cubre sus vergüenzas, denunciadas por la izquierda con más bulla y ruido que convencimiento y rigor.