Los expertos en demoscopia no saben muy bien qué pensar. Preparan encuestas a toda velocidad para conocer cuál será el impacto de la candidatura de Más País en la veintena corta de provincias donde finalmente concurriría el 10 de noviembre.

La impresión inicial de todo el mundo era que el gran damnificado por la entrada en escena de Íñigo Errejón sería Unidas Podemos, pero a medida que pasaba la semana se iba abriendo paso la idea de que también el Partido Socialista podría sufrir un buen bocado en su poco fortificada ala izquierda, donde los votantes más indignados y los seguidores menos convencidos podrían entregar ahora su voto a Más País.

Haberlos haylos, pero ¿cuántos son?

Que esos votantes y esos seguidores existen lo sabemos; lo que no sabemos es cuántos son. En eso están precisamente las casas de encuestas, en averiguarlo.

En política, la pregunta central siempre acaba referida de un modo u otro a la cantidad: cuánto dinero se destinará a tal cosa y cuánto a tal otra, cuánta gente se ha quedado en el camino por la crisis, cuánto gana y cuánto paga de alquiler un joven o cuántos ministros del partido minoritario pueden entrar en un Gobierno de coalición.

Mientras tanto, parece seguro que vamos a escuchar pocas menciones, y no digamos elogios, de los candidatos socialistas a Errejón, de quien está por ver si el 10-N será gavilán o paloma. Pedro Sánchez dio por hecho desde Nueva York que sería lo segundo, pero empieza a temer que sea lo primero, una rapaz pequeña pero por eso mismo con gran capacidad aceleración y maniobra y altamente especializada en la captura de aves diminutas que no están al alcance o son insignificantes para otras rapaces de mayor envergadura.

¿Brisa o vendaval?

Errejón como incógnita. Errejón como ecuación de tercer grado de una izquierda incapaz de ocultar por más tiempo su impotencia para cumplir lo que promete.

¿Errejón brisa o Errejón vendaval? Puede que ni siquiera las encuestas sean capaces de predecir si el nuevo candidato ha venido a refrescar el ambiente electoral o trae consigo una especie de cambio climático a la inversa capaz de atenuar ciertos males de la política española como el egocentrismo, el sectarismo, el adanismo o, en fin, el funesto síndrome de 'César o nada'.

Lo que los electores de Madrid vieron en mayo en el tándem Carmena-Errejón no era tanto un programa como un talante. El líder de Más Madrid no viene con un nuevo programa político bajo el brazo: a fin de cuentas, el problema de la izquierda no es de falta de buenas ideas, sino de falta de herramientas para ponerlas en práctica.

La gran herramienta que en el pasado fue el Parlamento hace tiempo que ha dejado de serlo, impotente no ya para doblegar, sino ni siquiera para civilizar al Gran Dinero, invencible Leviatán de nuestro tiempo.

Tiempos difíciles

Un número significativo de electores podrían ver en Errejón la pieza perdida, la biela extraviada, el cojinete que le ha faltado a la maquinaria de la izquierda para ponerse en funcionamiento. ¿Será Más País la grapa que necesitaba la izquierda para no desencuadernarse del todo o será más bien el traidor Efialtes que mostró a los persas el sendero que les condujo hasta la retaguardia griega?

Guárdese el Partido Socialista de los idus de noviembre. Guárdese el halcón peregrino Pedro del modesto gavilán Íñigo.

Vivimos tiempos turbulentos, imprevisibles, tiempos difíciles en los cuales el aleteo de una mariposa en forma de pequeño de partido puede trastocar el ecosistema electoral de todo un país, del mismo modo que dos años atrás un político en principio insignificante, un ‘outsider’ derrotado y humillado por su partido consiguió trastocar el ecosistema orgánico de todo un partido centenario y alcanzar finalmente la Presidencia del Gobierno.