La idea socialista de tender la mano al presidente Juan Manuel Moreno para ayudarle a probar los Presupuestos de 2022 sin necesidad de apoyarse en Vox no es propiamente una idea nueva, si bien hoy resulta algo más creíble que en el pasado.

Como había hecho con anterioridad Susana Díaz aunque sin encontrar eco alguno en el Gobierno andaluz, el nuevo líder Juan Espadas ha repetido la jugada: el PSOE-A tiene una “firme disposición de sentarse con el Gobierno de la Junta” para pactar los Presupuestos del año que viene “desde el primer día hábil en que presente en septiembre las primeras líneas de sus próximas cuentas”.

Espadas subraya que en 2022 Andalucía recibirá 1.800 millones adicionales del Estado, lo que permitirá a la Junta disponer “del mayor techo de capacidad de financiación que ha tenido jamás” y por tanto de elaborar “el mejor Presupuesto de la historia de Andalucía justo en el momento en que más lo necesita”.

En ese contexto, la mano tendida de los socialistas favorecerá que Moreno Bonilla “desoiga los chantajes” de la extrema derecha, recalcó ayer el líder socialista, determinado a afianzar su imagen de político moderado, dialogante y hasta capaz, llegado el caso, de dejar atrás el ‘no es no’ que en España suele ser divisa inconfundible de toda la oposición.

Adiós al pasado

No es este el primer gesto dialogante de Espadas. El no socialista de hace unas semanas a la Ley del Suelo en el debate de totalidad el alcalde de Sevilla lo ha transmutado en una abstención; no es un sí, pero parece indicar una cierta voluntad de diferenciarse del áspero estilo de oposición de su antecesora Susana Díaz.

De la cultura orgánica de Díaz cabría decir que es menos flexible que la de quien, como Espadas, ostenta una Alcaldía, cargo que obliga a su titular a buscar complicidades con agentes económicos o institucionales cuya colaboración, más allá de las contraindicaciones ideológicas, puede favorecer a la ciudad.

Resumiendo mucho, Susana Díaz procuró cortar amarras con el PSOE de Chaves y Griñán cuando fueron imputados en el caso ERE y Juan Espadas intenta marcar distancias con el PSOE de Susana Díaz en tanto que encarnación de la traumática pérdida socialista de la Junta de Andalucía.

Más allá de cuánta sinceridad encierre el ofrecimiento a Moreno, la maniobra socialista es casi tan vieja como la propia política: de hecho, su objetivo último suele ser erosionar al Gobierno evidenciando su dependencia política de un compañero de viaje poco recomendable.

Sería, por lo demás, casi milagroso que Moreno se decidiera a romper con Vox, que lo hizo presidente y cuyos votantes quiere recuperar el PP, para echarse en brazos nada menos que de quien pretende arrebatarle el cetro autonómico.

Un buen momento

Aun así, lo que hace interesante la proposición socialista es que tiene lugar en un momento en que la extrema derecha se muestra singularmente arisca con el PP y con Moreno, hasta el punto de que no cabe descartar del todo que, llegada la hora de la negociación presupuestaria, Vox opte por negarle sus votos al Gobierno andaluz, bien sea diciendo alto claro que no, bien sea poniendo a su apoyo un precio lo bastante alto como para asegurarse de que San Telmo no pueda pagarlo.

Las sucesivas amenazas de Vox que finalmente siempre han quedado en nada sugieren que los ultras apretarán a Moreno pero se cuidaran mucho de ahogarlo. El PP está aireando profusamente el argumento y tiene buenos motivos para hacerlo: si el presidente –proclama el argumentario popular– tiene que adelantar elecciones, la culpa será de Vox.

La formación de Santiago Abascal pasaría, en efecto, muchos apuros para explicar de modo convincente a sus electores por qué ponía a los pies de los caballos al primer Gobierno de derechas de la historia autonómica andaluza. La mano tendida de Espadas tiene, pues, pocas posibilidades de acabar estrechándose con la de Moreno.