Pese a las sonrisas exhibidas anoche por Pedro Sánchez, su esposa y los dirigentes socialistas que se subieron a la tarima de la calle Ferraz a celebrar los resultados, la de este 10 de noviembre ha sido para el PSOE una victoria más bien amarga al no cumplirse las expectativas de mejora que habían albergado los estrategas de Ferraz al embarcar al país en una repetición de elecciones.

En la calle San Vicente de Sevilla, sede del PSOE andaluz, las sonrisas estaban más justificadas. Pese a lo complicado de la coyuntura y las dificultades para movilizar a su electorado, el partido arañó un diputado más que en abril que, aun no siendo aritméticamente muy significativo, políticamente vale su peso en oro porque demuestra que la federación del sur no ha perdido musculatura.

Perder y ganar el mismo día

Los socialistas andaluces se dejaron casi un punto y 148.000 votos con respecto a abril, pero ambas pérdidas quedaban sobradamente compensadas por ese diputado número 25 que los afianza como puntal de unas siglas que, ni aun teniendo el Gobierno de España desde hace casi un año medio, están próximas a recuperar el esplendor de antaño.                  

Al buen resultado del PSOE en Andalucía se sumaba, además, la buena noticia del severo retroceso padecido por Unidas Podemos, a quien los 100.000 votos perdidos le han costado nada menos que tres diputados, pasando de nueve a seis.

Un empate comprometedor

Pero donde realmente se han puesto las cosas interesantes es en el bloque de las derechas, donde el crecimiento de Vox ha sido espectacular. Los seis diputados de abril son ahora 12.  El PP tiene, ciertamente, cuatro escaños más y ya suma 15, pero los dos están prácticamente empatados a votos: 874.190 el PP y 867.429 Vox. De hecho, durante un buen tramo del recuento la extrema derecha había desbancado a los populares como segunda fuerza.

Más complicado lo tiene Ciudadanos, que ha pagado en Andalucía los platos rotos por la estrategia suicida de Albert Rivera. Su líder regional y vicepresidente del Gobierno andaluz, Juan Marín, recordó en su valoración de los resultados de la noche que el porcentaje de votos de Cs en Andalucía era superior al alcanzado en España y que la comunidad aporta al Congreso un tercio de los 10 escaños naranjas.

En clave nacional

Pero aunque las direcciones regionales de los partidos hayan deslizado lecturas del 10-N en clave local, parece bastante evidente que los andaluces han votado en clave nacional. La buena o mala gestión del Gobierno andaluz no ha sido juzgada en estos comicios, pues de haber sido así ni Moreno habría ganado cuatro escaños ni Marín habría perdido nada menos que ocho. En el Ejecutivo autonómico, ni uno lo ha hecho tan bien ni el otro tan mal.

Ahora bien, el hecho de que la batalla del 10-N haya tenido lugar en clave nacional no significa que el resultado no tenga consecuencias a medio plazo en el remanso de paz que disfrutan las tres derechas andaluzas desde el 2 diciembre. Al PP y a Ciudadanos no va a quedarles más remedio que plantearse cómo frenar el ascenso meteórico de su socio de extrema derecha.

El PP andaluz ha mejorado, pero sus 15 diputados quedan muy lejos de los 22 que logró hace solo tres años. Hundido Ciudadanos, Vox es hoy por hoy no solo el tapón que impide un mayor crecimiento del PP: es, literalmente, una amenaza a su hegemonía en el campo conservador.

Juanma Moreno, presidente del PP, y Juan Marín, presidente de Ciudadanos, saben que la única manera que tienen de crecer es a costa de Vox. Si se limitan a no hacer nada, los de Abascal pueden seguir escalando posiciones.

Riesgo de 'sorpasso'

Tal vez no sea mucho lo que pueden hacer, dado que la estabilidad del Gobierno autonómico depende de Vox, pero si la formación ultra sigue desenvolviéndose con la comodidad con que lo ha venido haciendo hasta ahora, en las próximas autonómicas el PP corre el riesgo de sorpasso, pero esta vez a manos de Vox, no de Ciudadanos.

La formación naranja, por su parte, va a necesitar reinventarse si quiere sobrevivir. La aventura de Rivera para adelantar al PP ha fracasado estrepitosamente y tal vez el partido se vea obligado a regresar a sus orígenes, a una transversalidad y moderación que, se mire como se mire, son incompatibles con la alianza con Vox.