El caso Arny de Sevilla fue un bluf policial, judicial y mediático que, como todos los bluf policiales, judiciales y mediáticos, causó un daño irreparable a las personas inocentes cuyos nombres fueron arrastrados durante meses por el barro no solo en los platós de la televisión basura, sino en las crónicas, columnas y titulares de la prensa que acostumbra a posar de respetable.

27 años después, la plataforma HBO rescata lo sucedido en una docuserie de tres capítulos titulada ‘Arny. Historia de una infamia’. El documental me sirve hoy de percha para colgar de ella tres artículos que publiqué por aquellas fechas sobre un escándalo en el que la justicia pecó de justiciera, la policía pecó de chapucera y los medios pecaron de lo que siempre pecamos: de codicia, de venalidad, de negligencia. 

En el caso Arny casi nadie o muy pocos hicieron bien su trabajo. De haberlo hecho más gente, no se habrían visto arruinadas vidas y haciendas de personas inocentes como Jesús Vázquez, Jorge Cadaval, Javier Gurruchaga o el juez de menores Manuel Rico Lara, ya fallecido

He aquí el primero de los tres artículos, publicados en El Correo de Andalucía.

I. Análisis total (23 de enero de 1996)

Leo estupor, aunque sin ira, a los editorialistas, poetas y columnistas del Partido Antigubernamental lo que escriben a propósito de la trama de corrupción de menores del pub Arny. Los leo, vuelvo a leerlos, me froto los ojos, me doy una ducha fría, regreso de nuevo a los periódicos y constato que no estoy loco, que es cierto, tengo las fotocopias y puedo demostrarlo ante cualquier tribunal de sociólogos ecuánimes. 

Sostienen los poetas del desastre, fieles agrimensores de la tierra baldía que ha dejado a su paso el negro ciclón socialista, que lo del pub Arny no es más que una manifestación más del irrespirable clima de deterioro moral y corrupción ontológica que ahoga a nuestra España-España; se cargan de razón y se preguntan retóricamente qué otra cosa podrían hacer los efebos del bronce y la miseria que entregarse a la prostitución y el puterío, respirando como respiran todos los días el viciado aire que ahoga a la patria.

Se trata en general de noventayochistas tardíos a quienes les duele España y que no acostumbran, por tanto, a quedarse en las primeras matas del análisis, van más allá, al fondo, al pozo, a la estructura primigenia del mal. Dicen, por ejemplo, que un país que genera un Roldán, un rubio, una Salanueva y un GAL, lo lógico, lo natural y lo suyo es que acabe generando un pub Arny, con un juez de menores en libertad bajo fianza y unos oscuros policías ejerciendo en sus ratos libres de cancerberos ocasionales de un infierno poblado de adolescentes inmigrados en el que los pederastas de esta España que agoniza encontraban el cielo a razón de dos mil duros la noche.

¿Conque todo un juez, eh? ¿Conque funcionarios públicos de porteros, eh? ¿Conque el pub está nada menos que en Sevilla, cuna de Felipe González 'Belcebú' y Alfonso Guerra 'Satán'? Vaya vaya. Las piezas van encajando. Ahora se entiende que el ministro de Justicia e Interior, Juan Alberto Belloch, y la delegada del Gobierno en Andalucía, Amparo Rubiales, se limiten a mirar hacia otro sitio largando vagas generalidades de condena, cuando es evidente que tendrían que haber dimitido al día siguiente de estallar el escándalo.

Eso sí que es un análisis concienzudo y total y lo demás son componendas exculpatorias urdidas a tanto el folio por los reptiles ideológicos del felipismo terminal. Cuando lo del duque de Feria también hicieron es amisma implacable disección de la realidad profunda de las cosas. Nadie les hizo caso, pero eso siempre les ha ocurrido a quienes valientemente flagelan a toda una sociedad con la terrible fusta de la verdad. Otra ducha helada y vuelvo a la lectura a ver si aprendo algo, coño.