La literatura y el cine tienen bien documentado al personaje: el cazurro de pueblo muy celoso de lo suyo aunque algo corto de entendederas cuya conducta, compuesta a partes iguales de necedad y malicia e inspirada por un miedo irracional a ser engañado por los de la capital, acaba siendo la causa de su propia ruina.

Pongamos por caso que el cazurro es dueño de una valiosa parcelita situada en el corazón de un área de expansión urbanística. Dado que a sus atentos oídos no cesan de llegar rumores sobre vecinos suyos a quienes los poderosos habrían engañado comprándoles sus terrenos a precio de saldo, el receloso propietario pone tantas trabas a la venta y considera tal engañifa las ofertas recibidas que finalmente el terreno le es expropiado al justiprecio marcado por los tribunales, mucho más bajo que las ofertas que su codicia despreció.

¡Viva Málaga, muera Jólibu!

Al igual que ese prototipo digno del mejor Larra, los concejales de la oposición en el Ayuntamiento de Málaga han echado a perder un ambicioso proyecto encabezado por Antonio Banderas para la reutilización cultural y de ocio de una deteriorada parcela del caso histórico porque, poniéndose la venda antes que la herida, desde el primer momento insistieron en poner bajo sospecha las intenciones tanto del actor malagueño como del alcalde de la ciudad.

La conducta de la astuta oposición vendría a resumirse así: “Si se piensa el Zorro ese que aquí nos chupamos el dedo, se equivoca; al alcalde de derechas lo puede engañar porque solo piensa en cómo sacarle rendimiento electoral a hacerse una foto con una estrella de cine, pero a la verdadera izquierda no se la engatusa así como así. ¿Que a Málaga le interesa que un tío como Banderas vincule su nombre a un proyecto de dinamización cultural del centro histórico? Eso está por ver. ¡Cuántos casos no se han dado de ricachones sin escrúpulos que lo único que querían era hacerse aún más ricos a costa de los tontos de su pueblo que les iban poniendo una alfombra roja por donde pisaban! Pues en Málaga han pinchado en hueso. ¿Alfombras a Banderas? ¡Ja! ¡Que se las pongan en Jólibu si quieren!”.

Un político algo bocazas

Tras haber ganado su equipo el concurso de ideas para la reutilización de la manzana del antiguo cine Astoria, Antonio Banderas se ha sentido objeto de “un trato humillante” y ha renunciado a presentarse al segundo concurso para adjudicar el aprovechamiento y explotación de la parcela.

La torpeza algo bocazas del propio alcalde De la Torre –tan prudente en otras cosas– al sugerir modificaciones en el pliego de condiciones que habrían favorecido a la opción del actor, disparó unas alarmas que el regidor no ha logrado apaciguar, al tiempo que sobrecargó el ya saturado arsenal de sospechas de Izquierda Unida y Podemos.

Un proyecto de excelencia

Sostienen los concejales de Izquierda Unida y Málaga Ahora que ellos se han limitado a hacer su trabajo de controlar al gobierno y reclamar transparencia en la adjudicación de unos terrenos que son propiedad del Ayuntamiento, después de que este desembolsara más de 20 millones de euros a las inmobiliarias que pretendían construir allí viviendas. Bien, pero la prioridad del mandato popular no es tanto recuperar hasta el último céntimo gastado en la compra de la parcela, como garantizar que su uso beneficiará a la ciudad en su conjunto con un proyecto cultural de excelencia. Y todo el mundo coincide en que el de Banderas lo era: cuando llegue el justiprecio se acrodarán de él.

Es legítimo el control e inexcusable la transparencia, pero si ambos son esgrimidos una y otra vez con ese tonillo de sospecha cazurra sobre quien hasta ahora no había dado muestra alguna de querer exprimir ni engañar a su ciudad sino más bien todo lo contrario, se entiende que el ciudadano Banderas haya decidido no ser el malo de una mala película escrita por aficionados. En Hollywood las hacen mejores y encima pagan.