Uno. Nunca unos comicios andaluces fueron mirados con tanta atención de Despeñaperros hacia arriba. En estas elecciones, Andalucía es tan importante como Cataluña pero al revés: las elecciones del Principado en 2017 sirvieron para certificar cuánto había dejado Cataluña de parecerse a España, y las andaluzas de 2018 servirán para acentuar los parecidos entre España y Andalucía y acelerar el tiempo en que la primera seguirá los pasos de la segunda.

Dos. Quienes se la juegan de cara a España son PP y Ciudadanos, Pablo Casado y Albert Rivera, no el PSOE y Podemos, no Pedro Sánchez y Pablo Iglesias (IU no sabe no contesta: su señal ha dejado de hacerse visible en los radares). El rumbo marcado por la brújula andaluza puede conducir al PP al abismo y a Cs al descubrimiento de un Nuevo Mudo. En cambio, lo que suceda esta noche será para PSOE y Podemos, salvo sorpresa, más de lo mismo.

Tres. Cs logró colocar su mercancía española en el mercado catalán de hace un año, pero no ha logrado colocar su mercancía catalana en el mercado andaluz de ahora. En cuanto al PP,  es difícil hacer un juicio porque no se sabe muy bien qué clase de género exactamente ha querido vender en el mercadillo del 2D.

Cuatro. Adelante Andalucía ha puesto en circulación dos clases de mercancía: la izquierdista de siempre y la antisocialista de 33 años: los 36 de gobierno del PSOE, menos los tres de coalición entre 2012 y 2015. Esta noche sabremos cuánto ha venido de la primera y cuánto le ha sumado o restado su insistencia en colocar la segunda.

Cinco. El PSOE ha vendido un género cuya marca llevaba escrito en grande el nombre de Susana, en pequeño el nombre del PSOE y prácticamente ilegible el nombre de Pedro, pero no por las conocidas diferencias de éste con Susana, sino porque sus alianzas nacionales no son en Andalucía un buen compañero de viaje electoral.

Seis. El PSOE y Adelante Andalucía son formaciones formalmente federales pero materialmente confederales, mientras que Ciudadanos es un partido formal y materialmente centralizado y centralista, y por tanto antifederal ¡y no digamos anticonfederal! Tales circunstancias organizativas influirán en la estrategia frentista, pactista o mediopensionista de cada uno de ellos.

Siete. Los observadores nacionales mirarán con más atención qué ocurre con el PP, Ciudadanos y VOX. Tras descartar abruptamente Cs toda alianza con el PSOE, los observadores locales pondrán el foco en Adelante Andalucía como único depositario de las llaves del palacio, cuyas puertas no tendrán más remedio que abrir –quién sabe si entre lágrimas– para que entre triunfalmente por ellas el denostado susanismo.

Ocho. Toda la presión de la gobernabilidad recaerá sobre Adelante Andalucía, incluso en el caso de que obtenga la ansiada segunda plaza: si no hay investidura de Díaz y se repiten elecciones, todos le echarán la culpa a la confluencia (la tenga o no), del mismo modo que en 2016 se la habrían echado al PSOE (la tuviera o no) de haber habido unas terceras elecciones.

Nueve. Los pedristas más irredentos sueñan con una Susana Díaz ganadora pero más frágil que en 2015: lo suficientemente frágil como para que ellos tengan al fin la oportunidad orgánica que hasta ahora no han tenido, pero no tanto como para que su fragilidad dañe las expectativas electorales del partido.

Diez. Atentos a las simetrías argumentales de esta noche: quienes reprocharon a Pedro sus malos resultados de 2015 y 2016 tal vez defiendan hoy los suyos, en caso de ser mediocres, apelando a la pujanza de los morados, como hizo entonces Ferraz sin que San Vicente comprara tal argumento como circunstancia atenuante. Donde las dan las toman, podría decir más de uno.