En puridad, de ayer a hoy no ha habido nada estrictamente nuevo en el interminable culebrón sobre el adelanto electoral en Andalucía que estrenó hace más o menos un año el Partido Popular al augurar que Susana Díaz iba, sí o sí, a adelantar las elecciones. Cuando se anuncia con tanto desahogo un adelanto pero éste no tiene lugar en los siguientes 12 meses pero sí, pongamos por caso, en el mes número 13 o 14, ¿acierta el augur? Tal vez.

Si finamente hay elecciones andaluzas en noviembre, el PP siempre podrá decir que tenía razón, aunque sea del mismo modo que un reloj parado puede decir que la tiene al menos dos veces al día. Los pronósticos que se otorgan a sí mismos tanta elasticidad temporal rara vez fallan.

Las pistas de Díaz

Ayer, la presidenta andaluza volvió a ser preguntada por el adelanto electoral, pero no arrojó mucha luz sobre lo ya sabido. Sobre esta materia se han escrito ingentes cantidades de artículos, pero, como en el viejo chiste de Oxford y Cambridge, de todo lo que se dice en ellos lo que es cierto no es nuevo y lo que es nuevo no es cierto.

Ciertamente, Díaz no hizo al respecto ninguna afirmación inequívoca, pero dio pistas. No pistas inequívocas, pero tampoco pistas despistar. Tras escuchar atentamente su entrevista en la cadena Ser con el periodista Fernando Pérez Monguió, alguien que se viera obligado a hacer una apuesta sobre si habrá o no adelanto electoral se jugaría su dinero a que lo habrá.

Un precio extravagante

Díaz repitió que su intención es agotar la legislatura pero “cuando no haya estabilidad, tendrán que hablar los andaluces”. También dejó claro algo que es obvio pero que resulta significativo que lo recordara: la estabilidad de la legislatura depende en exclusiva de Ciudadanos, y Ciudadanos le ha puesto a su aprobación de los Presupuestos de 2019 un precio no ya tan alto, sino tan extravagante que para el Partido Socialista apenas resulta desleal no pagarlo.

Recordemos que ese precio es la supresión de los aforamientos de parlamentarios y miembros del Gobierno, lo cual requiere cambiar el Estatuto, lograr el visto bueno del Congreso y someter la decisión a un referéndum cuyo coste el PSOE cifra en 20 millones de euros. Se entiende así que toda la oposición opine unánimemente que socialistas y naranjas están haciendo teatro y comparten secretamente la decisión de dar por terminada la legislatura.

La otra clave

Además de esa lejana pero inquietante espada de Damocles que es la sentencia del juicio de los ERE, a convertir en ganadora la apuesta de que habrá adelanto electoral en Andalucía también contribuye un hecho que ha pasado relativamente desapercibido: la determinación de Pedro Sánchez de apurar su mandato merced a acuerdos con Podemos que si bien no le garantizan grandes victorias parlamentarias, sí le permiten ganar tiempo.

Sobre ese tiempo que se propone ganar el presidente dio ayer una pista clara: su Gobierno presentará su proyecto de Presupuestos en el Congreso “a finales de noviembre o principios de diciembre” con la intención de aprobarlos en el primer trimestre de 2019.

Sin incentivos

Al explicitar tales plazos, Pedro Sánchez despejaba dudas: no prevé adelantar las generales a este año, lo que significa que si Susana Díaz adelanta las autonómicas no hay riesgo de que se produzca la coincidencia que en algún momento acarició Ferraz pero siempre rechazó San Vicente, aunque por razones que nunca han estado del todo claras.

Despejadas las dudas sobre las generales en relación a 2018 y puesta a punto por Ciudadanos la plataforma de lanzamiento para que Díaz “apriete el botón” de la convocatoria, la presidenta se queda sin incentivos para estirar un mandato que formalmente está vivo pero materialmente está muerto y cuya prolongación tiene para el PSOE –pero también para Cs– muchos más riesgos que ventajas y para el PP –pero también para IU/Podemos– muchas más ventajas que riesgos.