Cuando pensamos en los efectos del calentamiento global nos imaginamos siendo abrasado por un calor atroz. Áreas que antes eran vergeles convertidas en desiertos. Veranos eternos y lluvia escasa. Pero pocas veces nos pensamos en que otro de los cambios y quizá el más drástico pueden ser inundaciones gigantescas.

Corrientes afectadas

Porque es difícil pensar que el alza de las aguas marinas aneguen ciudades enteras. Pero en realidad lo que puede alterar de manera radical nuestro planeta es el cambio de las corrientes oceánicas. Las corrientes en los océanos no solo sirven para establecer rutas de navegación: Su papel en la regulación de la temperatura global es clave. Y el cambio climático parece que va a afectar a este equilibrio. Al menos eso asegura un estudio realizado por varias universidades de Estados Unidos. Este análisis se ha basado en la realización de varias simulaciones informáticas. Es algo de lo que hablamos cada vez más. Cómo los grandes ordenadores nos permiten establecer consecuencias futuras en función del los parámetros que se les presentan.

De 5 a 15 metros más

Según los datos establecidos, que se basan en una secuencia más o menos lógica de vaticinio según el ritmo de calentamiento y de emisión de CO2, hay ciudades que deberían preocuparse mucho. La primera de ellas Nueva York. El icono de la modernidad puede sufrir no una inundación, sino la anegación permanente de gran parte de su superficie. Para el año 2100, el agua del Atlántico que baña sus costas podría subir 5,18 metros. Para el 2300, este nivel superaría los 15. Teniendo en cuenta que gran parte del área metropolitana de la megalópolis supera por muy poco el nivel del mar, la subida significaría prácticamente que Nueva York quedaría enterada Bajo el mar. Ya lo hemos visto en multitud de películas. La parte más alta de los rascacielos y la Estatua de la Libertad asomando por aguas someras de un nuevo mar. Ahora los científicos nos aseguran que puede ser real, no solo el fruto de la imaginación inquieta de los guionistas de Hollywood. Porque una vez más, la realidad supera a la ficción.