Artur Mas ha apretado el acelerador. El tiempo se acaba y este jueves debe decidirse, en segunda vuelta, si es investido o no president. Le bastaría con la mayoría simple de la cámara catalana, esto es, los votos de Junts pel Sí, más alguno de la CUP y la abstención como mínimo de dos diputados de la formación radical.

El diputado de la CUP Antonio Baños vota en voz alta ayer en la sesión vespertina del pleno del Parlament de Cataluña, en la segunda jornada del debate de investidura de Artur Mas como nuevo presidente catalán. EFE



¿Quién os habéis creído que sois?
Mas ha intentado, incluso sacrificando la ideología de su propia formación, atraer a los diputados de la formación que preside Antonio Baños. Ante la inflexible postura de éstos, que han dicho siempre que no pensaban investir a alguien vinculado con Jordi Pujol y los innumerables casos de corrupción que afectan a Convergencia, Mas ha dejado el guante de seda y ha sacado la mano de hierro.

En una tensa conversación entre líderes de Junts pel Sí y las CUP, se han dicho palabras cargadas de amenazas. Términos como “si no nos votáis, iremos a muerte y emplearemos la máxima dureza contra vosotros”, “¿Pero, quienes os habéis creído que sois?”, “Recordad quienes fueron los que os financiaron al principio”, “No solo el Estado sabe sacar trapos sucios” o “Diremos que las nuevas elecciones y el estancamiento del proceso son culpa vuestra y os presentaremos como traidores ante los catalanes” han sido algunas de las flores que han tenido que encajar los cupaires.

La respuesta que han dado los partidos de ámbito estatal, con el gobierno del PP a la cabeza pero también con el PSOE y Ciudadanos, ha hecho que el Palau de la Generalitat hierva de actividad. Los colaboradores más estrechos de Mas, los pocos que le quedan, creen que todos los escenarios posibles son desfavorables para el president en funciones, salvo el de su investidura. “Artur ha de salir president del parlamento este jueves, sí o sí. Todo lo demás es la ruina”, decía uno de ellos.

El análisis que se cuece entre los convergentes – Esquerra permanece significativamente muda - no tiene nada que ver con la demagogia que dicen en público. Sus argumentos contienen numerosos elementos, pero carecen del menor interés por la situación social que vive Cataluña. Y, si a eso vamos, muestran todavía menos atención a la propia independencia, ésa que tanto dicen defender.

Lo que piensan en privado Mas y los suyos
Los spin doctors de Mas contemplan las siguientes posibilidades, caso de que Mas no repita. La primera, convocatoria de nuevas elecciones. Ese supuesto horroriza a los convergentes. Nada permite auspiciar un aumento de votos para Junts pel Sí que, en este caso, posiblemente ya no contaría con la muleta de Esquerra. El partido de Oriol Junqueras ha declinado ir del brazo de Mas en las próximas generales, marcando distancias con quien los republicanos consideran ya un cadáver político. Su silencio en todo esto es estruendoso. Con las proyecciones de votos y un estudio realizado por una importante empresa israelí especializada en éstos asuntos, CDC se vería reducida, como mucho a unos veinte diputados. Y Mas debería dimitir.

El segundo: al no ser Mas president, aun manteniendo su condición de aforado en tanto que parlamentario, podría ser procesado por diversos delitos, amén del de sedición. Esto es, procesado por corrupción. Según los mismos asesores del president en funciones comentan, no tiene el mismo impacto público ser procesado por “defender las libertades catalanas” que por haber metido la mano, y tampoco es lo mismo procesar a un president de la Generalitat que a un diputado de a pie, por muy importante que sea. En ese caso, Mas también debería dimitir.

El siguiente supuesto, que Mariano Rajoy ha evitado mencionar en su comparecencia de hoy, es la aplicación del artículo 155 de la Constitución que prevé la suspensión de la autonomía. Si bien es cierto, dicen, que Mas podría presentarse como un mártir émulo de Companys, una comparación vil en la que habrá que entrar algún día, sin gobierno autonómico y sin Mas a su cabeza, se acaba el poder convergente.

Todo pasa por una sola cosa, Mas. Convergencia ha sellado un pacto fáustico con el diablo. O Mas, o nada. Sin Mas, lo perderán todo, y lo saben. No en vano, un viejo dirigente nacionalista, contrario a la locura a la que Mas ha llevado a su partido y a Cataluña, decía ayer que si Pujol había sido el César catalán, Mas era el Nerón.

Tocando la lira mientras Roma ardía por los cuatro costados.