Que si son grandes o pequeñas, bonitas o feas, expresivas o mudas.... Las muy blancas y aparentemente flácidas y blandas manos de Trump han dado mucho juego desde que se convirtió en candidato a la Casa Blanca. Pero desde que es el amo de la misma, y recibe en ella a mandatarios internacionales, la atención mediática ha derivado hacia su modo de utilizarlas en los saludos.

No pasaron desapercibidos para nadie los 19 segundos que duró el apretón al primer ministro japonés, Shinzo Abe, y las seis veces que palmeó con su mano izquierda la que sujetaba al nipón. Lo que destaca el psicólogo conductista Peter Collett en el británico The Guardian es que quien se comporta de este modo está intentando mostrar su estatus de superioridad sobre la persona a la que saluda. Por la cara que puso el japonés al desprenderse de la obsesiva mano de Trump, sin embargo, pareció importarle más liberarse del apretujón que la supuesta prepotencia del norteamericano. Una actitud esta que, por otro lado, puede deberse más a la forma de ser del Presidente, altivo y creído, que a una conducta deliberada y planeada de antemano.

Trump lo hace bien en este aspecto y suele salirse con la suya, haciendo saber al oponente que tiene la sartén por el mango. Pero no siempre lo consigue. No pudo hacerlo, por ejemplo, con el presidente mexicano Peña Nieto, que anuló la cita prevista por la polémica del famoso muro. Este mandatario habría quedado bastante mal ante una población que desconfía de él, y que está muy enfadada con Trump, si hubiera mostrado el más mínimo sometimiento. El objetivo de esa reunión, por cierto, era negociar el Tratado de Libre Comercio entre los países de América del Norte, que ha quedado bastante tocado. Con saludo o sin él, en lo que sí está avanzando Trump es en cargarse todos los acuerdos comerciales de Estados Unidos con el resto del mundo, quizá por prepotencia (¡America first!), pero también por ignorancia e ineptitud.

El mensaje para el japonés era similar. Nada de libre comercio con Asia, que había sido muy trabajado por Obama, y sí a un acuerdo bilateral del que Estados Unidos pretende sacar tajada.  Se lo dijo claramente con ese apretón de manos.

El “oso” Trump, destaca Collet, también muestra su superioridad cuando procura dar la última palmadita al contrario si es que este se ha atrevido a hacer lo mismo. Y, sobre todo, cuanto tira hacia él de su oponente de manera vehemente, quizá para expresar su empatía, y lo hace con tal fuerza que corre el peligro de derribarle, como le sucedió al juez Neil Gorsuch, al que eligió como candidato a presidir el Tribunal Supremo. Conservador moderado, a punto estuvo de caerse al suelo en uno de esos saludos y, tal vez como venganza, declaró después que los ataques de Trump contra los jueces eran “desmoralizantes”.

Una situación bien diferente fue la que se produjo en la última visita de Estado importante al nuevo inquilino de la Casa Blanca. Apercibido quizá de que podría ocurrirle lo que al nipón unos días antes, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, supo esquivar la actitud prepotente de Trump evitando las palmaditas e incluso invadiendo el espacio del Presidente. Ello hizo imposible que tirara de él intentando mostrar cercanía con un político que mantiene serias diferencias con el estadounidense. Primero en cuanto a la actitud hacia los inmigrantes, a los que Trudeau recibe y respeta frente a la hostilidad manifiesta de Trump hacia lo extranjero en general. Y segundo porque el canadiense es un convencido feminista que cree firmemente en la paridad y la igualdad entre los sexos, exactamente lo contrario que el otro.

Pero ese “abrazo del oso” que Trump utiliza, consciente o inconscientemente, para dejar constancia de una prepotencia acrecentada desde que se convirtió en el político más poderoso del planeta, esconde también su principal debilidad. Según el psicólogo conductista, su forma de saludar tiene mucho en común con sus posiciones políticas erráticas, imprevisibles y egoístas, a veces incluso contraproducentes con los objetivos que persigue. Una forma de gobernar que está siendo cuestionada desde diversos ámbitos y sobre la que hoy mismo publican sus discrepancias los periódicos más importantes de Estados Unidos.