Una cosa es que el PSOE vaya a permitir que Rajoy siga siendo presidente del Gobierno y otra muy diferente que en el transcurso del tortuoso camino que le ha tocado andar en las últimas semanas pierda una parte fundamental de su esencia como partido de izquierdas.

De la esencia de las derechas, por el contrario, emana el propósito de sacar tajada de la situación. Y una de tantas maneras es tratar de confundir a militantes y simpatizantes del PSOE en estos momentos de incertidumbre y volatilidad de ideas. En eso consiste, en mi opinión, el artículo publicado el fin de semana en La Razón por el historiador Jorge Vilches con el título "¿Por qué la izquierda está obsesionada con Franco?". Opina el autor que "el derribo y vejación de la estatua del dictador exhibida en Barcelona muestra que la nueva izquierda traiciona los esfuerzos por la reconciliación, ‘sin vencedores ni vencidos’, que realizaron comunistas y socialistas junto con notables falangistas a espaldas de Franco para preparar la democracia".

Sin pretender justificar actos de vandalismo de ningún tipo, incluso contra la efigie sin cabeza del dictador que tanto daño hizo a España, la única respuesta posible a esa pregunta es que todavía persisten unos cuantos motivos, muy bien fundamentados, para que la izquierda siga obsesionada con Franco, es decir, para seguir siendo antifranquista.