Cada verano muchos viajeros son detenidos en las aduanas de nuestro país por intentar cruzarlas portando un souvenir realizado con restos de algún animal o planta protegidos por la ley. Estamos hablando de una simple pulserita, una figura tallada o un cinturón.   

En muchos lugares de África, Asia y Sudamérica la naturaleza es la fuente directa de materia prima para la confección de souvenirs de todo tipo. De ese modo, especies de animales y plantas en peligro de extinción como la tortuga carey, el elefante, el yacaré, varios tipos de orquídea y diferentes árboles del ébano, entre un largo listado, son esquilmados para atender las demandas del turismo.

El tráfico ilegal de animales y plantas ha situado a un numeroso grupo de especies salvajes al borde de la extinción en África, Asia y Sudamérica. Mueve cada año alrededor de 25 millones de euros, siendo el tercero en importancia después del de armas y el de drogas.

De hecho, los canales que se utilizan para introducir en el mercado clandestino la droga son los mismos que suelen utilizar los traficantes de especies protegidas para mercadear con ejemplares vivos o sus restos, incluso los beneficios van a parar en la mayoría de las ocasiones a los mismos cárteles.

Para controlar este tipo de contrabando en 1973 una veintena de países firmaron en Washington el Convenio sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES) que entró en vigor dos años después y desde entonces protege a las especies incluidas en su catálogo, tanto a ejemplares vivos como a sus restos; ya sea en forma de animal disecado, objeto de decoración o amuleto.

España suscribió el convenio CITES en 1986, por lo que desde entonces se considera delito de contrabando intentar cruzar cualquier aduana de nuestro país con alguno de estos souvenirs.

De ese modo todo resto animal (pieles, colmillos, conchas), vegetal (semilla, tubérculo o fruto) o cualquiera de los productos manufacturados (pulseras, abrigos, bolsos) a partir de especies animales o vegetales incluidas en el CITES puede ser requisado en la aduana y dar lugar a una sanción administrativa, que en el mejor de los casos acabará en multa y en el peor puede llevarnos a prisión.

Si queremos ayudar a la conservación de la biodiversidad en países alejados y luchar contra el mercado ilegal de especies en peligro de extinción debemos informarnos muy bien antes de adquirir el consumo de este tipo de objetos, ya sea a vendedores ambulantes, en mercadillos populares o incluso en las tiendas del aeropuerto, pues todavía hay países que no han firmado el convenio.

Comprar una simple figura tallada de marfil, por ejemplo, es una forma directa de contribuir a la acelerada desaparición de los elefantes, ya que por culpa de su comercio, y solo en África, la población de estos mamíferos salvajes ha pasado de un millón y medio en 1975 a menos de cien mil en la actualidad. Tan solo durante el año pasado fueron abatidos 10.000 elefantes en Tanzania para arrancarles los colmillos y abastecer al mercado negro del marfil.

Así pues conviene insistir un año más: si está viajando o tiene pensado viajar a un país tropical y le ofrecen una figura tallada, un amuleto personal o incluso un instrumento musical, como el famoso palo de lluvia brasileño, cuidado: pueden contener restos inesperados de animales o plantas en peligro de extinción amparados por el CITES. En el caso del instrumento, las semillas que se deslizan por el interior de la caña y provocan el sonido pueden pertenecer a flora amenazada.