Relegado a las últimas filas de invitados, un Pujol sacando pecho ha puesto a los suyos en un auténtico compromiso. “¿Dónde lo ponemos?”, decían. “Que no se vea mucho”, ha sido la lacónica respuesta del actual gobierno catalán.

En el acto de homenaje a la recientemente fallecida, Jordi Pujol ha hecho su primera aparición en público tras declarar en la Audiencia Nacional por el controvertido tema de la herencia de su padre. Que él mismo, su esposa Marta Ferrusola y todos sus hijos estén encausados por asuntos relacionados con el blanqueo de capitales no parece haberle hecho mella. Se paseaba por el Parlamento catalán como por su casa; de hecho, él siempre ha considerado las instituciones autonómicas como su cortijo privado. La cosa no ha gustado ni mucho ni poco al actual President Carles Puigdemont, que hubiese preferido que el actual investigado se quedase en casita. Había que ver las caras que los antaño devotos de Pujol ponían al verlo, tan campante, saludando a todo aquel que se le acercaba. No muchos, si hemos de ser sinceros. Es más, algunos han hecho auténticas filigranas para no topárselo de cara.

Mientras que los ex presidentes Artur Mas,  Pasqual Maragall y José Montilla estaban sentados en la segunda fila, a Pujol lo han enviado, entre algunos ex diputados, al fondo de la sala. El asunto no ha pasado desapercibido a los que conocen los entresijos de la política catalana, sus formas y sus maneras. No es éste un tema menor, ni mucho menos. Como ya dijo en su día el Molt Honorable Josep Tarradellas, en Catalunya la única cosa por la que la gente se mata es por las sillas en las que uno se sienta. Así lo ha demostrado el protocolo del acto que rendía homenaje a la figura de Muriel Casals, ex presidenta de Ómnium Cultural, diputada de Junts pel Sí y una de las impulsoras del llamado proceso independentista.

Pero la estratagema no ha surtido efecto. Aunque lo sienten al lado de la puerta, Pujol sigue siendo mucho Pujol y los periodistas se han ido a por él. Sonriente, e incluso arrogante, ha estrechado manos, ha dicho su famoso: “Hoy no toca” cuando le preguntaban por sus asuntos judiciales e incluso se ha despachado con un “No me importa” a la pregunta de si no se sentía postergado por estar en un sitio que no le tocaba, en rigor, atendiendo a su calidad de ex president de la Generalitat.

También es cierto que, si bien no ha recibido ni un átomo de cordialidad institucional por parte de los que se declaraban hasta ayer hijos suyos políticamente hablando, tampoco nadie le ha increpado. El temor que existe aún con respecto a su figura y a la alargada mano que posee en muchos ámbitos ha hecho tascar el freno a políticos y periodistas. Un compañero periodista ha deslizado en voz baja una maldad: ¿alguien se imagina a Luis Bárcenas en un acto institucional, aunque sea sentado al lado del armario de las escobas? Nadie, por supuesto, pero es que Cataluña es diferente, qué duda cabe, y en éstas cosas, más.

El acto en sí no tenía mayor interés que el escuchar los repetitivos elogios a la fallecida Casals y los ditirambos que Carme Forcadell, presidenta del Parlament, ex mandataria de la Asamblea Nacional Catalana y amiga de la difunta, el president Puigdemont y el actual presidente de ómnium Jordi Cuixart le han dirigido.

Los adjetivos de “humildad, bonhomía, humanidad, valentía” se iban encadenando unos con otros. Casals, que fue militante del PSUC y ya era miembro del consejo de la todopoderosa Corporación de Medios Audiovisuales (léase TV3 y Cataluña Radio) en la Cataluña pujoliana de los años ochenta, tuvo sin duda virtudes, pero ninguna atribuible a la dulzura de abuelita amable y cariñosa con la que se la describía. Pujol, que la conoció y dio cancha en su época – sin su visto bueno era impensable que nadie tuviera un cargo público bajo su mandato – ha debido pensar aquello de que aquí sabemos enterrar como nadie.

Quizás el viejo patriarca del nacionalismo catalán haya imaginado qué dirán de él cuando ya no esté. Nada podemos augurar, porque aquí la gente se cambia de camisa con una prontitud de vértigo, pero si tuviéramos que hacer un pronóstico a partir de lo visto hoy, se prevé un sepelio íntimo y discreto.