Complicado encontrar hoy en los periódicos crónicas que disientan del aplauso uniforme al nuevo rey. "¿Es obligatorio decir que el discurso fue extraordinario?", se pregunta el periodista José María Izquierdo en su Ojo Izquierdo de la Cadena SER. "¿No le interesa a ningún oyente saber que el autor de este Ojo piensa que el susodicho discurso fue flojo por medroso y continuista, a años luz de una pretendida grandeza histórica?", lamenta ante el entusiasmo general.

Losántos, electrizado con el nuevo Rey
Incluso al mordaz Federico Jiménez Losantos el discurso de Felipe VI le pareció perfecto. La única pega que le ve es que fue demasiado largo. Ve "digno de admiración" que asuma su responsabilidad y destaca su emoción cuando se refirió a su madre: "Fue electrizante para el que se siente español".

Portadas clonadas
as portadas de los periódicos algunas parecen clonadas y todas coinciden en exaltar la figura del nuevo Rey.

Portadas de la prensa española tras la proclamación de Felipe VI



Un discurso sin corazón
Sin embargo hay excepciones notables a euforia globlalizada, entre ellos el director de ELPLURAL.COM, Enric Sopena, que no vio mucho corazón en su discurso.

Millás y el discurso de un "prologista sin ganas

Juan José Millás,  en su columna de El País, felicita irónicamente al Rey por su decisión de descapotar su Rolls Royce, "porque con la capota puesta tenía algo de furgón funerario". Cree que el discurso de Felipe VI lo escribió un "prologuista sin ganas" y lamente que no hablaase de la corrupción. "Pero no se habla de la cuerda en casa del ahorcado", puntualiza para terminar su columna con una incisiva visión del besamanos:
Como ven, no es fácil hacer la crónica de un suceso tan largo en el que no sucede nada. ¿Cómo contar, por ejemplo, el besamanos, tan tedioso? ¿Cuántas veces dio la mano el Rey? ¿Tres mil, cuatro mil? ¿Le quedarían entre los dedos restos de cocaína, residuos de dólares ingresados en cuentas suizas, escamas de quienes habían estrechado previamente la mano de Bárcenas o de El Bigotes? Lo bueno habría sido que entre los dos mil invitados hubieran introducido, disfrazados de gente bien, a un mendigo, a una pobre, a un indigente, a un parado, a una inmigrante ecuatoriana, a una investigadora sin beca, a un niño sin comedor. Para que se le quedara también entre los dedos algo de toda esa peña expulsada fuera de la historia. Pero entonces estaríamos hablando ya de una novela.