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“Había una vez una linda niña que cada día se dirigía en compañía de su madre a casa de su abuelita…” No. No nos hemos equivocado. La tecnología ha avanzado tanto en los últimos tiempos que referirse a cosas, artilugios o aparatos que eran pioneros hace 40 años parece que conlleva hablar de tiempos prehistóricos, aunque siempre cargados de nostalgia. Por desgracia, lo que en la actualidad enmarcamos en el apartado de Nuevas Tecnologías, o en secciones denominadas Tech, cuentan con una existencia tan efímera que los recuerdos que encierran para las generaciones que ahora mismo son sus consumidoras se convierten en prácticamente nulos.

“…Un día, la madre de aquella niña a la que todo el mundo conocía como Caperucita Roja, no pudo llevar a casa de la abuelita…” Volvemos a los cuentos para, a su vez, regresar a principios de la década de los 70 (y los 60). En el caso de algunos privilegiados, además de pasar de los padres a niños a través de la tradición oral, aquellas fascinantes historias infantiles lo hacían con unos aparatos que recibían un nombre, desde luego, muy curioso: ‘comediscos’.

De los cuentos a los guateques
Si la edad de los usuarios de aquellos artilugios verdaderamente revolucionarios para la época rondaba los 10 años, la voz de hombres y mujeres con narraciones de cuentos populares o canciones infantiles eran lo que ocupaban el comediscos. Si hablábamos de adolescencia, entonces las historias de cerditos o princesas dejaban paso a la música ‘moderna’ de entonces, aquella que servía para llenar los guateques.

El comediscos era tecnología punta del momento. Un invento precursor, sin duda, de muchos de los aparatos portátiles que hoy en día todavía funcionan y tienen su utilidad, y de otros que el paso de los años ha ido convirtiendo en clásicos.

Básicamente el comediscos era un aparato con una ranura, similar a la que tienen los reproductores de cds de los coches, por la que se introducía el disco de vinilo cuyo contenido empezaba a sonar nada más los engranajes del tocadiscos interno se ponían en marcha. El eject adquirió el aire de lo último en aquellos momentos, porque el comediscos disponía de un botón de estas características para expulsar el disco. Esta circunstancia, supuso ya un gran avance, a pesar de que ahora lo observemos como lo más normal del mundo.

Con la música a todas partes
Seguro que muchos  empezarán a rememorar momentos de la juventud, con la música que entonces rompía en la radio y que servía en aquellas fiestas para hallar al primer amor o para echar un baile. Aquel comediscos fue todo un adelanto tecnológico que sirvió para romper muchas barreras porque supuso el poder ir con la música casi a cualquier sitio.

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Cabe recordar que los discos eran de 45 revoluciones, los famosos singles, y el aparato en cuestión supuso un soplo de libertad en un instante de la historia de este país en que lo de la libertad era casi una utopía.

Al margen del artilugio en sí mismo, este tenía un componente, por ejemplo en el modelo redondeado de la marca OKAY, que le confería al aparato un aire todavía más moderno: la correa de cuero que permitía llevártelo cual bandolera a cualquier fiesta.

Llegan a los 220 euros
Para los nostálgicos hay que decir que los distintos modelos y marcas pueden encontrarse a través de internet en diferentes páginas de compraventa. Lo más sorprendente de todo son los precios que se pagan (o se piden) por ellos, bien sean los OKAY, Penny, Ryce, Minitoc, Buggy… y que oscilan entre los 90 y los 220 euros. Casi nada.

Sin duda, recordando su época dorada de las décadas de los 60 y 70, para muchos no supondrá mucho dinero porque, al fin y al cabo, significa revivir aquellas fiestas y guateques.