Un informe del Foro Económico Mundial señala que los trabajos relacionados con la salud y los cuidados representan uno de los motores para el desarrollo de una economía más sostenible e inclusiva. Según este estudio, la oferta de profesiones relacionadas con los servicios sociales debería aumentar en un 81 % hasta 2030, y en esta categoría se incluye la educación, la sanidad y el cuidado de personas mayores. En este contexto, define al sector sociosanitario como una de las claves para la construcción de una economía que no deje a nadie atrás, en especial, a las personas mayores.

Una de las profesiones más demandadas en los últimos tiempos es la de gerocultor, una figura técnica esencial en las residencias de mayores. “Nosotros ayudamos a que los mayores o personas dependientes tengan la mejor calidad de vida posible en esta etapa”, nos explica Concepción García, de 54 años, gerocultora de la residencia CleceVitam Bastiagueiro. Nunca había pensado en dedicarse a esto, pero ha descubierto su auténtica vocación. “Trabajaba en otro sector y me quedé en paro, hice unos cursos de formación, después unas prácticas y me gustó tanto que me quedé”, asegura. Esta profesión, añade, le ha permitido crecer no sólo laboralmente, también como persona, se siente valorada tanto por sus compañeros como por los residentes a los que cuida.

“Hay gente que a nivel cognitivo está más deteriorada y no lo puede expresar verbalmente, pero sí sabes que están agradecidos, somos su persona de referencia, están contentos y eso se nota”, argumenta. La clave de este trabajo, añade, es la empatía: “Puedes ser una profesional de 100 moviendo a la gente, atendiendo sus necesidades, pero si no tienes un mínimo de vocación y un mínimo de empatía, olvídate. Esa parte es el 80 % de tu trabajo”.

Creas un vínculo muy especial con los residentes y aprendes muchísimo de ellos

Estela Guerreiro, de 29 años, siempre quiso dedicarse al cuidado de mayores. Se formó como auxiliar de enfermería y empezó a trabajar como gerocultora hace ya ocho años. Es compañera de Concepción en CleceVitam Bastiagueiro y coincide con ella en que se trata de una profesión muy vocacional, a la que hay que poner “muchísimas ganas”, pero siempre te compensa. “Creas un vínculo muy especial con los residentes y aprendes muchísimo de ellos. Esta generación ha hecho y ha vivido cosas increíbles: se han ido a otros países sin tener ni idea del idioma o de su cultura, porque antes no había Google para informarse, sin embargo, se han echado la manta a la cabeza y se han ido a Argentina, a Suiza, a Alemania para labrarse un futuro y sacar a sus hijos adelante. Es realmente apasionante”, nos explica.

Formación necesaria para ser gerocultor

Existen varias vías de acceso a esta profesión: estudios de Formación Profesional en la especialidad de geriatría o enfermería, o a través de los cursos de formación que facilita el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) en esta especialidad. Normalmente, trabajan en residencias de mayores o centros de día, pero también pueden prestar asistencia domiciliaria. 

Concepción accedió al puesto de gerocultora después de hacer el curso de capacitación del SEPE. Considera vital la formación académica para saber cómo tratar a personas que sufren demencia, Parkinson o Alzheimer. “Además, la empresa tiene interés en seguir formando a sus trabajadores y hacemos cursos, es una formación continua”, asegura. Todos estos conocimientos le sirven para saber cómo conectar con las personas a las que cuidan: “Ellos, a veces, no se pueden expresar y debes hacerlo en su lugar, somos como una prolongación suya, y también hacemos un poco el papel de psicólogo”. Y añade: “Les prestamos una atención individualizada, lo más personal posible. Yo entiendo que el objetivo de mi trabajo es hacer su estancia lo más agradable posible y que se sientan como en su casa, porque lo es”.

Para Estela es importante destacar que las personas mayores no son niños a quienes hay que imponer unas normas: “A los niños los educamos para que sean funcionales de cara a la sociedad, pero los mayores ya lo son, con sus gustos, sus ideales, sus valores… Les podemos sugerir, pero nunca imponer un criterio, y si se trata de algo que tenga que ver con la salud, intentar que entren en razón”.

Ambas, sin embargo, mantienen cierta distancia emocional con los residentes. “Es importante saber dónde poner esa barrera entre tu vida y tu trabajo. Hay que darles muchísimo cariño, por supuesto, pero también debes tener la cabeza fría para que los sentimientos no te afecten más de la cuenta. Cuando falta uno, que por desgracia ocurre, te quedas un poco tocada y tratamos de juntarnos los compañeros recordando los buenos momentos o alguna anécdota graciosa, siempre con mucho cariño”, subraya Estela.