El 21 de septiembre se celebra el Día Mundial del Alzheimer, una demencia degenerativa incurable que, por lo general, muestra varios años de evolución antes de ser diagnosticada. La mayoría de los enfermos son mayores de 65 años. Sin embargo, una de cada 10 personas afectadas tiene entre 30 y 65 años.

El número de afectados ha experimentado un rápido crecimiento en los últimos años debido al envejecimiento poblacional. Los expertos advierten de que la tendencia irá al alza, con un aumento del 87% de casos en Europa hasta 2015.

Se calcula que en la actualidad hay aproximadamente 50 millones de personas con demencia en todo el mundo, cifra que podría llegar hasta 131,5 millones en 2050. En España, según datos oficiales hay unos 800.000 enfermos de Alzheimer, pero expertos de la Sociedad Española de Neurología (SEN) alertan de que estarían por encima del millón ya que entre el 30 y el 40% de los casos están sin diagnosticar.

La detección precoz del Alzheimer es vital a la hora de retrasar al máximo las distintas fases de la enfermedad. Aunque a día de hoy no existe una prueba específica que permita diagnosticarlo ni tratamientos preventivos, sí se pueden identificar los primeros síntomas.

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¿Cuáles son sus primeras manifestaciones?

En las etapas iniciales de la enfermedad aparecen fallos de memoria que dificultan la vida diaria. Pueden olvidar una cita médica, un encuentro familiar o una reunión, perder sus pertenencias porque no recuerdan dónde las han dejado y son incapaces de volver sobre sus pasos para encontrarlas. Llegan incluso a pensar que les están robando.

Virginia Guerra, psicóloga del Centro Alzheimer Fundación Reina Sofía de la Comunidad de Madrid, gestionado por Clece y referente mundial en el tratamiento de esta enfermedad, nos explica cómo, en esta primera fase de la enfermedad, se compensan estos olvidos apoyándose en diarios o notas y la ayuda de familiares y amigos.

Aparece desorientación en tiempo o lugar. No recuerdan en qué fecha se encuentran, dónde están o cómo han llegado hasta allí, o tienen una noción errónea del paso del tiempo. Durante las conversaciones suelen repetir varias veces la misma idea, olvidan lo que querían decir o tienen problemas para encontrar la palabra adecuada. Muchas veces se bloquean intentando compensarlo utilizando palabras generales, llamando al objeto al que se refieren por otro nombre o describiéndolo”, nos explica la psicóloga del Centro Alzheimer Reina Sofía para que identifiquemos los primeros síntomas.

Aunque los problemas de memoria son los más identificables, no son las únicas señales de alarma:

  • Pérdida de la iniciativa y falta de interés por actividades de ocio o relaciones sociales con las que antes disfrutaban
  • Presentan graves dificultades para hacer cosas que antes hacían habitualmente -cocinar, por ejemplo-.
  • Dejadez en su cuidado general y el aseo personal, en particular.
  • Hacer compras innecesarias
  • Cambios anímicos en la personalidad. Algunos pacientes se vuelven desconfiados, ansiosos, inseguros, confusos, irritables o deprimidos.
  • Problema en el reconocimiento de imágenes y cálculo de distancias, lo que les produce dificultades en la lectura, escritora o conducción. Muchas veces se atribuyen de forma errónea estas dificultades a problemas visuales como cataratas.

Segunda fase

Según avanza la enfermedad, la dependencia va en aumento. "Las alteraciones se agravan y se incrementan los déficits en la expresión y compresión del lenguaje", enfatiza Virginia Guerra. Los problemas de atención o razonamiento van en aumento y tienen dificultades serias para realizar tareas que requieran múltiples pasos como vestirse.

"Pueden presentar alucinaciones, delirios, agitación o agresividad, desinhibición – por ejemplo, hacer comentarios inapropiados que antes no hubiera hecho-, caminar sin rumbo, realizar movimientos repetitivos o presentar cambio en los ciclos sueño-vigilia", describe la psicóloga enumerando los síntomas que aparecen en esta segunda fase de la enfermedad.

 

 

Tercera fase: dependencia total

De ahí se pasa a la dependencia total en la última fase de la enfermedad, cuando el paciente es incapaz de hacer solo las actividades de la vida diaria. Los enfermos registran una pérdida total o casi total del lenguaje, graves dificultades en la deglución, mayor vulnerabilidad a infecciones, pérdida de la capacidad para caminar y mantenerse erguido y del control de esfínteres, entre otras cosas.

Prevención

Desde el diagnóstico del Alzheimer, el paciente tiene una esperanza de vida de entre cuatro y 20 años, dependiendo de muchos factores, como por ejemplo si presenta otras patologías añadidas. Aunque la enfermedad de Alzheimer no tiene cura, sí se pueden aplazar los síntomas llevando una vida saludable: dieta mediterránea, actividad física y mental regular además de mantener un buen nivel de relaciones sociales. Los expertos recomiendan asimismo evitar el aislamiento.

¿Se puede curar el Alzheimer?

Actualmente no existe un tratamiento que consiga parar o revertir la progresión de la enfermedad, ni siquiera marcadores específicos que confirmen al 100% el diagnóstico de Alzheimer. A falta de la confirmación definitiva, que sería post mortem, el diagnóstico se hace mediante una exploración clínica (valoración neurológica y neuropsicológica) y pruebas de neuroimagen.

En este momento, gran parte de la investigación está centrada en mejorar el diagnóstico temprano de la enfermedad. También se están trabajando en fármacos que para que ralenticen la progresión de la enfermedad o prevenirla, pero todavía no se han descubierto medicamentos efectivos ni una vacuna que pueda prevenirlo. Lo que sí existen son fármacos que pueden ayudar a controlar los síntomas durante algún tiempo.