El Airbus A330-343 de la compañía española Evelop sufrió una caída libre de más de 300 metros este martes, pero los hechos no transcendieron hasta que se confirmó la actuación de emergencia de la Guardia Civil y de los servicios sanitarios del avión con 35 heridos. Así lo han explicado dos testigos que viajaban en el avión a El Confidencial Digital.

La aeronave despegó desde Port Louis (Isla Mauricio) a las 9:20 de la mañana, hora local (7:20 horas en España). El vuelo tenía una duración prevista de unas once horas, pero no cumplió el horario por un grave incidente que ocurrió justo a mitad de trayecto.

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Después de cinco horas de viaje, el avión entró en una zona de turbulencias no prevista en la ruta, lo que provocó que se desestabilizara, y sufriera un desplome en posición horizontal. Finalmente, el piloto logró estabilizar la aeronave y continuar el vuelo sin mayores problemas. Sin embargo, la brusca y prolongada caída del avión provocó que, hasta 35 pasajeros, incluidas dos azafatas, resultaran heridos y tuvieran que ser trasladados a los hospitales de La Paz, Ramón y Cajal y Sanchinarro nada más aterrizar en Madrid.

Luna de miel con final inesperado

Los 300 pasajeros que viajaban desde Isla Mauricio a Madrid no podrán olvidar fácilmente lo sucedido, algunos de ellos han contado la experiencia vivida. Este es el caso de José Ramón y María del Mar, Naturales de Guadalcanal, un pueblo de la provincia de Sevilla, pero residentes en Madrid, la pareja regresaba a la capital nada más concluir su luna de miel, que les llevó primero a Sudáfrica y, después, a Isla Mauricio.

Todo comenzó a mitad del viaje cuando se apagaron las luces que alertaban de la obligatoriedad de llevar el cinturón de seguridad abrochado. “Nos advirtieron de que íbamos a pasar por una zona de turbulencias. Todo el pasaje se quedó sentado. Pero cuando la sobrepasamos, se apagaron las luces indicadoras y hubo gente que se levantó”.

Tal y como explican María del Mar y José Ramón, de repente, y de forma inesperada, “hubo una caída muy fuerte” y violenta del avión, que en un primer momento no perdió su posición vertical. La sensación, relata la pareja, fue la de estar “en una atracción de feria”, con un movimiento de “caída y rebote” que, en el caso de ellos dos, fue mitigado al llevar abrochado el cinturón: “Nosotros notamos este movimiento brusco, pero seguimos pegados al asiento”.

La peor parte, afirman, se la llevaron los pasajeros que iban sin el cinturón o que incluso se habían levantado de sus asientos: “Había personas hasta en el baño. Vimos gente, literalmente, volar dentro del avión. Un pasajero que teníamos delante tuvo los suficientes reflejos para poner sus manos encima de la cabeza y evitar un duro impacto contra el techo del avión”.

Caída en picado

Después del brusco descenso de la aeronave en posición horizontal, el avión se inclinó hacía delante, “con el morro apuntando hacia abajo y la parte trasera hacia arriba”. Los pasajeros percibieron entonces claramente que el Airbus empezaba a “caer en picado”. “Duro cerca de un minuto, no es mucho tiempo, pero en esas circunstancias esos escasos sesenta segundos dan para mucho”.

Después, llegó la hora de hacer el cálculo de daños, “dos azafatas se llevaron la peor parte: el salto y la caída les pilló fuera de sus asientos. Una tenía un fuerte golpe en la cabeza. La otra, al aterrizar en Madrid, no podía ni andar”. Un pasajero que la pareja tenía cerca, un padre de familia con tres hijos fue uno de los que se comportó con mayor tranquilidad y sosiego. Realizó incluso algunas comprobaciones: “Lo primero que hizo fue subir la ventanilla protectora, que permanecía cerrada, para comprobar que las alas no habían sufrido ningún daño”.

María del Mar añade que “debía tener conocimiento sobre aviones, porque declaró en voz alta que, en una caída en vertical, las alas podían haber sufrido daños por culpa de la presión”. Posteriormente, “una azafata preguntó si había algún médico en el avión. Quiso mandar un mensaje de tranquilidad, pero nos asustó un poco al decir que aún no habían podido contactar con el piloto”. Pero finalmente, hubo noticias del capitán: “Nos explicó que habíamos atravesado una zona de turbulencias imprevista. Y que, al contactar con la torre de control, le habían dicho que otros pilotos habían dado el aviso apenas unos minutos antes”.

Una llegada agónica

Después de lo ocurrido, aún quedaban seis horas de viaje, en el avión había un gran número de niños, quienes afirmaban que “habían visto a gente volar; otro quería llegar a casa cuanto antes para contarle a su tío que casi habían tenido un accidente”.

Cuando el avión llegó a Barajas, “Había congestión en Barajas y no nos daban pista, por lo que estuvimos casi media hora más haciendo tiempo en el aire”. Finalmente, cuando fueron conscientes que estaban en suelo firme, “hubo un gran aplauso de los pasajeros”, ha explicado la pareja.

Cuando el avión tocó tierra, “vimos que esperaba un operativo de emergencias, tres coches patrullan y tres ambulancias. Al avión entraron media docena de guardias civiles y médicos para atender a los heridos”. José Ramón y María del Mar, sentados en la fila 19, no sufrieron ningún tipo de lesión: “Los más afectados fueron los que estaban en la parte de atrás y en la de delante. Nosotros, al estar en el medio, y llevar puesto el cinturón, nos libramos”. “Por suerte ha sido un susto. Hay que considerarlo una aventura más del viaje. Hay que verlo así y no cogerle miedo a volar”, concluye María del Mar.