OBS Business School ha publicado el informe “El sector inmobiliario después de la crisis del coronavirus en España” realizado por Juan Manuel Chávez, colaborador de la escuela. En él se repasa la evolución del mercado de la vivienda antes de 2020 con un repaso de la crisis y la burbuja, cuestiones esenciales sobre la oferta, costes, hipotecas, alquileres y expectativas.

También hay espacio para la reflesión sobre el ámbito inmobiliario en el actual escenario de la pandemia, la experiencia humana de poseer un hogar; y los aspectos cuantitativos de los pisos residenciales frente a los turísticos o el Euribor que se entrelazan con cuestiones domésticas como las distancias, metrajes, y el impacto del confinamiento. Entre dos posturas, la esperanzada frente a la sombría, el informe aborda los claroscuros en torno a la vivienda, que durante la pandemia cobró una dimensión inédita, asumiendo nuevos valores y afrontando nuevos desafíos.

Así, Juan Manuel Chávez analiza tres aspectos que forman el fundamento de esta crisis:  el desempleo, el desamparo y el desalojo; lo primero con personas que dejan de ganar su sustento económico; lo segundo con personas que dejan de percibir ayudas del Estado o reciben menos de lo que necesitan; y lo tercero con personas que son forzadas a otro después de perder su vivienda.

Según el informe, todo florecimiento del sector inmobiliario se marchita de la primera a la segunda década del siglo XXI: empiezan a proliferar las noticias sobre la dificultad, severa incluso, para acceder a una vivienda; llega el día en que las personas no se encuentran reflejadas en ese mercado, sino que solo padecen sus espejismos. Para el profesor, una casa es mucho más que cuatro paredes y un techo, pues el piso donde se vive tiene un valor monetario, un valor simbólico y un valor afectivo para su propietario.

Según el profesor, las viviendas no estaban preparadas para un confinamiento en cuanto a requerimientos de espacio, ventilación, distribución y acondicionamiento; y la contrariedad se agudizaba con un contagio en el hogar. Como consecuencia, se ha impuesto reivindicar lo hogareño con todos sus protocolos y el espacio individual como entorno seguro, expectativas que podrían instalarse en forma de indicadores para la búsqueda de una vivienda en venta o alquiler, o incluso plasmarse en exigencias hacia una renovación extra en el sector inmobiliario.

Si la tendencia de los años previos a esta pandemia era la reducción del tamaño de los pisos, al contrario del precio casi siempre en alza, y cierta esencialidad en el aprovechamiento del área, que convertía en lujo un patio interior o un jardín, el contexto pandémico ha venido a romper estos parámetros de una arquitectura.

A las problemáticas del desempleo, el desamparo y el desalojo se hila una que es transversal y global: la desigualdad. Según Chávez “está pendiente la investigación humanista que acopie los peregrinajes inmobiliarios de quienes han pasado de un alquiler a otro sin encontrar el lugar definitivo, ponderando la errancia urbana que oscila bajo el desbalance entre el anhelo de una vivienda ideal y las posibilidades socioeconómicas de alcanzarla”.

Y es que los meses de pandemia han mostrado que no toda la ciudadanía puede soportar de igual modo las duras condiciones impuestas. Sin duda, durante este período muchos se han quedado irremediablemente atrás y ahora, iniciado el proceso de vacunación, “se abre una etapa para reconstruir el deshilachado de un tejido social que tendrá su tiempo de duelo y buscará expresar su urgencia de vida”, señala Chávez, “en esta reconciliación de lo humano será fundamental el valor de hogar que conlleva una vivienda”.

El informe concluye que para asegurar la prosperidad y la paz hay que reducir la desigualdad. Y esta cuestión, de poderosa transversalidad, conlleva también la aspiración a un equilibrio en cuanto al acceso a la vivienda.