Un ictus es más que un problema de salud: es una ruptura en la biografía de las personas, un evento que marca un antes y un después en la vida de quienes lo padecen. Esta enfermedad neurológica, causada por la interrupción del flujo sanguíneo en una parte del cerebro, es una urgencia médica que constituye la primera causa de discapacidad en adultos y de muerte entre las mujeres (la segunda entre los hombres).

En España, la incidencia ronda los 200 casos por cada 100.000 habitantes y año; y el perfil de sus afectados es el de una persona en torno a los 70 años que acumula factores de riesgo vascular, aunque también afecta a personas cada vez más jóvenes por diversas causas.

La rapidez y precisión en la respuesta son esenciales: el tratamiento adecuado en fase aguda y subaguda, sumado a una rehabilitación temprana y multidisciplinar puede marcar una gran diferencia en la vida del paciente.

¿Qué es el ictus?

El ictus es una enfermedad que afecta al cerebro derivada de la falta de riego sanguíneo en una zona específica del cerebro, lo que provoca sufrimiento y muerte de neuronas en cuestión de minutos. Hay dos tipos principales: el ictus isquémico y el hemorrágico.

Según nos explica el doctor José Carlos Fernández Ferro, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Universitario Rey Juan Carlos integrado en la red pública madrileña de salud SERMAS, el primero se produce cuando un trombo —un coágulo de sangre— obstruye una arteria en el cerebro, cortando el flujo de sangre a esa región. Este es el tipo más común, responsable del 85 % de los casos. El ictus hemorrágico, en cambio, ocurre cuando se rompe un vaso sanguíneo y la sangre se derrama en el tejido cerebral. Ambos tipos se presentan con síntomas similares y pueden causar secuelas graves si no se actúa con rapidez. La distinción pasa necesariamente por la realización de un TAC de cerebro, antes de realizarlo, no podemos saber si estamos ante un ictus isquémico o hemorrágico.

Factores de riesgo y prevención

El ictus no solo afecta a personas de edad avanzada; de hecho, su incidencia está en aumentando entre adultos jóvenes. La doctora Natalia Barbero, neuróloga del hospital madrileño, explica que el ictus es la primera causa de discapacidad en la edad adulta y la primera causa de muerte entre las mujeres en España.

Factores de riesgo como la hipertensión arterial, la diabetes, el colesterol, el tabaquismo, el alcohol, la obesidad y el sedentarismo están directamente relacionados con el ictus. Todo ellos son modificables así que una vida saludable puede reducir significativamente las probabilidades de sufrir un ictus. "El ictus de mejor pronóstico es el que nunca se tiene", asegura el doctor Fernández Ferro. Además, menciona que algunos de estos factores aportan un riesgo especial como en el caso de la obesidad (ya que suele estar ligada a la hipertensión, a la hipercolesterolemia y a la apnea obstructiva del sueño). La prevención a través de un estilo de vida saludable es la clave.

Síntomas de alerta: reconociendo el ictus

Saber identificar los síntomas de un ictus es fundamental para actuar con rapidez. El doctor Fernández Ferro describe cuatro señales principales que deberían poner a cualquiera en alerta:

  1. Problemas de lenguaje: dificultades para hablar, comprender, o un lenguaje arrastrado (dificultades de pronunciación).
  2. Desviación de la comisura de la boca: la asimetría en la cara por desviación de la comisura de los labios a un lado u otro.
  3. Pérdida de fuerza o sensibilidad en un lado del cuerpo: puede afectar al brazo, la pierna o ambos en un mismo lado.
  4. Dolor de cabeza repentino y fuerte: suele ser de aparición brusca y sin causa aparente.

Según sabemos, al menos uno de estos cuatro está presente en la mayoría de los pacientes que sufren un ictus. La frase "tiempo es cerebro" resume la importancia de buscar ayuda inmediata. Cuanto más rápido se actúe, menores serán los daños en el cerebro y en consecuencia mejor será el pronóstico.

Protocolos de actuación inmediata: Código Ictus

Cuando los servicios de emergencia extrahospitalaria detectan un paciente con sospecha de ictus, se activa el llamado “Código Ictus”, un protocolo de atención rápida diseñado para minimizar el daño cerebral y optimizar las opciones de recuperación del paciente. Este código permite que neurólogos, neurorradiólogos y neurorradiólogos intervencionistas, entre otros profesionales, actúen de forma rápida y coordinada buscando la mejor opción de tratamiento para cada caso concreto. Según explica el doctor Fernández Ferro, la primera medida es “realizar un TAC para distinguir entre ictus isquémico y hemorrágico” y a partir de ahí decidir según el tiempo de evolución, la situación del tejido cerebral, la edad y la situación basal del paciente. Como indica la doctora Barbero, el objetivo es siempre restablecer el flujo sanguíneo cerebral lo antes posible para evitar o minimizar el daño al cerebro.

Tratamiento del ictus

Existen dos enfoques principales para el tratamiento de un ictus isquémico. Uno de ellos es la fibrinólisis intravenosa, un tratamiento farmacológico que debe ser administrado en las primeras cuatro horas y media tras el inicio de los síntomas. Este procedimiento busca disolver el trombo que obstruye la arteria y restablece el flujo sanguíneo.

Para los casos con trombos más grandes, se recurre adicionalmente a la trombectomía mecánica, una técnica que busca extraer mecánicamente el coágulo mediante dispositivos especiales. La trombectomía es una técnica intervencionista que se realiza mediante dispositivos de tecnología avanzada que se introducen por una arteria y con conducidos hasta el trombo. Ahí se procede a “aspirarlo o a extraerlo con un stent retriever, una especie de muelle que captura el trombo y lo retira", explica el doctor Claudio Rodríguez, jefe de Neurorradiología Intervencionista en la Fundación Jiménez Díaz. Esta técnica ha cambiado por completo el pronóstico del ictus isquémico desde su irrupción en el año 2015, demostrando resultados excelentes en muchos pacientes. Ha contribuido, además, a una mejor comprensión de lo que supone el daño cerebral isquémico; lo que a su vez está permitiendo resucitar la investigación en tratamientos neuroprotectores que complementen el beneficio de la trombectomía, y que serán una realidad ya en los próximos años.

Cuidados y recuperación en la Unidad de Ictus

Una vez estabilizado el paciente, el ingreso en una unidad de ictus es vital para recibir una atención integral. Estas unidades hospitalarias cuentan con equipos multidisciplinares especializados en el seguimiento estrecho de los pacientes. Carmen Pajuelo, supervisora en la Unidad de Ictus del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, resalta la importancia de contar con un personal de enfermería capacitado para detectar cambios en el estado del paciente de inmediato. “Tener un personal de enfermería entrenado que detecte al minuto cualquier cambio que puede haber en el paciente es fundamental, porque el paciente neurológico es un paciente complejo en el que hay que vigilar estrechamente las constantes vitales por lo que debemos tenerlo monitorizado y una vigilancia neurológica estrecha con control de signos y síntomas así como la medición a través de escalas.”, explica.

Las importancia de las unidades de ictus radica en que su beneficio se extiende por igual a pacientes con ictus isquémicos y hemorrágicos, casos leves o graves, y de cualquier edad. En el caso concreto del ictus hemorrágico, los cuidados de unidad de ictus son actualmente el único tratamiento que ha demostrado capacidad para mejorar el pronóstico.

La vuelta a casa: El reto de la vida después del ictus

Superar la fase aguda del ictus es solo el primer paso. La recuperación completa se puede prorrogar en el tiempo, aunque el momento óptimo se produce en los 3 o 6 primeros meses y depende entre otras cosas de la gravedad del evento, de las secuelas y las características individuales de cada paciente. La rehabilitación juega un papel crucial en esta etapa. La doctora Raquel Cutillas, jefa asociada del Servicio de Rehabilitación, explica que iniciar la rehabilitación desde el primer momento es fundamental “para favorecer la estimulación de las redes neuronales y la neuroplasticidad cerebral”. “Desde ese momento el cerebro tiene que reaprender todas las funciones que se han perdido, lo que conseguirá con ayuda de la rehabilitación”, señala.

La vuelta a casa puede ser uno de los mayores desafíos para los pacientes. La reintegración en el entorno familiar y social requiere ajustes y, en ocasiones, ayuda psicológica para afrontar el impacto emocional del ictus. Por eso, centros como el Hospital Universitario Rey Juan Carlos han puesto en marcha la Escuela de Ictus, donde pacientes y familiares reciben información y apoyo para gestionar esta nueva etapa de vida. Como describe el doctor Fernández Ferro, este programa permite abordar las dudas y temores en un ambiente seguro, preparando mejor a los pacientes para su día a día.

Estilo de vida saludable a largo plazo

La prevención de un nuevo ictus pasa por mantener unos hábitos de vida saludables y un seguimiento médico continuo. La doctora Barbero insiste en la necesidad de realizar controles regulares y seguir el tratamiento farmacológico recomendado para reducir los riesgos.

El ictus es una enfermedad que afecta a miles de personas cada año, pero sus efectos pueden minimizarse con una detección temprana y un tratamiento adecuado. Como bien resume el doctor Fernández Ferro: "El mejor ictus es el que nunca se tiene". La clave está en la prevención, en la rapidez de respuesta ante los síntomas y en la recuperación integral.