El peruano Paolo Guerrero jugará el Mundial de Rusia 2018 a pesar de que tras un control antidoping realizado el pasado 5 de octubre de 2017 después de jugar contra Argentina diera positivo por un metabolito de la cocaína.

El jugador fue sancionado primero por la FIFA con un año de inhabilitación. El Comité de Apelación del propio organismo rebajó después el castigo a seis meses. Sin embargo, tras sendos recursos de Guerrero en busca de su total absolución, y de la Agencia Mundial Antidopaje, que pedía entre uno y dos años, el TAS fijó el pasado 14 de mayo la sanción en 14 meses, lo que dejaba al jugador fuera de la Copa del Mundo.

El Tribunal Federal subraya que la falta de intencionalidad en el positivo por dopaje fue incluso reconocido por el TAS en este mediatizado caso.

El argumento que ha mantenido Guerrero a lo largo de los meses es que el dopaje fue totalmente accidental y ocurrió al ingerir un té que contenía restos de un mate de coca, lo que hizo que se detectara en su organismo la benzoilecgonina, principal metabolito de esa planta.

Asimismo, la instancia jurisdiccional suiza enfatiza que tanto la FIFA como la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) han mantenido una actitud que permite deducir "que no se oponen categóricamente a la participación del recurrente en el Mundial

El sindicato internacional de futbolistas (FIFPro) reiteró su petición a la FIFA para que revise la normativa antidopaje del fútbol "para proteger los derechos de los jugadores profesionales". Para FIFPro "una sanción de catorce meses por ingerir sin conocimiento una sustancia prohibida es injusta y desproporcionada" y recordó que tanto la FIFA como el TAS coincidieron en que el jugador "no tenía intención de hacer trampas" y en que no tuvo ningún efecto sobre su rendimiento.