La noche del 14 de mayo de 2001, tres días después de las elecciones al Parlamento Vasco, Gorka recibió una carta en su casa. Mientras su hija descansaba en el salón, decidió apartar la misiva, fruto del cansancio acumulado, y postergar hasta el día siguiente la apertura de la misma.
Con el nuevo día ya en curso y sin nadie en casa, Gorka la abrió. La carta explotó en mil pedazos y los cristales de la casa reventaron. “Me han pillado”. ETA había consumado sus amenazas, pero se equivocó. “En el hospital, después de siete operaciones, les dije: ‘Me habéis cortado los dedos, me habéis dejado ciego del ojo izquierdo, con cicatrices en todo el cuerpo, pero os habéis equivocado porque no me habéis cortado la lengua y a un periodista no se le puede cortar la lengua’”, relata Gorka Landaburu en esta entrevista concedida a ElPlural.com.
Al otro lado del teléfono, el relato vivo y consciente de este periodista -ex director de la revista Cambio 16 e hijo de vicelendakari en el exilio en 1960- supone un halo de frescura en un momento en el que la sociedad asiste cada vez con mayor frecuencia a un auge de aquellos que se manifiestan para tratar de devolver al presente resquicios de un horrible pasado y también a un mayor número de dirigentes políticos que, sin haber sufrido las consecuencias directas del terrorismo, utilizan a la banda terrorista para atacar a la oposición, desprestigiar la democracia y hacer más profunda la herida de tantas víctimas.
Desde aquel fatídico 15 de mayo de 2001 hasta octubre de 2011, cuando ETA anunció el cese de la actividad armada, pasaron diez años. Una década en la que España sufrió las amenazas y la masacre orquestada por la banda terrorista y en la que las víctimas que sobrevivieron a los atentados lucharon incansablemente para exigir el fin de ETA y apoyar los procesos de paz. “Hemos estado en la calle con pancartas por la paz y le hemos dicho a ETA que votos sí, bombas no”, relata Landaburu. Recuerda además una época en la que se privó de la libertad y convivió con dos escoltas que iban con él en cada paso que daba. “He estado con dos escoltas desde entonces, cada vez que paseabas o reservabas para comer tenías que ir con escoltas, he vivido con escoltas durante doce años. Por eso, cuando ETA comunicó en octubre de 2011 que dejaba toda la actividad dije que ya no quería escoltas, quiero recobrar mi total libertad”, añade.
Aprovechando este punto, le pregunto si recuerda el momento exacto en el que conoció la noticia del fin de la actividad de ETA. Su respuesta, firme y emocionada, refleja, por una parte, el sufrimiento de tantos años y, por otra, la necesidad de no olvidarlo para no volver a caer en el error. “Pusimos Radio Euskadi, escuchamos el comunicado y les dije a mis escoltas que se había acabado. En casa tengo un recuerdo, cuando llegó corriendo mi hija, me abrazó y me puse a llorar. Le dije ‘se ha acabado’ y nos dimos un fuerte abrazo”.
¿Bombas o votos? Votos
Sin embargo, pese al cese de la actividad armada en 2011 y la disolución definitiva en 2018, estas víctimas han tenido que escuchar recientemente que “ETA está preparando su asalto al País Vasco y Navarra”. La autora de estas palabras fue la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y sobre esto Gorka se mantiene rotundo y reivindica, más que nunca, la memoria histórica.
“Es inadmisible. ¿Cómo se puede decir eso tantos años después de la desaparición de ETA? ¿Bombas o votos? Votos. ¿En qué tierra vive? ¿Dónde estaba Ayuso en 2011, para decir tal barbaridad?”, replica Gorka desde el otro lado del teléfono. Y es que, al hilo de esto mismo, celebra que en la actualidad todos los principios y valores se puedan defender de manera democrática sin el uso de la violencia. “Que la izquierda abertzale que represente lo que represente, que defienda lo que defienda, se puede defender la independencia y la autodeterminación en una democracia, para eso hemos presionado, para que sean fuerza política. ¿Qué es esto de venir ahora en 2025, siete años después de que ya no miramos debajo del coche, ni miramos en el buzón, ni nos tiran cóctel molotov, ni nos insultan, ni nos llaman por teléfono, ni corbatas negras, ni pinturas con colores españoles debajo de mi balcón, qué pretende esta señora?”, reprocha Landaburu.
Una herramienta que no solo ha sido empleada por la presidenta madrileña, sino que se ha visto reflejada en anteriores ocasiones. “Tellado también enseñó fotos en el parlamento de asesinados por ETA, ¿qué política es esta? No podemos admitir ni que se muestren fotos de asesinatos, muchas víctimas no están de acuerdo de que se utilice constantemente el terrorismo que ya no existe para intereses particulares e intereses electorales de Ayuso y del PP. A las víctimas se les respeta, no se puede utilizarlas como arma arrojadiza del interés particular del momento”, denuncia Landaburu.
No es cuestión de abrir heridas, es sanar definitivamente las cicatrices
Que se utilice el “comodín” de ETA como herramienta electoral o que los rostros jóvenes abunden entre quienes se confiesan nostálgicos de tiempos pasados me lleva a preguntar a Gorka dónde está el foco del problema, qué hemos podido hacer mal para recoger este tipo de frutos. “Este país tiene un problema muy gordo de memoria. Tenemos una doble asignatura pendiente porque no se ha explicado lo que ha pasado con ETA en las escuelas, no es comprensible que un chaval de 20 años de una universidad del País Vasco no sepa quién es Miguel Ángel Blanco. ¿Cómo es posible que en un país como España que vivió una Guerra Civil y 40 años de dictadura, que hubo fusilamientos hasta un mes antes de que muriera el dictador, tengamos aún fosas para abrir, 80 años después? ¿Qué pasa en este país?”, sostiene Landaburu.
Una asignatura que, pese a estar todavía pendiente, ha supuesto el centro del debate en múltiples ocasiones por quienes consideran que atender estos periodos de la historia en la actualidad supone remover heridas que se piensan cerradas. “No es revanchismo, no es cuestión de abrir heridas, es sanar definitivamente las cicatrices que han producido a mucha gente, a decenas de gente, y que por el bien de la Transición miramos para el otro lado. No ha habido ni una condena a la dictadura ni al franquismo 80 años después. Debemos reconocer que somos culpables de que nuestros hijos y nuestros nietos todavía no sepan lo que ha pasado en la Guerra Civil, en la dictadura y menos con ETA”, sostiene Landaburu.
A razón de todo ello, a la conversación telefónica se une una nueva protagonista: la metáfora del espejo retrovisor que Landaburu siempre defiende. “Cuando conduces miras siempre de frente, pero si no tienes un gran espejo retrovisor -como es la memoria- nunca conducirás debidamente y esa es la memoria que molesta a muchos”, sostiene. Por ello, y también por la “ola regresionista” en la que señala que nos encontramos, Landaburu insiste en la importancia de ir a la educación, “principal motor de nuestro futuro”.
“Explicar a los jóvenes lo que pasó con Franco y con ETA, que los valores democráticos y la libertad hemos tardado mucho en conquistarlos y los podemos perder de la noche a la mañana. La gente tiene que saber que si gana la extrema derecha estamos en peligro porque eso va a más”, añade. “Hay que coger el toro por los cuernos, hay que ir a las escuelas, a las universidades, a los institutos y explicar la verdad. No es cuestión de remover, es simplemente reparación, justicia y reconocimiento”, concluye.