Están en todas partes: en lo que comemos, en lo que bebemos, en lo que respiramos, en las cremas que utilizamos, la ropa con la que nos vestimos, los productos de limpieza con los que desinfectamos nuestros hogares y hasta en los tickets de la compra, las sábanas o las fundas del sofá. Los disruptores endocrinos forman parte de nuestro día a día, amenazando de forma silente nuestro metabolismo, nuestro sistema reproductivo, nuestro sueño y hasta nuestro estado de ánimo. 

Estas sustancias químicas que alteran el sistema endocrino, el responsable de regular las hormonas, han puesto en jaque a la comunidad científica, hasta el punto de que la disrupción endocrima se considera ya un problema de salud pública que puede tener graves consecuencias para el organismo.

Así lo advierten desde la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), qu en su último congreso ha dedicado una mesa de debate a este asunto centrada en el papel que juegan en este sentido los materiales de envasado, tanto de alimentos como de medicamentos, titulada “Exposoma y Envases: disruptores endocrinos, seguridad química y el valor del vidrio'.

“Cuando pensamos en salud pública, pensamos en nutrición, en vacunas, en ejercicio físico… pero no solemos pensar en el envase. Y, sin embargo, el envase es una parte silenciosa, pero constante de nuestra relación con los alimentos y fármacos”, defiende el doctor Jonatan Alonso, miembro de los Grupos de Trabajo de Endocrinología y Nutrición, Estilo de Vida y Salud Pública de la SEMG.

El problema reside en que los plásticos y envases que hacen uso de polímeros, multicapa o funcionalizados pueden liberar compuestos que alteran el sistema hormonal. "Estos disruptores endocrinos causan un fenómeno por el cual sustancias químicas externas alteran el equilibrio hormonal del organismo", precisa este especialista, que insiste en que "están presentes en muchos objetos de uso cotidiano".

Existe abundante literatura científica que vincula ya los disruptores endocrinos con "alteraciones metabólicas, reproductivas e, incluso, ciertos tipos de cáncer", añade la doctora Maricel Maffini, experta internacional en seguridad química y salud ambiental, especializada en cáncer y disrupción endocrina.

Hay, además,etapas críticas de la vida en que los efectos de estas sustancias pueden ser especialmente nocivos, como es el caso la infancia, la pubertad o el embarazo.  

Cada día, todos los días del año

Uno de los principales problemas reside en el efecto acumulativo y sinérgico de las mezclas químicas. "Aunque cada sustancia individual esté por debajo de los límites legales, su combinación en la vida real puede tener efectos adversos, incluso, a dosis extremadamente bajas", advierte la Dra. Maffini, que insiste en la necesidad de entender la reducción a la exposición de disruptores endocrinos como una estrategia de salud pública.

Otra de las grandes vías de exposición la encontramos en los microplásticos que hay en los alimentos, el agua potable, el aire y la agricultura. Su inhalacion e ingestión crónicas son un aspecto poco tenido en cuenta al que urge prestar atención, pues cada día estamos expuestos a microplásticos, los 365 días del año. 

En este sentido, esta especialista apunta la importancia de prestar anteción desde la práctica médica a lo que comemos, bebemos y tocamos, incluso, antes de nacer.  

Cambiar el envase, una herramienta de salud preventiva

Aunque es difícil huir de todo aquello que puede cuasar disrupción endocrina, hay una medida sencilla que sí podemos adoptar. Cambiar el envase. Frente al plástico, el vidrio es una alternativa segura, estable y sostenible, avalada por reconocidas entidades científicas y sanitarias.

Es el único material de envasado que cuenta con la etiqueta GRAS (Generally Recognized As Safe) otorgada por la FDA (Food and Drug Administration) de Estados Unidos. En Europa, el reglamento REACH lo exime de registro por su inercia química y la ausencia de toxicidad durante todo su ciclo de vida.

Por su parte, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), a través de su Instituto de Cerámica y Vidrio, ha certificado que este tipo de envases no contiene Bisfenol A (BPA) ni otras sustancias orgánicas potencialmente peligrosas, como ftalatos, ITX o acetil-aldehídos, y que no presentan migración química hacia los alimentos o medicamentos que contienen.

Este material por tanto es la mejor herramienta silenciosa de prevención, al permitir reducir riesgos químicos y construir un entorno más seguro y sano.

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