CaixaForum Madrid explora la poesía del desenfoque como elección estética y clave de interpretación en el arte moderno y contemporáneo. Tomando los nenúfares de Monet como punto de partida de esta colaboración entre el Musée de l’Orangerie y la Fundación ”la Caixa”, la muestra congrega 72 obras de grandes artistas, en su mayoría contemporáneos. Además, contará con un ciclo de actividades y de cine en la plataforma CaixaForum+.
La directora de CaixaForum Madrid, Isabel Fuentes; la directora del Musée de l’Orangerie y comisaria, Claire Bernardi, y la conservadora en el Institut National du Patrimoine de Francia y también comisaria, Emilia Philippot, presentan este martes la exposición Desenfocado. Otra visión del arte.
La muestra, fruto de una colaboración entre el Musée d’Orsay, el Musée de l’Orangerie y la Fundación ”la Caixa”, inició su andadura a finales de abril en el museo de la capital parisina y que ahora llega a CaixaForum Madrid, donde estará hasta el 12 de abril de 2026, con una nueva puesta en escena y la incorporación de nuevas obras. A partir del 20 de mayo, la muestra se podrá visitar en CaixaForum Barcelona.
La exposición, de recorrido temático y no cronológico, reúne un total de 72 obras de arte de 55 artistas con una amplia variedad de técnicas y formatos de pintura, obra gráfica, escultura, fotografía y vídeo. Tanto la exposición de París como las muestras de CaixaForum incorporan obras de la Colección de Arte Contemporáneo Fundación ”la Caixa”.
La serie de los nenúfares de Monet introdujo el concepto de desenfoque en el arte moderno, de lo borroso e impreciso como elementos expresivos. Esta muestra explora este fenómeno, que supuso una nueva forma de representar y comprender el mundo para artistas posteriores, especialmente desde 1945 hasta hoy.
Desenfocado. Otra visión del arte cuenta con obras de artistas como Alberto Giacometti, Gerhard Richter, Mark Rothko, Eva Nielsen, Claude Monet, Thomas Ruff, Alfredo Jaar, Soledad Sevilla, Christian Boltanski, Hans Haacke, Julia Margaret Cameron, Mame-Diarra Niang, Nan Goldin, Bill Viola y Pippilotti Rist, entre otros.
La exposición cuenta con 49 prestadores de colecciones privadas, galerías, museos, fundaciones y particulares, y reúne una decena de obras de la Colección de Arte Contemporáneo Fundación ”la Caixa” creadas por los artistas Gerhard Richter, Soledad Sevilla, Roni Horn, Eulàlia Valldosera, Hiroshi Sugimoto, Pedro G. Romero y Perejaume, algunas de las cuales pudieron verse en la exposición estrenada en el Musée de l’Orangerie de París.
La serie de los Nenúfares de Monet, considerada durante mucho tiempo parangón de la pintura abstracta, ha sido también precursora de las grandes instalaciones inmersivas que vendrían después. Sin embargo, el efecto borroso y desenfocado que caracteriza las amplias extensiones de agua de los lienzos —y que se achacó en principio a una deficiencia ocular de Monet— nunca se había analizado. Hoy, en cambio, esta técnica de expresión artística es contemplada como una elección estética real y es el hilo conductor que recorre la muestra.
Partiendo de raíces estéticas del desenfoque en el siglo XIX y principios del XX, y siguiendo las convulsiones intelectuales, científicas, sociales y artísticas con las que creció el impresionismo, la exposición habla de lo borroso, que definido inicialmente como una pérdida de nitidez resulta ser un medio privilegiado para plasmar un mundo donde reina la inestabilidad y donde la visibilidad se enturbia.
Cinco grandes ámbitos temáticos
La muestra se divide en cinco grandes ámbitos que exploran diversos temas.
La exposición sitúa a los visitantes en las raíces de la estética del desenfoque más allá de la época moderna. A finales del XIX, el impresionismo marcó un verdadero punto de inflexión que conduciría a la disolución de la figura. Explorando su yo interior, estos artistas emplearon la difuminación para revelar lo que la claridad de las visiones normalmente oculta a nuestra conciencia. Las obras de arte que recoge esta muestra evocan las distintas facetas de ese momento fundacional. El resultado es un diálogo del arte contemporáneo con los espejos líquidos del estanque de los nenúfares de Monet, quien preside el inicio de la muestra con Le Bassin aux nymphéas, harmonie rose.
En las fronteras de lo visible, el primer ámbito propone abordar el desenfoque como un efecto para desafiar nuestros modos de percepción. Desde los límites de lo visible, a través de imágenes científicas, hasta la alteración de las referencias artísticas tradicionales, los artistas juegan con la vaguedad más que con la oposición entre representación y no representación. En este espacio conviven pinturas de Gerard Richter, Mark Rothko, Wojciech Fangor, Hans Hartung, Soledad Sevilla, Perejaume y Claire Chesnier, entre otros, con fotografías de Hiroshi Sugimoto, Thomas Ruff, Laure Tiberghien, Vincent Dulom y muchos más.
En el segundo ámbito se explora lo borroso, que al principio es definido como una pérdida de nitidez y que se revela como un medio privilegiado para captar un mundo donde la inestabilidad prevalece y la visibilidad se nubla. El público se coloca en un nuevo terreno en el que los artistas proponen nuevos enfoques y hacen que su material sea transitorio, desordenado, móvil, inacabado y dudoso. Y ello a través de obras como las impactantes fotografías de Thomas Ruff, Luc Tuymans, Miriam Cahn, Nicolas Delprat, Léa Belooussovitch, Alfredo Jaar, Christian Boltanski, Zoran Mušič, Krzysztof Pruszkowski, Philippe Cognée, Joana Hadjithomas y Khalil Joreige, Bracha Lichtenberg Ettinger, Estefania Peñafiel Loaiza y Pedro G. Romero.
La tercera sección incide en el trabajo de artistas que, reconociendo una profunda conmoción en el orden del mundo, optan por lo indeterminado, lo indistinto y lo alusivo. Lo difuso se convierte en una búsqueda de identidad. En este ámbito conviven obras de Gerhard Richter, Pipilotti Rist, Alberto Giacometti, Christian Boltanski, Eva Nielsen, Mame-Diarra Niang, Óscar Muñoz, Bill Viola, Thomas Lélu, Eulàlia Valldosera, Roni Horn y Antoine d’Agata, entre otros.
En el último ámbito se propone un acercamiento al modo en que lo borroso delata una inestabilidad y al mismo tiempo crea las condiciones para un nuevo encanto. Los artistas Nan Goldin, Y. Z. Kami, Maarten Baas y Mircea Cantor son los protagonistas de este tramo final.
En las fronteras de lo visible
El espíritu humano insiste en esclarecer la confusión. Síntoma de nuestro malestar ante una realidad incierta, el «¿qué es esto?» ha reemplazado al «¿por qué?» de nuestra infancia. Sin embargo, esta necesidad de estructurar la realidad comporta el riesgo de limitar su sentido. El desenfoque, en cambio, se alimenta de nuestra experiencia, que se desarrolla en el tiempo y alcanza nuestro interior más profundo.
Los artistas utilizan este efecto para cuestionar nuestros modos de percepción, invitarnos a regresar a la fuente misma de la mirada y animarnos a dejar atrás la lectura unívoca de la realidad. Algunos exploran los límites de lo visible retomando el vocabulario de la imagen científica, desde la visión de lo infraleve hasta la inmensidad del cosmos (Gerhard Richter o Thomas Ruff). Otros alteran los referentes tradicionales de la representación jugando con la indefinición más que con la oposición entre figuración y abstracción (Mark Rothko, Hiroshi Sugimoto, Hans Hartung). Y algunos ponen a prueba al espectador y estimulan con astucia su agudeza visual evocando la circularidad de la retina en sus obras en forma de diana (Wojciech Fangor, Ugo Rondinone, Vincent Dulom).
La erosión de las certezas
Es en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial cuando la dimensión propiamente política de la estética del desenfoque empieza a desplegarse plenamente. Ante la erosión de las certezas, artistas como Zoran Mušič o Alfredo Jaar asumen la profunda convulsión del orden mundial y adoptan el desenfoque como estrategia necesaria.
Tras el descubrimiento de los campos de concentración, ante la imposibilidad de representar lo irrepresentable, el desenfoque desdibuja una realidad que la mirada no puede soportar. Nos obliga asimismo a reflexionar, ya que nos fuerza a concentrarnos en la imagen y a mirar esa realidad de frente. Al cuestionar el estatus y el valor de la imagen, los artistas proponen una visión a la vez poética y desencantada de las tragedias que han marcado la historia desde el siglo XX hasta las crisis más actuales.
El desenfoque revela así su potencia cegadora como un mecanismo de olvido, pero constituye asimismo otra forma de poner de manifiesto las atrocidades de la historia difundidas por la imagen mediática.
Elogio de la indefinición
El mundo es difuso por más que intentemos dibujar sus contornos. Sus dimensiones y sus tiempos se extienden continuamente y dificultan fijar focos definitivos, como los espejismos de Bill Viola, que nos muestran hasta qué punto pueden ser engañados nuestros sentidos. La identidad también es indefinida, está constantemente en cambio, revelando total o parcialmente sus facetas tanto a los demás como a nosotros mismos (Oscar Muñoz, Bertrand Lavier). Entre memoria incierta del pasado (Eva Nielsen) y rechazo de la representación estática del presente (Mame-Diarra Niang), el desenfoque se convierte en una búsqueda de identidad.
Resultado de cierta ingenuidad técnica, pero también garantía de espontaneidad del instante capturado, en la fotografía amateur, el desenfoque refleja la vida en su máxima realidad (Colección Sébastien Lifshitz’s). Permite dar cuenta de los lugares más íntimos, los más difíciles de narrar y, por eso mismo, de mostrar aquello que a menudo escapa a la mirada. En ocasiones, la vaguedad que comporta el desenfoque revela la parte animal del ser humano (Roni Horn, Pipilotti Rist).
Futuros inciertos
La relación de Y. Z. Kami con la espiritualidad, abordada a través de lugares y gestos sagrados, ofrece una posible respuesta a las incertidumbres contemporáneas. El ramo de Nan Goldin, fotografiado durante los confinamientos de 2020, destaca la belleza y la fugacidad de una cotidianidad alterada en un mundo que pierde sus referentes.
La cuestión del tiempo, ya sea el que marca el falso reloj digital de Maarten Baas o el futuro impredecible anunciado por Mircea Cantor, se presenta como objeto de contemplación y reflexión existencial. Paradójicamente, el desenfoque se convierte a la vez en síntoma y condición para una nueva motivación, signo de inquietud y espacio para la reinvención de lo posible.
La exposición cuenta con un espacio de mediación y contemplación titulado «Re-ver. Mirar el cielo con ojos diversos», que propone a los visitantes que se recuesten en un espacio cómodo y diáfano para «re-mirar» un cielo lleno de nubes sugerentes a través de unas gafas intervenidas artísticamente que distorsionan la visión y permitirán mirar de una forma imaginativa.
El cielo ha sido creado con IA generativa y las gafas permitirán ver de diferentes formas: con otros colores, con luz irisada o con una lente que enfoque más de cerca o más de lejos, o más difuminado, por ejemplo. Todo ello, emulando las capacidades visuales de animales reales y de otros inventados con el fin de que los visitantes puedan experimentar capacidades de visión múltiples.
Musée de l’Orangerie
El Musée de l’Orangerie se encuentra en el corazón de París, en el jardín de las Tullerías, rodeado por el Sena y con vistas a la plaza de la Concordia.
Entre sus colecciones se encuentra el ciclo de los Nenúfares, monumental obra de Claude Monet que fue presentada al público durante la inauguración del museo en 1927. Los Nenúfares, expuestos en dos enormes salas ovaladas, constituyen el ambicioso proyecto de un pintor que quiso descubrir todas las variaciones de la luz en su jardín de Giverny. Conocida en todo el mundo, esta obra maestra invita a una contemplación infinita.
En la década de 1960, el Musée de l’Orangerie acogió también la colección Les Arts à Paris, compuesta por obras de Renoir, Cézanne, Matisse, Picasso, Modigliani, Rousseau y Soutine, entre otros. Esta colección muestra toda la efervescencia artística de finales del siglo XIX y principios del XX. ponme alguna palabra importante en negrita