Estos días conocíamos del cambio de residencia de uno de los youtubers más seguidos. No es que importe demasiado dónde vive el muchacho, pero sí dónde paga sus impuestos. O, mejor dicho, dónde los deja de pagar.

Por desgracia, no es algo nuevo. Antes de él, deportistas, artistas y otros personajes conocidos o no tan conocidos ya lo hicieron. Y lo hicieron igual de mal. Aquí el mal de muchos no es consuelo de tontos.

Pero aquí hay un plus. Quizás otros casos eran ajenos a la gente joven, pero ahora es un youtuber, un fenómeno que convierte a estos personajes en el espejo donde jóvenes y adolescentes se miran. Algo muy peligroso.

Para las generaciones anteriores resulta difícil comprender la influencia de este nuevo tipo de referentes, pero hay que asumirlo. Son los nuevos parámetros de un mundo que evoluciona a la velocidad de la luz. Pero en este nuevo mundo la gente sigue enfermando -hoy más que nunca-, sigue necesitando educación, circular por buenas carreteras o tener una justicia efectiva donde defender sus derechos. Y eso lo pagan los impuestos. Esos impuestos de los que este tipo se escaquea con la maniobra tramposa de trasladar su residencia a Andorra.

Tal vez lo peor ha sido el modo en que ha pretendido justificarse. Según él, no hay diferencias entre él y quien se marcha al extranjero porque no tiene trabajo en España. Pero la hay, y mucha. Precisamente, si hay jóvenes con gran preparación que han de marcharse para poder comer, se debe a que no hay suficientes medios para proporcionarles trabajo aquí. Pensemos en esas científicas y científicos condenados al desarraigo porque aquí no se invierte lo suficiente en ciencia. Una inversión que necesita, precisamente, de esos impuestos que el youtuber de marras y otros como él nos quieren arrebatar.

Quisiera explicar a quienes le siguen, a sus amigos y su familia, que, si enferman, les atenderán en un hospital a pesar de que él no quiso contribuir a sufragarlo, que sus hijos tendrán una educación a pesar de que él se negó a mantenerla, que las calles están limpias a pesar de que él no aportó su parte para pagarlo o que no se estrellan en un boquete en la carretera a pesar de que él no quiso aportar nada para arreglarlo. Así de sencillo.

Ojalá dejara de tener visitas. Si así fuera y regresara a España, seguiría teniendo acceso a los servicios públicos. Porque personas de una catadura bien distinta los habrían estado pagando.

        

SUSANA GISBERT

Fiscal y escritora (twitter @gisb_sus)