Hasta 1972 las mujeres menores de 25 años no podían independizarse sin una autorización paterna, salvo para casarse o ingresar en una orden religiosa. En esa fecha, una reforma del Código Civil rebajó la edad a los 21 años.

Las mujeres casadas necesitaron de la autorización de sus maridos para poder trabajar fuera de casa hasta que la Ley de Relaciones Laborales de 1976 acabó con esta discriminación. Tampoco podían abrir una cuenta bancaria o comprar una vivienda.

“El marido debe proteger a la mujer y ésta obedecer al marido”, no es una andanada machista, sino el Código Civil

El Código Civil de 1958, que estuvo vigente hasta 1975, suponía toda una declaración de intenciones: “El marido debe proteger a la mujer y ésta obedecer al marido”. Además, las propias leyes eran una extensión de esta filosofía que convertía a las mujeres en unas ciudadanas de segunda supeditadas a la voluntad de sus maridos. Por ejemplo, las penas por adulterio, en el caso de la mujer eran de entre seis meses y seis años de prisión, un delito que no existía para los hombres, al que sólo les aplicaban el de amancebamiento, que se castigaba con prisión menor. Así fue hasta 1978, fecha en la que el adulterio desapareció del Código Penal.

Loli (88 años), Mari Luz (88 años) y Manoli (80 años) son tres mujeres que vivieron en primera persona cómo sus derechos estaban supeditados a los de los hombres. Hemos estado con ellas en el Centro de Día donde se reúnen, ubicado en el barrio madrileño de Villaverde y gestionado por la empresa Clece, filial de ACS, para hablar de los profundos cambios que ha registrado la situación de las mujeres.

Mari Luz: "Mi marido no sabía ni freír un huevo. ¿Aprender? No tenía esa capacidad. Era, súper inteligente, pero de sartén nada"

Mari Luz tuvo suerte. Pudo estudiar enfermería y su marido, al que describe como un hombre “súper moderno”, la animó a trabajar fuera de casa. “Trabajé en un hospital militar durante las noches como enfermera, elegí las noches porque me permitía compaginarlo con el cuidado de mis dos hijas”, nos explica. Eso sí, ella soportaba todo el peso de las tareas del hogar: “Mi marido no sabía ni freír un huevo. ¿Aprender? No tenía esa capacidad. Era, súper inteligente, pero de sartén nada". La única pega que le puso su marido es que jamás dijera que trabajaba por la noche ante el temor del qué dirán y es que, para la mentalidad de los años 60, que una mujer trabajara por la noche sonaba a algo bien distinto.

Manoli llegó a Madrid con 16 años procedente de un pueblo de Badajoz y entró a servir en una casa. “En mi familia no había dinero y era la única opción”, recuerda. ¿Y cómo era ese trabajo? Con una sonrisa irónica se pregunta de qué se quejan ahora las internas. “No teníamos contrato y la seguridad social tampoco existía. Sólo librábamos un ratito los domingos y los miércoles por la tarde, y teníamos que dejarlo listo todo para poder salir y regresar a tiempo de preparar y servir la cena. Mi luz era la última que se apagaba y la primera que se encendía en el barrio. Entré en la casa con dos niños y había seis cuando salí, yo me encargaba de todo, hasta de recoger las cosas que se le caían al suelo a la señora, que era muy señorona”.

Manoli: "Mi marido era buenísimo y trabajador, pero tan machista que nunca he tenido amigos ni me permitió trabajar"

La única elección que ha tenido Manoli ha sido la de su marido. “Eso sí, a él lo elegí yo”. No se arrepiente, a pesar de su machismo: “Era buenísimo y trabajador, pero tan machista que nunca he tenido amigas. Tampoco me dejaba trabajar porque decía que la mitad de las que trabajaban era de putas, eso decía”. Recuerda con una sonrisa cómo en un campamento de Falange al que fueron un verano, celebraron el Día de los Hombres, en el que tenían ellos que encargarse de fregar los platos. “Fue el único de todos que se negó a hacerlo y hasta mi suegra, que vino con nosotros, se lo recriminó”, comenta.

Manoli y su marido tuvieron cinco hijos de los que siempre se ocupó ella. “No era capaz ni de mantenerlos sentados en el sofá después del baño, lo tenía que hacer todo yo”, asegura con resignación y reconoce que gran parte de la culpa de esta situación es de las mujeres. “Uno de mis hijos, de 50 años, vive conmigo y tampoco hace nada en casa, le tengo muy mal enseñado”, añade.

Loli: "Me casé embarazada con 19 años, ahora no lo hubiera hecho, pero en aquella época no tenía más remedio"

Loli también tuvo que hacerse cargo ella sola de sus seis hijos. Se casó con apenas 19 años por obligación ya que se había quedado embarazada. “Ahora no lo hubiera hecho, pero en aquella época no tenía más remedio”, comenta. Su marido la maltrataba, incluso delante de sus hijos. Una de las cosas que a Loli le hubiera gustado encontrar es el apoyo que ahora tienen las mujeres maltratadas.

Un sargento de la Guardia Civil a Loli tras denunciar los malos tratos de su marido: "Las mujeres tenéis que aguantaros porque no sois buenas"

“Una vez que fui a denunciarlo al cuartel de la Guardia Civil me dijeron que teníamos que aguantarnos porque las mujeres no éramos buenas. Otro día, cuando les dije que me iba a ir de casa con mis hijos porque no aguantaba más, el sargento me dijo que si yo me iba, ya no podía volver a entrar, pero que si era mi marido, yo tenía la obligación de abrirle la puerta y recogerlo”.

Ella sola sacó a sus seis hijos adelante y a una nieta de la que se hizo cargo. Trabajó de sol a sol como limpiadora y a pesar de los malos momentos vividos, no ha perdido nunca la sonrisa. “Nací en el 25 de marzo, pero en el DNI pone 19 de marzo, el día de San José así que hago de padre y madre en mi casa”, comenta irónica esta mujer, que finalmente acabó divorciándose de ese marido ausente que, cuando aparecía por casa, la maltrataba. “Ahora habría tenido al niño y no me habría casado con él, me habría quitado todos los problemas de golpe”, dice con convicción.

Ella ha intentado inculcar a sus hijos el respeto a los demás, en especial a los mayores.  “Les he educado a todos igual, si tenían que hacer las camas, la hacían todos, aunque yo tuviera que ir por detrás. Ahora que se han casado tienen que hacer de todo y compartir las tareas”, asegura. Manoli y Mari Luz asienten. “Mi yerno es estupendo, trabaja en casa más que mi hija”, comenta esta última.

Mari Luz: "Yo he podido trabajar, sacarme el carné de conducir o ir al banco. Tenía libertad, pero porque me la daba mi marido"

Comparando el momento actual con la juventud que vivieron, las tres coinciden en que lo que más les hubiera gustado tener es libertad. Mari Luz fue la que más cosas pudo hacer, trabajar fuera de casa, sacarse el carnet de conducir o gestionar el dinero que tenían en el banco. “Tenía libertad, pero porque me la daba mi marido”, concluye.

Manoli: "Nuestras hijas ya se han encontrado el mundo un poco cambiado, nosotras tuvimos que aceptar la desigualdad a la fuerza”

Estas tres mujeres se sienten de alguna manera responsables de los avances en la igualdad que se han producido en los últimos años. “Nuestras hijas ya se han encontrado el mundo un poco cambiado, nosotras tuvimos que aceptar la desigualdad a la fuerza”, subraya Manoli. Por su parte, Mari Luz, que tiene dos hijas, pone el acento en que la educación que le ha dado a sus hijas no tiene nada que ver con la que recibieron ellas.

Las tres se han conocido en un Centro de Día de Madrid, donde conviven 110 personas mayores, que son atendidas por 30 profesionales.

Como explica la directora del centro gestionado por Clece, “los Centros de Día son un maravilloso recurso para las personas mayores que se encuentran en situación de soledad o en el inicio de una fase de dependencia. Aquí, prestamos un servicio personalizado, basado en el Modelo de Atención Centrado en la Persona, mediante herramientas profesionales terapéuticas, asistenciales y sociales, que faciliten la adaptación de la persona mayor a este nuevo entorno de vida. Para ello, es fundamental que escuchemos y valoremos la vida y reflexiones de nuestras personas usuarias. Si hoy tenemos un mundo mejor del que vivieron ellas es, en gran parte, gracias al coraje con el que afrontaron la vida, porque lo que consiguieron fue allanando el camino de los que llegamos después”.