Ahora, se comprenden algunas de las razones por la que se recorta indiscriminadamente en sanidad y educación: no se puede vivir tanto y, por consiguiente, deben construirse todos los mecanismos que sean necesarios para paliar esta funesta situación. Sin embargo, todos estos estamentos financieros, que sólo contemplan la realidad desde el mirador de la codicia (muy recomendable, al respecto, el texto del maestro Rafael Argullol, Alegato contra la codicia), se olvidan del derecho que tienen nuestros ‘abuelos’ a disfrutar de su merecido tiempo de jubilación, tras décadas de trabajo y sacrificio. Al sólo observar la realidad desde la gélida perspectiva de la plusvalía, ignoran los derechos adquiridos tras décadas de lucha por conseguir una jubilación digna.

Y es que ese es el problema de contemplar el mundo con los exclusivos anteojos de lo económico: que cercenamos todo lo que hay de humano en nuestro contexto, para quedarnos única y exclusivamente con aquello que constituye una ganancia, un plusvalor. Somos pura codicia, como asevera excelsamente Argullol. Y ese es el gran triunfo de la lógica del capitalismo: conseguir introyectarse en nuestra manera de percibir la realidad y, por consiguiente, impedirnos ver más allá de ese discurso acerca del capital.

Oriol Alonso Cano es Docente de Filosofía y Epistemología de la Universitat Oberta de Catalunya e Investigador de Filosofía en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona.