“Catalina y Elisabeth están dentro de un carruaje camino a ver a los heridos de la guerra:
CATALINA:
Necesito gritar, pero no al aire, sino al mundo por permitirlo.
ISABEL:
La guerra es inevitable desde que los cavernícolas se pegaban para controlar el palo de fuego.
CATALINA:
No puede ser. Es una elección.
ISABEL:
Lo que forma parte de nuestra de naturaleza no es una elección.”
Esto que abre el artículo es un fragmento de una conversación entre Catalina e Isabel en la serie ‘The Great: *An ocasionally true story’. Esta serie no se define por tener rigor histórico y en ella prima la comedia antes que la precisión de los hechos sucedidos. ¡Vamos, que podría ser perfectamente lo que estamos viviendo en España y Europa esos días! Fascistas con la cara cubierta levantando la mano derecha sin haber vivido una dictadura, y un Bilbao enorme saliendo a las calles en contra de estos fascistas. ¡NADA TIENE SENTIDO! ¡TODO PARECE DE PELÍCULA! Pero he comprobado y os puedo asegurar que, siempre, la realidad supera a la ficción.
¡A ver, tema delicado! Y digo que tema delicado porque está todo muy cogido con pinzas. No soy la chica más política, pero me apetecía hacer este artículo por el siguiente motivo: cierto es que desde hace poco para aquí estoy viendo a partidos de la derecha, concretamente, hablar con una libertad autoritaria acerca de que el gobierno central nos está metiendo poquito a poco, como a sorbitos, en un régimen dictatorial. Y bueno, ni fú ni fá, cuatro tontos hablando tonterías y a los que no hay que hacer caso. Pero escucha, el otro día mi compi de piso llegó de su ciudad natal donde había ido a pasar unos días con su familia y lo primero que me dijo es que uno de los temas que estuvieron discutiendo - sin ella pudiendo discutir nada - es que ahora mismo estamos viviendo en una dictadura, la dictadura de Pedro Sánchez. Claro, atónito yo, le volví a preguntar que si eso es siquiera un tema. A lo que ella me contestó que sí. Que sí.
Vamos, que hay gente que piensa que estamos viviendo en una dictadura impuesta por un gobierno socialista. Claro, me acojona. Por eso he decidido salir a la calle a preguntar a una pequeña muestra de nuestra sociedad — siempre intentando buscar a perfiles diferentes — sobre este tema.
El gran alivio viene cuando no todo el mundo piensa así, pero lo preocupante está en que hay que gente que sí.
Me da miedo, y utilizo la palabra miedo, porque veo a gente escuchando discursos de personas populistas que lo que buscan es conseguir votos, como estrellas de redes sociales, en vez de convencer a sus votantes con discursos competentes sobre injusticias sociales que debemos arreglar. Me preocupa que esos oídos de esos votantes se llenen de incongruencias que luego les legitimen a la hora de usarlas como discurso propio que llenará los oídos de sus hijos, amigos que lo acabarán apoyando o gente que no sabe de lo que va la cosa y rema a favor de lo que piense su entorno.
Me parece grave y me da pena absoluta que se mencione la mera posibilidad de vivir en un régimen dictatorial cuando, es evidente, que vivimos en una democracia, con sus flaquezas e incoherencias, pero una democracia. El hecho de que se saque en voz alta la posibilidad de vivir bajo una dictadura solo sienta precedentes a la hora de que, si pasa, no lo veamos venir. Nos la metan doblada y sorbito a sorbito justo los partidos que lazan odio en los micrófonos de meetings políticos bajo los que está colgado el cartel de democracia. Eso, lo único que consigue, es confundir al que no sabe lo que está pasando, al que no se ha leído un libro en su vida, al que no ha salido de su país y visto la injusticia social o al que jamás ha vivido siendo parte de una minoría vapuleada. Esto es peligroso y esto debería ser condenado. Esto debería ser llevado ante las Cortes simplemente por el hecho de estar yendo en contra de la misma democracia bajo la que viven.
En este país se vivió una dictadura durante 36 años. Desde el 1939 hasta 1975. Las personas que nacieron en el año 1939 cumplen este año 86 años. Por lo tanto, pueden seguir vivas. Una persona que nació en 1975 - y vivió los coletazos y consecuencias de una dictadura - cumple este año 49 años. Estas personas siguen vivas. Entonces estas personas siguen votando. Entonces existen los dos bandos aún: al que le fue bien en la época de la dictadura y sigue votando a partidos conservadores y al que, posiblemente, sufrió la dictadura y perdió a gente de su alrededor y vota en contra de todo régimen que pueda incluso acercarse a una dictadura. Pero el problema que sí que he visto, es que jóvenes se apoderan de discursos de derechas y apoyan partidos que defienden todo lo que ellos no han vivido.
Bueno, todo esto va para dar un mensaje, el mensaje de que tengamos el valor suficiente de callar a aquellos que nos quieren callar a nosotros. Cuando nos venga algún conocido, familiar o persona que nos importe —que es con los que nos suelen surgir estos temas, porque hay más confianza como para hablarlos—, nos atrevamos a llevarles la contraria y hacerles ver que esta realidad que nos quieren imponer no existe. Tenemos que luchar por la democracia en la que vivimos. Tenemos que luchar porque no nos lleven al paredón. Yo lo pienso fríamente y en esa época hubiese tenido dos opciones: el paredón o la fachada de una familia feliz con hijos a la que posiblemente engañase con el cruising de El Retiro. Y las dos, creedme, son horrorosas.
Vi el otro día un cacho de una entrevista que le hicieron a David Trueba en La Script en la que decía: “No se pueden hacer constantemente películas sobre superhéroes porque incitan al fascismo […] El fascismo no es ideológico, hay fascismos de izquierdas y de derechas […] Tan fascistas son Stalin y Lenin como Hitler. Es lo mismo. La gente no debe tener miedo de decirlo. […] El fascismo, lo que es, son respuestas de soberbia individualista sobre problemas colectivos. […] La respuesta debe ser colectiva. La respuesta debe ser de una sociedad que expulsa el mal de su sociedad.”
Yo que soy tan fan de MARVEL y tan fan de la fantasía y de los mundos distópicos, nunca me había puesto a pensar en esto. Siempre pongo al superhéroe como el bueno, pero el superhéroe, al final, tiene un poder que no tiene nadie más a su alrededor y ese poder puede jugarnos una mala pasada a todas si el superhéroe no lleva la terapia al día. Este poder quieren tener los políticos que dicen que vivimos en una dictadura y sin libertad de expresión.
Vivimos en un mundo en el que, como opinión personal, las mentes no se educan férreas en pensamientos ni en valores, se erigen ya volátiles ante la explosión mediática de información altamente inverosímil y sin contrastar. Nubes de mentiras. Y esa nube de información no real, si no nos preocupamos en reducirla en tiempo real para que las mentiras no vuelen de manera orgánica, al final creamos un mundo de desconcierto y falta de veracidad en el que ganan los discursos demagogos que defienden a todos, pero que dejan con el culo al aire siempre a las minorías. Y no nos confundamos, porque la minoría somos todos. Tanto tú, como yo, como el que se siente a tu lado en el restaurante o el que se cruza en el paso de cebra después de salir del trabajo. La minoría somos todos. Somos nosotros los que, como pueblo, debemos alzarnos por nosotros mismos, pero también por el que tenemos al lado. Porque hay otros, que siguen siendo minoría, pero que albergan la tranquilidad que les permite el poder, que son los que juegan con nosotros para callarnos y, si podemos, que ni nos manifestemos.
Si somos capaces de manifestarnos y de querer una Palestina libre, que no se nos olvide que por una sola manifestación esto no ha acabado, que la paz es una utopía que no le interesa a los que tiene el bienestar completo y que el querer una sociedad más justa y mejor no es cosa de unos pocos, tiene que ser de todos. Si quieres para tu vecino lo que quieres para ti mismo, todos querremos para todos lo mejor que nos convenga. Y eso es la democracia. Igualdad de condiciones de partida por y para todos.
Quiero terminar con una frase que dijo Lolita Flores en Onda Cero, fíjate. “Y quiero un bienestar social, quiero que la gente pueda vivir, aunque sea con lo mínimo, que pueda vivir y que pueda disfrutar. Y no me gustan las prohibiciones. Estoy harta de que me prohíban cosas. Yo fumo, señores. Y ahora ya tampoco voy a poder fumar en una terraza mientras me tomo una cerveza. Y si no que cojan y cierren los estancos de este país. ¡Y a esta! ¡Y así ya no tienen que poner más leyes! ¡Ya no hay más tabaco! ¡No se vende más tabaco! ¡Búsquense la vida como puedan!” Pero no se prohíbe el tabaco, se prohíbe que fumes. Lo entiendo, y no me parece mal. Pero el problema no es fumar, el problema es que el negocio del tabaco es tan grande que da tanto dinero que no compensa quitarlo, porque entonces muchos, que no somos ninguno de nosotros, perderán todo lo que les sustenta. Y cómo esto, todo. Los que perdemos somos nosotros, no los que se lucran con nosotros. Los que perdemos somos nosotros si por los oídos le meten a nuestros vecinos que vivimos en un régimen de dictadura, porque eso hará que se permitan lo que con muchas muertes conseguimos que no se permitiera desde 1975.