Hace unos días, leía las sabias palabras de mi amigo Dani ReFresh sobre la lamentable situación de la Iglesia hacia los homosexuales a los que se empeña en tratar como enfermos. Fue en ese momento cuando infinidad de dudas surgieron en mi mente, por ejemplo si los homosexuales son enfermos ¿Cómo es que Jesucristo no curó a ninguno? Es más, la Iglesia, que es muy de interpretar los textos como según le convenga, ¿debería aceptar la libre lectura que también los gais pudieran hacer la frase “tomad y comed  todos de él, porque esto es mi cuerpo”?
Como no tengo respuesta ante tantas dudas, decidí centrarme en buscar el origen bíblico de la homofobia, y creo haber dado con la clave, advierto que la explicación (como la de todos los odios) es rocambolesca pero hela aquí.

¿Si los homosexuales son enfermos cómo es que Jesús no curó a ninguno?
La Biblia desde sus primeras páginas comienza con serias contradicciones, como por ejemplo, las diferentes ocasiones en las que Dios pone a prueba la fe de los hombres haciendo que el lector se pregunte ¿para qué? si se supone que Dios es omnisciente y todo lo sabe ¿de verdad necesitaba matar a la familia de Job para saber si seguía siendo buen creyente?

Otras veces las faenas a las que somete a los israelíes (por ejemplo tardar cuarenta años desde Egipto a la tierra prometida) hacen pensar que si para algo eligió Dios a los judíos fue para hacerlos bullying. Y así podríamos seguir con el Arca de Noé donde técnicamente se puso fin a infinidad de especies, ya que como planteó el jesuita Juan Eusebio Nieremberg en el siglo XVII la primera pareja de carnívoros que tocase tierra se merendaría a cualquier herbívoro impidiendo así su procreación…

Y como estas, infinidad de contrariedades presentes en casi cualquier libro sagrado donde la humildad o el pensamiento crítico de sus autores se sustituye por atribuir sus palabras a Dios y todos tan felices.

A las contradicciones de la Biblia se le suman las que por desconocimiento cometieron los pintores como Jacopo Bassano que pintó a Noe dejando en manos dos leones homosexuales la perpetuidad de su especie.

Pues bien, de uno de estos patinazos bíblicos puede estar el origen de la homofobia. Y me explico.  Seguramente hayan escuchado la palabra sodomita como término despectivo hacia los homosexuales, pues he ahí la cuestión. Sodomita (que no sodomeño) es un gentilicio del Génesis que hace referencia a los habitantes de Sodoma, una localidad que al igual que Gomorra era un lugar donde el pecado campaba a sus anchas.

Yahvé, (que por cierto había creado a los hombres a su imagen y semejanza) decidió destruirlos a todos salvo a Lot y su familia a quien dos ángeles avisaron a tiempo. La escena no tiene pérdida porque según la biblia los vecinos de Sodoma “desde el más joven al más viejo” quisieron “conocerlos” entendiéndose por esto hacerles una “maldad”.

Lot protegiendo a los ángeles.

¿Cómo sabemos que tal maldad era acostarse con ellos? Muy sencillo, Lot que era un santo varón les propone un trato con tal de que dejen a los ángeles en paz. Atención porque el trueque no tiene pérdida: “He aquí ahora yo tengo dos hijas que no han conocido varón; os las sacaré fuera, y haced de ellas como bien os pareciere; solamente que a estos varones no hagáis nada, pues que vinieron a la sombra de mi tejado".

Lot por tanto sería un buen creyente, pero como padre era un miserable de tomo y lomo, ahora bien, los sodomitas no serían homosexuales. No lo eran por una razón extraordinariamente sencilla: los ángeles no tienen sexo y lo que es peor, ni siquiera pertenecen al género humano, con lo cual en el mejor de los casos podrían ser animales (de ahí las alas), pero es que ni siquiera serían entidades corpóreas y además asexuadas con lo cual díganme ustedes si hay algo más absurdo en este plano de la realidad que intentar copular con un ángel.

En resumidas cuentas, leyendo con detenimiento la Biblia lo único que se puede sacar en claro es que Lot era un mal padre y los habitantes de Sodoma gente descerebrada (lo cual haría más comprensible su exterminio). Por lo tanto y siendo rigurosos la Iglesia debería preocuparse más por los estúpidos que por los homosexuales. Ahora bien, si en ese afán de curar gente encuentran remedio a los estúpidos los animo a que compartan su descubrimiento con la ciencia, pues habrán alcanzado con todas las de la ley su ansiado papel de salvadores de la humanidad.

Siendo sensatos Sodoma y Gomorra parecen más las ciudades de gente estúpida que la de gente pecadora, ahora bien ¿Es la estupidez pecado? ¿Combate la Iglesia la estupidez que tantos daños causa?