A fuerza de tanto engañar, las mentiras de los políticos ya ni siquiera sorprenden, simplemente desconfiamos de ellos y sanseacabó.  Sin embargo, la historia guarda embustes tan elaborados que rozan lo artístico. Ahora bien, para mentir así hay que tener el nivelón intelectual de Adolfo de Castro y Rossi.

Este insigne gaditano fue alcalde de su ciudad, gobernador de Huelva, secretario del gobierno en Sevilla y aun así no dirigió su engaño hacia sus votantes si no que se dedicó a crear una genial estafa literaria.

No es que estafar sea algo digno de elogio, pero es que Adolfo de Castro se lo trabajó tanto que uno no sabe si considerarlo estafador o literato, más aún cuando toda esta aventura surgió siendo él apenas un veinteañero.

Adolfo de Castro y Rossi ¿político farsante o literato incomprendido?

La historia es la siguiente. Desde 1773 se venía hablando de un supuesto libro perdido llamado El Buscapié. Vicente de los Ríos, Martín Fernández Navarrete y otros tantos historiadores admitían que en algún lugar del mundo debía haber un “tomito (…) como de unos seis pliegos de impresión, de buena letra y mal papel” titulado El Buscapié y cuya autoría era nada más y nada menos que de Cervantes.

Este libro había sido visto por última vez Antonio Ruidíaz quien lo leyó en casa del conde de Saceda, desde entonces todo era misterio... Hasta que en 1848, un joven de veinticuatro años llamado Adolfo de Castro y Rossi sacaba a la luz algo increíble. ¡El famoso Buscapié!

La casualidad había querido que el joven Adolfo hubiese dado con él en un mercadillo gaditano donde se había puesto a la venta la biblioteca del abogado Pascual de Gándara, el cual a su vez parecía haberlo adquirido a otro propietario portugués, ya que las primeras páginas venían roturadas con la frase: “Da Livreria do Senhor duque de Lâfoes”.

Ni corto ni perezoso Adolfo de Castro publicó el libro con infinidad de notas explicando el texto, el cual se convirtió de pronto en un super ventas. Se tradujo al francés, inglés, portugués, alemán, italiano… e incluso fue alabado por el celebérrimo autor de Los amantes de Teruel Juan Eugenio Hartzenbusch.

El Buscapié ¿De verdad era un libro perdido de Cervantes?

Aun así, no todos los cervantistas se posicionaron a favor del hallazgo. A Bartolomé José Gallardo le sonaba muy raro todo aquel descubrimiento y empezó a sospechar que Adolfo de Castro era un farsante de tomo y lomo.

Gallardo opinaba que Castro había copiado el estilo de Cervantes y que siguiendo esa manera de escribir había publicado el Buscapié, de hecho le llegó a comparar con Antonio de Lupián Zapata, un archivero de Burgos famoso en siglo XVII por crear de documentos antiguos.

Es entonces cuando surgió la polémica. En lugar de ignorar las críticas, Adolfo de Castro se enzarzó con Gallardo, pero no en una discusión al uso, si no haciéndose pasar por el citado Antonio Lupián quien desde el más allá enviaba cartas a la redacción La Ilustración contestando las críticas.

Esta delirante bronca llegó a su cenit en 1851 cuando  Adolfo de Castro oculto bajo el pseudónimo de Lupián aunó todas esas supuestas cartas de ultratumba y publicó una biografía jocosa de Gallardo titulada Aventuras literarias del iracundo extremeño don Bartolo Gallardete escritas por don Antonio de Lupián Zapata (la horma de su zapato).

Bartolomé José Gallardo fue el primero en darse cuenta de la falsedad del Buscapié

Poco a poco la verdad fue saliendo a la luz y Adolfo de Castro quedó desacreditado como cervantista. Tras él cayeron otras teorías suyas bastante más serias sobre el autor del Quijote quedando marginado de los círculos literarios. En el fondo y como plantean los especialistas Alfonso Romero y Yolanda Vallejo, pese a tener sobrado talento literario Adolfo de Castro “optó por el camino tortuoso (…) de la copia, el texto falso y el plagio, riéndose con ello de aquellos de los que nunca hubiera tenido su aprobación”.

Finalmente y como si de un entremés de Cervantes se tratase, toda esta la historia concluye con un colofón genial.  Adolfo de Castro negó hasta su muerte la autoría de El Buscapié, una vez fallecido su viuda (sabedora del entuerto) quiso reclamar los derechos de autoría, sin embargo, las autoridades se lo negaron porque oficialmente El Buscapié estaba considerada… una obra cervantina.

Camuflado bajo un fantasma del siglo XVII Adolfo de Castro contestó a las críticas con esta obra delirante