Quizá estos días le estemos dando un bombo desproporcionado a la exhumación de los restos de Franco. Evidentemente ha sido un personaje clave en la historia reciente de España pero otros tantos protagonistas de nuestra historia han sido desplazados antes que él y tampoco se montó tanto revuelo.

El apóstol Santiago (o quien esté enterrado en Compostela), El Cid, Carlos I, Mendizábal o el general Prim han sido sacados de sus tumbas y vueltos a enterrar en distintos emplazamientos, en muchos casos en contra de su voluntad y en otros, extraviados Dios sabe dónde.

Por eso, a estas alturas de la historia, parece incomprensible que haya aún quien se rasgue las vestiduras con este tema. De todos modos, en el caso de Franco hay algo singular puesto que ninguno de los anteriores fue insultado en vida ante la que luego sería su tumba. 

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Al general Prim también le sacaron del Panteón de Hombres Ilustres en pleno franquismo y nadie se escandalizó. Antigua tumba de Prim en Madrid y notificación del ayuntamiento de Reus.

Tendríamos que remontarnos a un 20 de noviembre para conocer toda esta historia. Como ya se venía celebrando desde años atrás, ese día se recordaba la muerte de José Antonio Primo de Rivera.

Su ejecución en plena Guerra Civil le convirtió en un verdadero mártir para los falangistas y como tal había recibido infinidad de homenajes,entre ellos, haber sido enterrado en El Escorial.

Pese a ello, no toda Falange consideraba suficientes los homenajes a José Antonio, de hecho, entre los llamados "ortodoxos" siempre hubo sospechas de que Franco no hizo lo suficiente para evitar el fusilamiento de Primo de Rivera en Alicante.

Con este ambiente el traslado de El Escorial (tumba de reyes) a Cuelgamuros no fue visto con buenos ojos por toda la Falange. De hecho el 20 de noviembre de 1959, cuando se trasladó a Jose Antonio, el almirante Carrero Blanco fue vilipendiado al grito de "Carrero vete a tu casa".

¿Pero porqué increpar a Carrero y no a Franco? Porque en aquella ocasión una providencial gripe ausentó al Generalísimo.

No así justo un año después cuando el 20 de noviembre de 1960, día en el que se homenajeaba de nuevo a José Antonio Primo de Rivera con toda la plana mayor del gobierno incluido Franco, el Valle de los Caídos se convirtió en el escenario de un gravísima protesta contra el dictador. Según el abad de la basílica, Justo Pérez Urbel, un joven falangista, llamado Ramón Alonso Urdiales, aprovechó la ceremonia para irrumpir la consagración de la hostia al grito de: “Franco eres un traidor”.

Como cabe imaginar, el muchacho se pasó unos cuantos años cumpliendo condena incluso en el Sahara. Estos precedentes parece lógico pensar que Franco nunca hiciese de pública su voluntad de ser enterrado allí. Si es que esa voluntad existió alguna vez...

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Tanto Franco como Carrero Blanco fueron increpados en el Valle de los Caídos por los falangistas. ¿Resultaría sensato enterrarse junto a la tumba del líder de estos?

De igual modo, la ausencia total de documentos que determinen donde quería Franco ser enterrado enreda aún más la situación. Hay quien se apoya en que  uno de los arquitectos, Diego Méndez, realizó una fosa para el dictador, pero conviene aclarar que tal construcción se hizo por el escaqueo de Carrero Blanco ante una respuesta certera de qué pasaría en un futuro con el cadáver de Franco.

Como el  almirante respondía siempre con evasivas del estilo de: “Pues habla tú con él…”; “házsela y ya tendremos tiempo de preguntárselo…” el arquitecto determinó hacer la fosa por si acaso y luego ya se vería. Según recoge Daniel Sueiro en su libro; La verdadera historia del Valle de los Caídos con motivo de la inauguración el 1 de abril de 1959 el general le dijo al arquitecto: “Bueno, Méndez, y en su día, yo aquí, ¿eh?".
 

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La prueba más veraz de la voluntad funeraria de Franco fue un comentario en privado al arquitecto Diego Méndez.

Esto es toda la voluntad conocida de Franco para ser enterrado allí. Una frase cuestionada incluso por el ya citado Juan de Ávalos y que puede ser tenida por deseo expreso o por simple chanza pasajera, porque Méndez y otros tantos partícipes del Valle de los Caídos reconocen que nunca más se habló del tema. Otro detalle importante es que aunque hubiese una fosa, no significaba que hubiese una tumba.

Así lo reconoció, otro de los arquitectos, Ramón Andrada quien advirtió que aquel agujero no era apto para un enterramiento. Las filtraciones de agua de la montaña habían hecho de la fosa un lodazal y si querían hacer allí la tumba habría que remodelarlo a conciencia.

Esa orden llegó, pero tan solo 15 días antes de la muerte del dictador, lo cual hace pensar cuanto menos en improvisación y desde luego estando Franco en una situación de vida o muerte, es difícil saber si tal decisión partió del agónico militar o de algún irresponsable que tomando la decisión equivocada generó un jaleo de 44 años de duración.