Si dijésemos que este año se cumplen 500 años del fallecimiento de Rodrigo Díaz de Vivar, cualquiera pensaría que no tenemos ni idea de historia, sin embargo es cierto. Rodrigo Diaz de Vivar y Mendoza murió en 1523, y aunque no vivió en la Edad Media, la trepidante historia de este “otro Cid” merece ser conocida.

Hubo otro Rodrigo Díaz de Vivar, y su vida no es menos novelesca que la del Cid

Hubo otro Rodrigo Díaz de Vivar, y su vida no es menos novelesca que la del Cid.

Si algún guionista o novelista está leyendo estas líneas… vaya sacando papel y tinta porque las aventuras de nuestro protagonista comienzan desde su nacimiento. Fruto de las aventuras extramatrimoniales de una dama de la corte, Mencía de Lemos y los devaneos del cardenal Pedro González de Mendoza.

Tanto poder ejercía el cardenal Mendoza que, además de ser llamado “el tercer rey de España” sus hijos fueron llamados por la reina: “los bellos pecados del cardenal”.

La capacidad fertilizadora del cardenal solo era comparable con su fortuna económica, que claro está, no dejaría que se echase a perder. Por ello creó mayorazgos y títulos para sus hijos, en especial para Rodrigo a quien dándole el rimbombante nombre de “Rodrigo Diaz de Vivar” le cedió el castillo de Jadraque (propiedad en su día del Cid) y los títulos nobiliarios de marqués de Cenete y del Cid.

La supuesta conexión genealógica entre el cardenal Mendoza y el Cid Campeador parece ser otra fanfarronada nobiliaria para dar prestigio a la familia

La supuesta conexión genealógica entre el cardenal Mendoza y el Cid Campeador parece ser otra fanfarronada nobiliaria para dar prestigio a la familia.

Sea como fuere, el joven bastardo empezó a ganar fama en la corte, y así lo reflejan los cronistas llamándole: “Pulido, afable, valiente, grande de cuerpo, bien compasado y de fuertes miembros, el rostro feroz, de linda disposición y mejor graçia” aunque también “travieso e mal sesado”.

De este modo a los 21 años y por puras razones políticas fue casado con su pariente Leonor de la Cerda, todo quedaba en casa de los Mendoza haciendo que los Reyes Católicos respirasen tranquilos dados los peligros que podía acarrear un joven brioso como aquel.

Poco duró la tranquilidad en la corte, cuatro años después del enlace Rodrigo Diaz de Vivar y Mendoza se convirtió en un joven viudo con una inmensa fortuna heredada de su difunto padre. Afortunadamente se dedicó a la vida militar en Italia donde siguió levantando pasiones, tantas como para que el papa Borgia le propusiese como esposo para su hija Lucrecia.

Políticamente Rodrigo Diaz de Vivar era un personaje incómodo en la corte de los Reyes Católicos porque su inmensa fortuna podía desestabilizar el delicado equilibrio de las casas nobiliarias sobre las que se sustentaba el poder de los Reyes Católicos. Una alianza no deseada o una financiación a destiempo podían dar al traste con los planes de Isabel y Fernando.

Este sería el aspecto de Rodrigo Diaz de Vivar y Mendoza según una medalla que le hicieron en su juventud

Este sería el aspecto de Rodrigo Diaz de Vivar y Mendoza según una medalla que le hicieron en su juventud.
De este modo, cuando María de Fonseca y Toledo (hija del señor de Coca y Alaejos) puso sus ojos en Rodrigo la corte se echó a temblar. Parece que María y Rodrigo debieran conocerse de antes porque en su encuentro el 29 de junio de 1502 tuvieron las ideas muy claras.

Colándose él por un huerto que la familia tenía en Coca (Segovia) logró ver a su dama y casarse con ella en secreto (con la madre y dos criadas como testigos), esa misma noche consumaron el matrimonio y rápidamente se separaron para no levantar suspicacias ni en los reyes ni en Alonso de Fonseca (padre de la novia), quienes tenían otros planes para ambos.

En la Semana Santa de 1504 Alonso de Fonseca se enteró y trató por todos los medios de deshacer el enlace para así poder casar a María con el pretendiente que él quería.

Parece que el furibundo suegro escribió a la reina. Por dos motivos: El primero porque Rodrigo fue apresado por orden de Isabel en el castillo de Cabezón de Pisuerga y posteriormente en Simancas. Y el segundo, porque la reina concedió un permiso especial a Alonso de Fonseca para que casase a María con su candidato, un niño menor de edad y primo de la novia.

Semejante aberración generó un debate apasionante en Castilla, intelectuales como Lucio Marineo Sículo defendieron que sólo la libre voluntad de los contrayentes debía contar en una boda.

La hipocresía de la reina se puso de manifiesto

La hipocresía de la reina se puso de manifiesto, pues ella (que llevaba a gala haberse casado libremente con Fernando en contra de los planes de su hermano y tutor Enrique IV) hacía todo lo contrario con la desdichada María a la que su padre engañó haciéndola creer que su esposo Rodrigo había sido ejecutado.

Cuando se celebró la nueva boda María rechazó en todo momento al novio, y según contó una de sus criadas llegó a decir:“que ella le torcería el cuello como a un pollo si él se atrevía a acercarse”.

En noviembre de 1504 murió la reina quedando Rodrigo en libertad, no así María y su madre quienes fueron apresadas por el terrible patriarca en el Castillo de Alaejos. Allí las ultrajó hasta hacer sangrar a María a base de latigazos, fruto de lo cual, a la muerte del maltratador en 1505, María pasó a disposición de su tío Antonio dando así tumbos por diferentes presidios, el castillo de Zamora, el de Cuéllar y finalmente el monasterio de las Huelgas de Burgos.

Hasta allí llegó Rodrigo, derribando la prohibición que tenía del gobierno de poder visitar Burgos, ¿la fórmula? Ganarse la buena voluntad del rey Felipe el Hermoso que, deseoso de conseguir aliados, favoreció a Rodrigo.

Por si esto fuera poco, providencialmente murió el rey Felipe a la semana de haberle dado permiso. Ocasión que María y Rodrigo aprovecharon para escapar de las Huelgas y refugiarse en el castillo del Cid, que Rodrigo Diaz de Vivar había heredado gracias a los Mendoza.

Tumba de Rodrigo y María en Valencia donde no solo vivieron felices sino que pasaron a la historia como grandes mecenas de las artes

Tumba de Rodrigo y María en Valencia donde no solo vivieron felices sino que pasaron a la historia como grandes mecenas de las artes.